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MAGISTER DIXIT: HOMENAJE A LAS 700 VICTORIAS DE AÍTO

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La actualidad manda, en ocasiones, con tintes dictatoriales. Por H o por B, el blog no sacaba una semana de calma para dar la importancia que merecía a un evento que es un hito en la liga Endesa: Aíto García Reneses obtuvo su triunfo número 700 como entrenador profesional. El primer triunfo del Gran Canaria este curso sirvió para consagrar a uno de los hombres que han sido pieza básica de la revolución del baloncesto español. 




Antes de Aíto, los mejores jugadores de los equipos hispanos se chupaban muchos minutos, lanzaban casi todos los tiros y ponían gesto torcido si se los sentaba en la banca. Por ello, en Barcelona tuvo tanta incredulidad al principio. Rotaciones y bloques, mucha tranquilidad ante tropiezos en la temporada regular y, generalmente, excelentes finales de curso. El joven entrenador que había llegado al Palau tenía una visión de cómo evolucionaría el deporte de la canasta. Era la época anterior a los vídeos y los scouting profesionalizados. Por ello, el míster de la cifra 700 es una pieza básica de este deporte que tanto nos gusta. 




Previamente a su llegada a la entidad blaugrana (1985), el imberbe estratega se había fogueado en Cotonificio y Joventut, aprendiendo todo lo necesario para crear nuevos sistemas. Una de sus grandes novedades para el campeonato español fue el jugar con un 3 alto. Su capacidad analítica y competitividad fueron básicas para que Reneses se convirtiera en un apellido codiciado por todas las escuadras. Eso sí, algún enemigo se dejaba por el camino. 


Tal fue el caso de Chicho Sibilio, uno de los mejores tiradores que ha visto la ACB. Su relación con Reneses fue de todo menos fácil. Eso sí, ambos ayudaron a crear a un Barcelona que se convirtió en la gran Némesis del Real Madrid, a la par que fraguaba una potente rivalidad con el Joventut de Badalona, equipo por el que pasó Aíto en varias etapas, potenciando a nombres como Ricky Rubio; unos años que hacen esbozar una sonrisa de satisfacción en los aficionados catalanes. Se trataba de un gusto por probar gente joven y ofrecer espectáculo al espectador. 



La única maldición de su exitosa andadura es la Euroliga, su único talón de Aquiles. Una competición que se enrabietó con uno de los mejores generales de las canchas en Europa, chocando con algún enemigo íntimo como Boza Maljkovic. Es extraño que una competición que premia tanto a quien da el mejor sprint final aún no haya dado su tributo a Aíto, quien tiene en su CV piezas tan codiciadas como una medalla de plata olímpica, conseguida en una final jugada de tú a tú con los poderosísimos Estados Unidos. 




Unos Juegos donde mostró todas sus virtudes y ese carácter serio, a veces, distante, que le ha granjeado admiradores y críticos. Jorge Garbajosa recordaba en su biografía cómo el excelente técnico no llegó a congeniar de todo con la generación dorada de nuestro basket. Disciplinado, meticuloso e incapaz de relejarse, quizá, pese al magnífico rendimiento de unos y otros en el torneo. Incapaz de entrenar de verano en verano por la normativa de entonces de la federación, con la plata en el cuello decidió volver a su hábitat, la ACB. 


Allí ha hecho maravillas como sacarse una zona 3-2-1 para remontar unos locos cuartos de final de Copa del Rey, a la par que dirigir a un equipo imberbe y talentosísimo a un cuasi milagro en la primera ronda de los pasados Playoffs. Si hay algo que decir de Aíto es su labor docente, una que recuerdan alumnos avispados como Loquillo, quien rememora: Es el más grande. Cuestión de confianza, se ame o se odia, cuando Reneses escribe en la pizarra es magister dixit. 




Un tipo irrepetible para el campeonato, quien no duda en mandar mensajes del tipo: "Quienes decían que no me gustaban las estrellas, elegían a mis jugadores como los mejores de la ACB"o "El respeto arbitral hay que ganárselo mejorando". Nos quedan aún muchas más triunfos, también alguna derrota y, sobre todo, más enseñanzas de este maestro del juego, siempre a la búsqueda de nuevas innovaciones, aunque, como lamenta, los tiempos y las tecnologías han hecho que el sistema más novedoso esté dando la vuelta al mundo en cuestión de semanas. 



Da igual, seguirá con su pizarra y anotando esos jeroglíficos donde él ve pases, bloqueos, continuaciones y la posibilidad de hacer mejores a sus muchachos. Y así van décadas y décadas siendo una de las referencias del deporte que tanto le gusta. Enhorabuena. 



CUANDO NOS HICIMOS TODOS DEL RAYO

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"Un domingo cualquiera ganarás o perderás, sin embargo, eso no es lo importante". La frase es de Any given Sunday, dirigida por Oliver Stone, la cual intenta llevar al espectador a los entresijos de un vestuario de un equipo profesional de fútbol americano. La sentencia hace alusión que triunfo o fracaso serán una cuestión de azar en última instancia, lo único que puede hacer uno es nivelar la balanza con todo lo que pueda para lograr hacerlo dignamente. 



Ayer hubo muchas cosas de las que se podrían hacer reseña. Memphis sigue sorprendiendo en la NBA con su buen estado de forma, se avecinan tiempos de cambio en un equipo que nos tenía acostumbrados a la eficiencia ACB en su máximo nivel (Laboral), etc. De cualquier modo, el triunfo del Rayo Vallecano ante el Celta de Vigo (1-0) escondió su miga, una intra-historia que ha puesto a una de las escuadras de la capital en el punto de mira de la opinión público. De hecho, todos nos hicimos un poquito del los pupilos de Paco Jémez. 




No se trata, en esta ocasión, del gusto por el juego de toque pese a tener un presupuesto modesto, tampoco a ninguna clase de animadversión por los futbolistas de Vigo (de hecho, este año son una de las escuadras a seguir, no solamente por Nolito). La culpa residía en un hecho que a vuelto a recordar una palabra que parece que no se desgasta de tanto uso: crisis. Doña Carmen, vallecana de 85 años de edad, toda una institución en la barriada, era desahuciada de su domicilio. El motivo del desalojo del que había sido su hogar durante más de 50 años era el incumplimiento de su aval en un préstamo solicitado por su único hijo. 




El Campo de Fútbol de Vallecas dejó reflejo de la situación con elocuentes pancartas, cánticos de apoyo y poniendo un drama que, desgraciadamente, es muy frecuente en muchas personas, en el ojo del huracán. Un mundo tan alejado de la terrenalidad como la liga BBVA y derechos televisivos se volvió a hacer cercano a pie de pasto, expresando la solidaridad de unos vecinos con uno de los suyos. Faltaba la guinda, un necesario toque de Frank Capra que falta hace en estos tiempos que corren.  




La iniciativa surgió de Paco Jémez, fue seguida por sus jugadores y toda la institución, amparados por la creciente euforia de la afición. Doña Carmen tendría garantizado su derecho a la vivienda con el respaldo parte de los salarios de los profesionales del Rayo. Habrá quien diga que, pese al bello gesto, que esta gente gana mucho y ya iba siendo hora de que se repartiera la bolsa. Subestimar este acto sería obviar que el Rayo es uno de los bloques de primera con menos presupuesto y que se trata de una extraordinaria iniciativa. No estaban obligados a ello, ha sido la sinceridad del gesto lo que ha puesto en el disparadero a esta Liga que ya es un poquito de los vallecanos. 




Resulta sencillo rastrear las motivaciones, sobre todo si uno ha tenido la ocasión de leer la curiosa entrevista que le dedicó Jot Down a Jémez, un tipo de una pieza y con aspecto de centurión que ha ido escalando puestos en las legiones romanas a base de codazos, pero sin ponerle el pie en la cabeza de ningún compañero. Un origen humilde y padres que han conocido la figura de los señoritos puede ayudar a tener los pies en el cielo. Todo el mundo sabía lo que era correcto, pero solamente este pequeño gran punto de un campeonato amplio lo ha hecho. 


Una extraña sensación pareció imbuir al club, no solamente por los trabajados tres puntos tras una mala racha de resultados, incluyendo un agridulce momento en el Bernabéu (tuvieron compases de muy buen juego, pero faltó pegada y se toparon con el huracán merengue en el segundo tiempo). Un estado de dulce que ha hecho a la institución encontrar el tempo justo para no sacar las cosas de contexto: "Queríamos hacer esto, pero sin ánimo de señalar a nadie. Seguro que también llegará el apoyo institucional. Si lo que hemos hecho ánima a que haya más casos así, mejor"




Esperemos. Desgraciadamente, la que está cayendo no se puede resolver con un momento altruista, aunque sea tan macanudo como el tenido con esta viuda madrileña que no ha podido mostrarse más agradecida con el equipo que lleva siguiendo toda su vida. Sin embargo, estaría el panorama mucho peor si no se tuvieran estos guiños, esa propina, echar un cable, tener una sonrisa para un colega que lo está pasando mal. Una gota en sí no es mucho, pero varias pueden llenar un vaso. 



"No creo que con una victoria acaben sus problemas. Vamos a ayudarla con lo que realmente necesita". Paco Jémez dixit. Viniendo de un enfermo del balón es todo un mérito que el Rayo recordase que, a fin de cuentas lo de este fin de semana era un juego y lo otro que han hecho puede valer por toda una vida. Chapeau.  

EL GIGANTE BENIGNO

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Con el regusto amargo y de sinsentido que dejó el fin de semana con la violencia que salpicó el partido Atlético de Madrid-Deportivo de la Coruña (ninguno de los dos clubes, ni la ciudad, ni sus aficiones, ni los residentes que tuvieron la desgracia de vivir en el lugar escogido para la pelea campal de vándalos), Never Shall me down planteaba dar su ración de este lunes con un repaso a una de las más recientes biografías de uno de los integrantes de la famosa generación que alcanzó su cenit con la plata en los Juegos Olímpicos de los Ángeles. 




Altísimo: Un viaje con Fernando Romay es una lectura agradable y serena, probablemente porque su protagonista es una persona amable y serena. Un gigantón de sonrisa benigna que logró la proeza de colocar un gorro a jovencito Michael Jordan, de quien ya se empezaba a intuir que iba a ser uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. No sorprende tampoco la amistad que desprende el prólogo de uno de sus socios favorito, Juan Manuel Iturriaga, compañero de tantas batallas con el Real Madrid y la selección. 




Jacobo Rivero ejerce de narrador y notario en un libro que no peca de abrumar con datos y estadísticas. Lo bueno si breve, dos veces buenos. Pueden echarse en falta determinadas épocas del jugador narradas en más detalle, pero es difícil condensar. Los amantes de la anécdota y el qué dirán pasarán con fruición las reflexiones sobre su convivencia en vestuario con individuos del calibre de Drazen Petrovic, Corbalán, Fernando Martín y tantos otros iconos. 



De hecho, podría considerarse que este gallego fue muy paulatino en su forma de incorporarse al basket patrio. Ojeado por el Real Madrid en época tardía, el chico grandote y de torpes movimientos fue dando paso a un pívot que era muy necesario para la revolución que quería dar Díaz Miguel. Músculo, centímetros y físico para hacer frente a los acorazados soviéticos, yugoslavos y estadounidense que plagaban la zona con su superioridad de centímetros, preparación y talento. 




Concentración tras concentración, verano tras verano, fue logrando hacerse imprescindible en los esquemas de uno de los equipos más importantes de la ACB, así como lograba hacerse un hueco en la lista de centers europeos. Ver partidos al lado con Pedro Ferrándiz, escuchar los ingeniosos cánticos de la Demencia (una de las mejores aficiones del país, incondicionales de su Estudiantes) y las eternas batallas contra el Barcelona de los Epi, Norris y Sibilio permitió a colocar a este protagonista en el recuerdo de toda una época del baloncesto español, los primeros pasos en un deporte que no era el nuestro. 




También se habla de fracasos, cómo no. De la manera de dilapidar aquella plata con las decepciones, una mala gestión que se tradujo en el descalabro de 1992, el famoso Angolazo. Romay ya no pudo verlo bajo tableros, pero sí lo sintió como propio. Asimismo, tuvo un viaje introspectivo en sus últimos años en el campeonato doméstico, volviendo a su Galicia natal, descubriendo la otra cara del deporte profesional, los largos viajes en autobús por carreteras de noche. Instituciones como el Madrid o el Barça llevan a una burbuja de la que es bueno desprenderse. 


También estuvo, ahora que se está rumoreando que podría reeditarse, en aquel mítico enfrentamiento entre merengues y orgullosos verdes, aquel día don el magisterio de Larry Bird logró imponerse sobre el genio de Petrovi, mientras Romay ponía espaldas y se trabajaba la pintura ante "El Jefe" Parish, el elegante McHale y algunos de los mejores planetas de una de las épocas más inolvidables de la NBA,




Hay espacio para Sabonis, cómo no, aquel zar que vino después de que fuera enterrado antes de tiempo por enésima vez. Y es que para los pívots de cualquier tiempo, Sabonis es lo que deben sentir los bases de verdad cuando se les habla de John Stockton o Magic Johnson. España lo vivió casi sin movimiento lateral, pero lo que quedaba en pie del lituano bastaba para ser el mejor sobre la cancha. Anécdotas, batallitas y relatos que el amigo Romay regala, incluso logra un imposible que es no hablar de política cuando Pablo Iglesias le llamó para su programa La Tuerka, precisamente con motivo de la presentación de este libro. 



Un símbolo de una generación que aún no está perdida ni olvidada, el prólogo de lo que estaba por venir, de aquellos primeros días donde tuvimos un gigante benigno para medirnos a los mejores de siempre. 

DUELO DE TITANES: FERNANDO MARTÍN VERSUS AUDIE NORRIS

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El mes de diciembre tiene una significación especial para los amantes del basket español. Imposible no recordar aquellos torneos navideños del Real Madrid, donde hubo invitados tan imponentes como el bloque de la URSS. Sin embargo, otras nostalgias son mucho menos agradables, pues tienen el poso de un final prematuro, una súper-producción cuyo rodaje acabó antes de que la cinta alcanzase su clímax. La revista Gigantes ha aprovechado la oportunidad para sacar un número especial y exquisito sobre uno de los iconos de aquel primer combinado nacional que logró la medalla de plata olímpica en los Ángeles: Fernando Martín. 




Varias plumas ilustres del periodismo deportivo y antiguos compañeros de equipo dejan caer la tinta para recordar al mito y al amigo; también lo hacen algunos enemigos deportivos. Pocos de los que lo han realizado pueden hacerlo con mayor conocimiento de causa que Audie Norris. Nacido en el  estado de Misisipi, formado baloncestísticamente en la universidad de Jackson, miembro de los Portland Trail Blazers y uno de los mejores extranjeros que vio nunca la ACB (previo paso por la Benneton de Treviso). Norris protagonizó con Martín algunos de los choques más espectaculares que recuerda el imaginario popular de los aficionados de su época. 




Codazos, empujones, luchas por el rebote y el temor a que uno de los dos traspase la línea por parte de los árbitros fueron moneda corriente de aquellas luchas del poste bajo. Nada de eso impidió a Norris acudir con riguroso traje de luto y con visible afectación al funeral de Martín, quien ya había garantizado su nombre en los libros de oro del basket peninsular por ser el pionero en poner un pie al otro lado del Atlántico, curiosamente en Portland. Dejaba Madrid (aunque se formó en la inagotable cantera del Estudiantes) donde era un ídolo para ser el último de la fila en la mejor Liga de aquel momento. Se trataba de una demostración de personalidad y espíritu de superación.  


Como Lolo Sáinz recordaría con cierto regusto amargo, estuvo a punto de convertir a aquellas Némesis en amigos inseparables del juego interior merengue. El astuto entrenador blanco había echado sus redes a Atomic dog, como le apodaban en Estados Unidos, un interesante interior con gran visión de juego y capacidad de generar cosas muy productivas bajo los tableros. A pesar de un buzzer beater, sus problemas crónicos de rodillas y el ultra-competitivo banquillo de Portland (capaces de tutear a los Lakers de Magic) no le auguraban el futuro que su talento insinuaba. Norris había ido a Italia donde le mimaron y trataron exquisitamente, sus lesionadas articulaciones descansaban más y su salud física mejoraba, también sus estadísticas. 




En definitiva, Sáinz almorzó con su pretendido en la capital española, soñando con la dupla que iba a tener. El norteamericano vio el entrenamiento y se fijó en el español más atípico de una escuadra que estaba acostumbrada a mandar. Era alto y tenía un físico más propio de otros lares que de las alturas de generaciones de posguerra española. Hasta que él aterrizó, no hubo nadie como Fernando Martín por aquellos lares. Sí, aquel dueto era lo el míster quería para seguir dominando el campeonato doméstico, donde Barcelona y, muy especialmente, Joventut, iban cercando la hegemonía de los blancos. 



No sucedió así, Ramón Mendoza tardó demasiado, Aíto García Reneses tenía ojos en todas partes. Ninguna gracia hacía al revolucionario estratega de los azulgrana que aquella arma cayese en manos de sus adversarios. El Palau ganó un ídolo de por vida. Andrés Jiménez, Epi y Solozábal no dudarían en el futuro cuando hablasen del mejor extranjero con el que habían trabajado. Norris tenía el don de Henrik Larsson para ganarse al público culé en dos calentamientos. En el Madrid estaría Fernando y en la Ciudad Condal Audie. Comenzaba un pique que adquiriría ribetes de leyenda. 


Eran los hombres adecuados en el momento oportuno. Los 80 fueran suyos para el campeonato español. Eran tan antagónicos como complementarios. Uno nacional y otro extranjero. Uno, el mejor físico de su generación. El segundo, un talento impresionante cuyas articulaciones de cristal le obligaron a reconducir su carrera. Audie se movía de espaldas con una facilidad impresionante, pueden dar fe clubes tan míticos como el Ari, la Jugoplastika o el propio Madrid. Martín no se amilanaba ante nada ni nadie, siendo una máquina de los rebotes y un individuo cuya mirada podía intimidar tanto a sus oponentes como a los reporteros del corazón más atrevidos. 




Un dorsal 10 madridista que encabezó el testigo que gente de la sapiencia de Corbalán supo darle para nuevos tiempos, que incluyeron guerras con la Cibona de Petrovic, el Zalgiris de Sabonis y, por supuesto, el número 14 blaugrana. Empujones, arañazos, caídas que en otros ala-pívots de la época hubieran sido lesión casi segura, faltas personales durísimas y la conversión de la cancha en una trinchera donde hacía falta toda la determinación del mundo para ganar un centímetro. Los propios colegiados hubieron de cambiar sus criterios ante dos individuos que eran un anticipo de lo que estaba por venir. Sin duda, lo mejor de aquellos combates de pesos pesados a quince asaltos acabasen con la fusión de ambos titanes en un sentido abrazo. 




"Eran duelos fenomenales. Era como si dos gladiadores se batieran en la arena de un circo romano. Fernando era todo un profesional: era poderoso. Enfrentarse a él era muy motivador. Él sacaba lo mejor de sí cuando jugaba contra mí. Y yo hacía lo mismo.Por algo Fernando jugó en la NBA. Para batirme a él, recuerdo que me preparaba muchísimo mental y físicamente. Era una persona muy fuerte y muy inteligente.Perdí a un amigo. Fernando y yo no éramos sólo adversarios en la pista. Éramos amigos fuera de ella. Cuando podíamos, nos encontrábamos y charlábamos acerca de cualquier cosa. Debo decir que fuera de la pista, jamás tuve enemigo alguno. Pero ese día yo perdí a un amigo". 

EL PRIMER MOVIMIENTO SOBRE EL TABLERO

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Se acabaron los desayunos con Kobe Bryant para disparar los rumores y acrecentar la legendaria rivalidad de Celtics y Lakers. No ha habido que esperar al parón del All Star para que estallase la primera bomba de la temporada, un cambio de cromos que marca un antes y un después para dos ciudades. Un movimiento que, quién sabe, puede terminar siendo muy recordado en los Playoffs que se celebrarán dentro de unos meses. 



Rajon Rondo a los Dallas Mavericks. Dirk Nowitzki esboza una sonrisa discreta. No pudieron comenzar con mejor pie, el debut se saldó con una esforzada victoria ante los incombustibles San Antonio Spurs, vigentes campeones, en un duelo texano que trae gratos recuerdos a los aficionados por las eliminatorias que han protagonizado estas dos potencias. El dorsal es el 9, sus características son conocidas por todos. 




Nadie genera tanto juego en la NBA actual como él, un auténtico todoterreno con capacidad para el triple-doble (inolvidables su final de curso en 2010), robos de balón, asistencias, rebotes, etc. Sin embargo, su heterodoxa mecánica de tiro y, sobre todo, porcentajes, hacen a entrenadores rivales plantear flotarle, puesto que Rajon es más peligroso encontrando compañeros que como anotador. No tiene la fiabilidad de un Stockton; cierto es que, de poseer un tiro fiable de media y larga distancia, pasaría de ser uno de los mejores bases del campeonato actual a un futurible MVP, rival directo de Lebron James.  



¿Qué efecto deja eso en Boston? Rondo era el último superviviente del ambicioso proyecto de Danny Ainge, aquel que se saldó en el célebre anillo de 2008. Pero el joven e imberbe fue mucho más. Ayudó a que, como bien escribió Miguel Ángel Paniagua, en aquellos años mágicos, el nuevo Garden viera cómo se honraba el color verde y una cancha de baloncesto. Esfuerzo, compromiso y liderazgo, el Big Three (Kevin Garnett, su gran socio en cada ally, Paul Pierce y Ray Allen), una colección de veteranos curtidos en mil batallas (Eddie House, Rasheed Wallace, James, Posey...) y jóvenes talentos como Rajon o Big Baby Davis, entre otros, regaló noches de insomnio a quince asaltos contra Lakers, Heat, Orlando, Filadelfia y Cavaliers. 




"Me muero por ganar otro anillo". Más claro el agua, aquel dulce veneno se instaló en aquel triunfo ,y lo volvió a rozar en varias ocasiones más. Un chico que puede ofenderse por un inocente comentario del presidente Obama sobre su estética de lanzamiento, mientras que admite sin rubor no haber visto jugar demasiado a leyendas indiscutibles como Michael Jordan. Nunca ha habido un playmaker como Rondo, con sus virtudes y defectos, a ello se aferra Mark Cuban para intentar un nuevo asalto a su gran objetivo: volver a levantar el trofeo de campeón en junio. 




Jameer Nelson, Jae Crowder, Brandan Wright y futuros derechos de elección han permitido este traspaso (también desembarca en la tierra de JR Dwight Powell). Los célticos se quedan con un equipo muy joven, imberbe y donde se suponía que Ainge y los suyos iban a entregar los mandos a Rondo. Nadie era intocable, desde la marcha de Pierce, el gran capitán, todo era posible. Pero muy pocos sospechaban al principio de temporada este vacío que deja en la franquicia más laureada de todos los tiempos de la NBA. 



Rick Carlisle, uno de los entrenadores con más bagaje de la actualidad, tiene que hacer varios encajes. Hombre de excelentes fundamentos defensivos y captura de rebote (por eso ha vuelto Chandler al lugar de donde nunca debió salir), habrá de encontrar hueco para Monta Ellis y Rajon. ¿Cómo se llevarán el nuevo empleado y el jefe tras la pizarra? Doc Rivers hubo de hacer un Máster con su alquimia para tratar a este inusual talento. Mucho del futuro éxito o fracaso de la operación pasará por aquí. 




Por el momento, los Mavercicks vuelven a entonar cánticos de guerra, se avecinaban tiempos duros, pero ahora parece que todas las batallas son posibles. Contra Houston, San Antonio, Portland... Hay un largo camino por recorrer, pero han recibido una inyección de gasolina que no puede ser fácilmente subestimada. 



Es un riesgo apostar tan fuerte por Rondo. Mucho más sería no hacerlo. 

CHOQUE DE REYES Y FESTÍN DE ASPIRANTES

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Volvía el gran clásico de la ACB y el Palau se puso sus mejores galas. A pesar de las bajas, el Barcelona salió con ganas de recortar esa victoria de diferencia que le separaba de su Némesis, el Madrid de Laso. Varios mates para electrizar a la grada y responder al siempre peligroso tiro exterior de los blancos. Probablemente, si Sergio Rodríguez no se hubiera visto afectado por una pubalgia, los visitantes hubieran podido marcar un ritmo mucho mejor para sus intereses, pero dio la impresión de que la intensidad de los locales puso un listón que les benefició, incluyendo presencia y muchos minutos de los menos habituales. 



Pleiss pareció en estado de gracia desde el primer balón que tocó, mientras que el juego interior azulgrana se simplificó con un solvente y eficaz sistema de pases, muchos de ellos acabaron con Tomic solo. Por cierto que, como bien me apuntó algún amigo entendido en el tema, el brillante y, a veces, frío interior, ex del Madrid, pareció evaporarse en el último cuarto, ante la intensidad de Mejri, Sin duda, si Anto Tomic aprendiera a ser más constante y tener una pizca del coraje de un Andrés Nocioni, estaríamos hablando de uno de los centers llamados a dominar Europa, pero aún le falta esa ruta del camino. 



También faltó, noticia, algo de magia en el Real Madrid. Los merengues nos han acostumbrado estas última campañas a inicios de curso brillantes, marcadores de elevada anotación y un sistema ofensivo de gran altura. Ese año parecen haber comenzado a menos revoluciones; no tiene ello nada de malo, quizás lleguen con más gasolina a los meses decisivos, pero se echó en falta algo de su intensidad natural. Con todo, su buena noticia es que en todo momento estuvo en el partido, tal vez no en sensaciones, pero con muy poco fue capaz de aspirar a llevarse el triunfo hasta el parcial decisivo del último cuarto. 


Ambas escuadras volverán a verse, quién sabe si en la Copa, con toda seguridad en un TOP 16 que se antoja fascinante. De cualquier modo, la mejor noticia del súper-clásico fue que ninguno de los dos acabó líder. El sorprendente Unicaja (aunque menos sorpresa si pensamos en lo bien que prepara a sus equipos Joan Plaza y el entusiasmo malacitano por el baloncesto) y la Penya han venido para quedarse y no podría venir en mejor momento, justo cuando se temía que el tradicional bipolio pudiera erosionar el atractivo del campeonato. 



Más allá de los espectaculares brincos de Hezonja, es de justicia reconocer que hay un trabajo muy serio en el staff técnico de Xavi Pascual. Para lo bueno y para lo malo, la entidad culé se ha malacostumbrado a esta figura de los banquillos. Muchos hemos reprochado que, con determinadas plantillas que ha tenido en su carrera, el longevo entrenador blaugrana haya optado por ser ultra-defensivo y alcalde de Tacañón, que diría Andrés Montes. Pero, al César lo que es del César, no caben dudas de que los equipos de Pascual están trabajados, retrabajados y vueltos a trabajar. 




Y es que este Barça siempre compite. Después del repaso mayúsculo que le infligió un Madrid celestial en la Final Four de Milán, se las ingeniaron desde la pizarra para reconstruir los pedazos y ganar la Liga, algo que parecía propio de ciencia ficción, tras pasarlo muy mal con el Pamesa Valencia en una final extrañísima (ni dios ganaba un partido en casa). Están todos advertidos en España y Europa, más allá de que un mito como Navarro no esté de corto, los de Xavi Pascual siempre compite y, si hace falta, se trae a Jackson. 


Pablo Laso, por su lado, habló de sensaciones. Personalmente, creo que dio en el punto clave No fue la distancia en el marcador (el Madrid siempre tuvo opciones reales de llevarse el gato al agua), pero el feeling era que su oponente les estaba ganando a los puntos. Nueva años sin ganar en fase regular en Can Barça son demasiados para un bloque tan depredador como este, el cual tiene sus miras puestos a su tercer (los dos anteriores lo acarició con la yema de los dedos) asalto a la Final Four, con el morbo añadido de que se celebrará en la capital española. 



La distancia en el rebote (44-30) sí que es un apartado estadístico que, sin que sirva de precedente, nos ayuda a encontrar respuestas a conceptos tan manidos como esfuerzo o intensidad bajo tableros. Aquí ganó el Barcelona la partida, algo que se antojaba decisivo en un día donde los triples casi brillaron por su ausencia (algo muy raro, los culés han tenido noches muy buenas en Euroliga en este apartado y los de Laso llevan los últimos tres años cultivándolos con gran éxito). Esto va para largo, en la Supercopa había una distancia que, otra vez, se ha recortado. 




Solamente podemos esperar ansiosos la próxima edición de este clásico, con el añadido que ya no están solos, Unicaja, Joventut y Pamesa, entre otros, son más que dignos aspirantes, esta ACB va dejando de ser cosa de dos. 
  

OKLAHOMA: LA DINASTÍA PROMETIDA

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Que en vísperas de Reyes, los Oklahoma City Thunder vayan con un balance de 17 triunfos y otras tantas derrotas parece una broma de pésimo gusto. Durante los últimos años, este joven y talentoso conjunto había prometido muchas cosas a los espectadores. El primer anillo de Lebron James con los Miami Heat fue una conclusión doble: un éxito para los de Florida y una promesa para las temporadas venideras de estas jóvenes promesas. 




No obstante, parece más probable que Kevin Durant siga batiendo récords de anotación que ver a los imberbes truenos aspirar al anillo este curso baloncestístico. Los pasados Playoffs aconteció una honorable derrota ante un gran ejército, los San Antonio Spurs, con el meritorio regreso a lo Cid Campeador de Ibak. De cualquier modo, esa batalla épica tapó el descenso de feeling que ha dejado una de las escuadras más atractivas de ver en una cancha estadounidense. 



Todo cambió con la marcha de la barba, es decir, James Harden. Un sexto hombre impagable que descubrió que había más oro en Houston, si bien, no fue capaz de batir a sus ex compañeros en su primer duelo de postemporada. Harden era un elemento diferencial de la banca, oscurecido por la exuberancia de Durant y Westbrook. Monetariamente más que acertada, Oklahoma y James han pagado su decisión, alejándose respectivamente del trofeo final de junio, para jolgorio de conjuntos como los Spurs o en Memphis. 


Debe ser cuestión de química. Si no, no se explica que un conjunto con Carpantas bajo tableros como Perkins o Ibaka tengan, muchos más días de los lógicos, la batalla bajo los aros perdida. En nadie se refleja más esa duda que en binomio Durant-Weatbrook. Juntos, podrían aspirar a ser algo muy parecido a lo que fueron Stockton y Malone para el juego, perfectamente complementarios, pero ninguno de los dos parece dispuesto a dar un paso atrás en favor del otro. 



Westbrook es un prodigio físico, admirado por dioses de la arena como Kobe Bryant, no obstante, su cabecita parece estar inevitablemente extraviada en la cancha. Más que un base, es un escolta disfrazado, un anotador excelso que puede herir a sus compañeros en la caza. O eso se intuye, la pizarra no encuentra toda la armonía que exige alimentar a un tirador de la talla de Kevin Durant, aquella pesadilla que dominó el Mundial de Turquía con una facilidad pasmosa.  





Scott Brooks lo debe de tener más que pensado. No se trata de ningún neófito o persona inexperta, su apuesta de basket ofensivo es valiente y generosa con el público que paga la entrada. Pero falta algo de la magia de aquellos primeros instantes, esos Thunder que dieron un golpe de gracia en el Staples Center, o que fueron capaces de desnudar las carencias de los Dallas Mavericks del legendario Dirk Nowitzki. 


Tampoco ha sido generosa la Fortuna con una de las potencias del Far West. Lesiones de los hombres clave en el momento decisivo, la hora de la verdad. Una afición entregada que ha visto a algunos de sus baluartes vestidos de traje demasiadas veces, con problemas físicos que han sido recurrentes. Veteranos como Derek Fisher, que sin duda ayudó mucho al vestuario a aprender a ganar, llegaron demasiado tarde y no pudieron aportar más de su infinita experiencia a una plantilla que tiene todas las piezas, menos, de momento, ese factor X. 




Hoy, los Golden State Warriors se miden a ellos y parece existir un abismo entre un equipo y otro, algo que hubiera sido imposible de imaginar apenas unos meses atrás. Talentosos, tiradores y brillantes en ataque, muchas de las virtudes de los Warriors han sido atribuidas a su oponente de hoy en el pasado reciente. ¿Lograrán Brooks y su staff técnico revertir la situación a tiempo? ¿Habrá algún fichaje sorprendente o intercambio de cromos que resucité un proyecto ambicioso y bien pensado? 




Demasiadas dudas para quienes aspiraban a ser más que serios candidatos al premio gordo... Pero, por el bien del basket, que vuelvan pronto a soplar mejores vientos en Oklahoma. 

DOMINGO EN TRES ACTOS

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EL MEJOR PARTIDO EN MUCHO TIEMPO... 




Unicaja y Barcelona son sinónimos de espectáculo. Sin embargo, pocas veces han regalado en el Palau una ópera como la brindada ayer. Un partido impresionante, afortunadamente, más contagiado del gusto por el ataque de Joan Plaza que por la siempre eficaz táctica de la pizarra de Xavi Pascual. El líder visitó la Ciudad Condal y demostró quién era, lanzándose a la yugular del encuentro. Más de 100 puntos, algo muy meritorio, teniendo en cuenta que un pilar como Fran Vázquez apenas logró una canasta de campo. 




Un encuentro de altura, un homenaje a los Denver Nuggets de inicios de los 80. El triple milagroso de Abrines sirvió para hacer proseguir el goce con una prórroga. Todo fue perfecto, los fallos de unos y otros llegaban en el momento oportuno para que nadie se distanciase en el marcador. La buena dirección de Markovic hizo olvidar a los malagueños la inesperada remontada sufrida en Turquía, mientras que los culés tenían aún en mente el histórico tercer cuarto de M. Huertas para tumbar al siempre ultra-competitivo Panathinaikos. 





Pérdidas por faltas personales de jugadores como Thomas fueron minando lentamente a un líder que vendió muy cara su piel, teniendo el partido controlado hasta casi el desenlace el encuentro. Solamente el tiro imposible de Abrines les privó de una victoria de prestigio. Reflejo de la personalidad del entrenador la cara de Plaza tras el impresionante buzzer beater, pidiendo calma a sus pupilos. Un Unicaja que, como siempre este año, demanda el respeto que merece



EL TERCIO DE BASKONIA PIERDE, PERO NO SE RINDE... 




Fue una canasta agónica, de las que le gustan. Probablemente, recordó el lanzamiento con el que los suyos ganaron la Copa del Rey del pasado año. El Laboral Kutxa llegó a Madrid con la responsabilidad de ganar para no perder la posibilidad de competir en el torneo del KO. En el aspecto emotivo, se reencontraron con uno de sus mitos, Andrés Nocioni, pilar de los gloriosos años del Tau Cerámica, ahora defendiendo a los merengues. 



Precisamente Nocioni y Colton Iverson fueron la metáfora perfecta del pulso entre madrileños y baskonistas, en un duelo no tan anotador domo el de Barça y Unicaja, pero muy emotivo y con luchas bajo tableros encarnadas por gladiadores como Felipe Reyes. Conforme avanzaba el encuentro, los nervios seguían aflorando. San Emeterio y su acierto exterior marcaban el ritmo norteño, hasta que los de Pablo Laso se abocaron a una de sus célebres remontadas agónicas. 




Fabien Causeur fue el gran protagonistas, junto con Sergio Llul, de un desenlace de un tercer cuarto donde el aro de los vitorianos vieron como a su ataque se le hacía de noche. El robo final de Rudy Fernández (a quien sigue sobrando clase y capacidad de enfadar a las aficiones contrarias con una actitud algo chulesca) acabó con el sueño copero de los de Ibón Navarro, aunque uno de los clubes más míticos de la ACB parece haber encontrado el camino y el carácter para intentar volver a estar en lo más alto en un inmediato futuro. 


UNA MADRUGADA EN CHICAGO


A veces, se nos olvida que Pau Gasol es Pau Gasol. El heredero de aquella aventura excitante y peligrosa que había abierto Fernando Martín tiempo atrás. El primer All Star de nacionalidad española (fue en Houston, 2006). No fueron fáciles los últimos años en los Ángeles, tras tantas alabanzas y días de vino y rosas en el feudo californiano. Tampoco un verano cayendo en cuartos de final, tras besar muchos metales precioso. Pero Pau es Pau, en los Bulls se han dado cuenta de inmediato. Lo que sufrieron los Bucks en este domingo de caviar bajo aros no fue casual. 



46 puntos, 18 rebotes y 3 asistencias. Una jornada que necesitaba. De acuerdo que Marc Gasol está haciendo un año en Memphis a la altura de los mejores, tampoco es moco de pavo lo que muchos otros ÑBA han conseguido en los últimos tiempos. Pero ayer hubo un toque de atención del viejo maestro del poste bajo, un aviso a navegantes. Pau sigue pudiendo dar mucha guerra, ser diferencial en el proyecto de Tom Thibodeau, quien respiró tranquilo, pues sus discípulos corrían el riesgo de caer por tercera vez consecutiva en este curso. 




El United Center respiró tranquilo al verle palmear, rebotear, desmarcarse y lanzar esos disparos de media distancia con los que ayudó a los de púrpura y oro a ganar dos anillos y disputar tres Finales NBA. No era moco de pavo el chico. A veces, se nos olvida que Pau Gasol es Pau Gasol. 


LA DINASTÍA DEL CHOLO

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Cuando el Atlético perdió su simpatía... 



Hubo una época en que eran bien vistos en el imaginario popular. Simpáticos, inofensivos, un toque de folclore para el campeonato liguero, un motivo de chiste para los aficionados rivales. Existía un pasado escrito con letras de oro, con nombres con Luis Aragonés, Gárate o Helenio Herrera, pero nadie parecía querer recordarlo. El Atleti callaba, porque los desfiles de entrenadores habían sido muchos y el descenso a segunda división había dejado una marca muy fuerte en uno de los equipos más longevos en el fútbol español. 




Hoy en día eso ha cambiado. Ya es muy difícil que un seguidor madridista diga que los colchoneros les resultan majos, incluso graciosos. Se notó, por ejemplo, en la visita a un renovado Valencia, la entusiasta afición che presionó a los vigentes campeones como si fueran azulgranas o blancos; es el precio que ha dejado uno de los proyectos deportivos más interesantes de los últimos años. Sin que sirva de precedente, dejamos brevemente aparcado el baloncesto en Never Shall Me Down para indagar en una dinastía muy particular, la establecida por Diego Pablo Simeone y su cuerpo técnico en las orillas del Vicente Calderón. 





La pasada campaña les tuvo como los insospechados protagonistas de algunos de los momentos más épicos del curso. Sin embargo, más allá de la conquista del campeonato en el Camp Nou y la épica final de Lisboa ante sus archi-rivales blancos, las raíces del germen del resurgir rojiblanco fueron sembradas mucho antes. Igual acontece cuando se indaga en los orígenes de la transición de los ofensivos Pistons de comienzos de los 80 a los temibles Bad Boys de finales de la década, tiene que existir una caída de Damasco que haga variar el rumbo. 




Marcos López, en su espléndido libro La pizarra de Simeone, se remontaba a la dignidad recuperada bajo la batuta de Quique Sánchez Flores, actual entrenador del Getafe, quien logró lo más complicado, que los indios volvieran celebrar títulos importantes. Hubo entonces una nueva mirada al abismo, porque llegar es complicado, mantenerse dificilísimo. Fue entonces cuando se miró al cholismo, a la mirada de un estado mayor argentino, curtido en mil batallas: Simeone (Aníbal Barca), Germán el Mono Burgos (Maharbal) y el profe Ortega (Magón).   



Táctica, estrategia y corazón


Parecía un vestuario derruido. Pese a ello, aquel nuevo centurión convenció a aquellas cohortes que debían viajar a Málaga, siguiendo la tónica marcada por Santiago Posteguillo, de que no eran unas legiones malditas. Simeone contaba con una ventaja al desembarcar en la capital, su reputación como jugador. No era el más talentoso o dulce del mundo (el pisotón a un estelar Julen Guerrero en San Mamés sigue recordándose en los alrededores de la Catedral), pero el Cholo fue un centrocampista del que nunca dudó la parroquia del Calderón en lo que más valoran: esfuerzo, inteligencia colocándose y compromiso. 




Un enfermo del balón y lo que hay alrededor de él, un discípulo de maestros tan opuestos como Bielsa y Bilardo, alguien capaz de transmitir. El nuevo míster cogió a los talentosos y los convenció de correr. Buscó esa confianza extra que tenía antes de la grada para demostrar a sus muchachos que contaban con un público que podía ser una de las aficiones más entusiastas del mundo si les daban lo que querían. Fueron unas semanas decisivas, pero las fundamentales para poder lograr luego grandes noches ante Chelsea, Madrid o Bilbao. 





Junto con esa pasión obsesiva, un paréntesis de rock and roll, insoportablemente él, como se definiría a sí mismo, Germán el Mono Burgos, un socio de los días de la albiceleste, el tipo que dibujó el tanto de la victoria en Oporto. Alguien capaz de ir al frente y desencadenar la III Guerra Mundial en un derby, el segundo de a bordo que alguien como Diego Pablo necesita. Lo captó un programa tan longevo como El día después, en uno de sus primeros reportajes sobre la revolución que estaba operándose en can Atleti. Una victoria bajo un frío que calaba los huesos ante un duro Granada, la clase de triunfos que se irían haciendo comunes. 




Los Utah Jazz de Stockton y Malone podían dar fe de esa clase de milagros cotidianos. La sensación de ir sumando méritos en trabajados inviernos, para poder disfrutar en verano. No era el hipnótico y fascinante juego del Barcelona de las mejores épocas de Rijkaard y Guardiola, tampoco la poderosa pegada y versatilidad exhibida por el Madrid de los últimos años; de cualquier modo, aquella metodología de esfuerzo innegociable y solidaridad fue cambiando el planning de muchos, justo cuando el bipolio se había instalado en un país.  


Referencias variables, espíritu constante


El Calderón necesitaba una noche así. También que fuera él; Arda Turan había prometido dar su corazón a Simeone, al más puro estilo de devotio lusitana. En frente, estaba algo más que el poderoso campeón de Italia, la Juventus de Turín. Un grito descarnado tras un tanto que abría la lata de un partido ultra-defensivo, una guerra de trincheras donde italianos y rojiblancos se mueven con tanta habilidad. El Atlético se jugaba seguir vivo en su grupo de la muerte de Champions, acabarían como primeros, el otomano tomaba el testigo de los Falcao y Diego Costa. 




La marcha del goleador colombiano fue el ejemplo de una nueva manera de hacer las cosas. Falcao había sido el hombre clave por su pase a Costa para tomar el inexpugnable Santiago Bernabéu en Copa del Rey; no obstante, Radamel, el verdugo de los leones de Bielsa y el Chelsea, acabó tomando el rumbo a Mónaco. No hubo reproches ni ataques, solamente palabras de agradecimiento mutuas, especialmente por parte de un Simeone que logró convertir a un talentoso volcán llamado Diego Costa en el gran delantero que se había insinuado ya en el Rayo Vallecano.   




El paso al frente de Costa se tradujo en una impresionante chilena ante el Milán, un campeonato doméstico de ensueño y el triste epílogo de Lisboa, antes de pasar a las filas de José Mourinho. Dio lo mismo, ahora el rumbo lo marca un estrella atípica, quien se mueve bien como uno más, en esa guardia pretoriana custodiada por los Godín, Siqueira y Mirandas de los dominios de Moyá y Oblak. Una filosofía que en aquella Motown que logró desafiar al trébol y el Hollywood californiano se hubiera entendido muy bien: para poder batirse con Barça y Madrid hacía falta eso, un sentimiento de grupo. 




La estrategia de Simeone, custodiada en las reservas de gasolina por el profe Ortega, pasaba por comprender que hay cuatro citas donde se puede fallar, esos supuestos partidos insalvables. Contra el resto, dependía de ellos. Hoy, unos ambiciosos Valencia y Sevilla, entre otros, han tomado esa senda, desenterrando las hachas de guerra de una Liga que parecía adormecida ante los récords de puntos. "Cuanto más juguemos contra ellos, mejor, porque más se aprende". Eso lo sufrió en sus carnes, bien que los sentimos los culés, el Barcelona del Tata Martino, a quien la defensa colchonera martirizó en los constantes duelos que sufrieron. 


Hay defensas que matan


Lo fue la de los Miami Heat de Alonzo Mourning, también las tretas de Dennis Rodman bajo los aros de los Bulls... Las dinastías, en ocasiones, recurren a ellos. Los pulmones de Gabi, Juanfrán y cía pueden dar fe de ello. Recuperaciones, presionar, asfixiar y no dar un encontronazo por perdido. Hay quien los acusa de violentos o antifútbol. Otros, justifican la hazaña de un conjunto que lucha contra los presupuestos millonarios más potentes de Europa. Tal vez, la solución intermedia dada por Paco Jémez sea la correcta; el Atleti ha devuelto valores de competitividad, pero los árbitros deberían decidirse a poner unos límites o permitir a los clubes modestos como su Rayo a jugar con esa baza. 




Volvemos a lo de antipáticos. Siendo honestos, es más fácil ver a Kobe Bryant o a Messi quebrar a cinco contrarios que encontrarle el gusto a un repliegue de acordeón de una de las retaguardias más sólidas del planeta fútbol actual. Pero eso no significa que no tengan mérito, todo lo contrario. Estos últimos de la extraña dinastía apache han sido bañados en un don poco común: detectar las falencias de un oponente y exprimirlas, haciendo que olvide sus virtudes. Una receta que ha dejado a muchos cracks con un gesto de frustración atípico. 




Un buceo que pasa también por recuperar a viejos rockeros para las causas. Primero fue David Villa, cuya generosidad fue básica para el año increíble de Costa. Ahora, Simeone se ha inventado la carta de Fernando Torres. Muchos, yo incluido, pensábamos que era muy difícil recuperar a corto plazo al antiguo mito del equipo que ligó su destino al polémico Jesús Gil en las últimas décadas del siglo XX. Sin embargo, su exhibición en los octavos de final de la Copa del Rey (con ovatio a Griezmann incluida) ha vuelto a demostrar que los planes del cholismo siempre obedecen a un objetivo.  




Espero que, dentro de mucho tiempo, se les eché mucho de menos y se les ponga en el sitio que merecen. En de aquellos, por entonces, no tan viejos San Antonio Spurs que rompieron la tiranía de talento de Shaq y sus Lakers, la de esos eternos inconformistas que sobrevivieron a un mazazo tan duro como perder con aquel espectacular buzzer beater de Sergio Ramos en la cancha del Benfica. Unos indios que, como dijimos hace unos meses, han recuperado Fort Apache. 

EL BALONCESTO ILUSTRADO: REVOLUCIÓN EN LA CASA BLANCA

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No debe ser un hecho casual. Algunos de los últimos libros surgidos al calor de la producción bibliográfica que está empezando a surgir acerca del deporte de la canasta española, parecen protagonizados por una de las generaciones más importantes que provocó la revolución conceptual que llevó al gran hito de este deporte en la década de los 80 en la península: la medalla de plata de los Juegos Olímpicos de los Ángeles. Para ser concretos, los últimos de estos trabajos (la biografía de Fernando Romay, ya reseñada, por ejemplo) tienen un fuerte acento de la capital. 





Sirvan como muestras de ello El baloncesto y la vida (auto-biografía de Juan Antonio Corbalán) y Ahora que me acuerdo (segunda parte de las desordenadas, y divertidas, anécdotas de Juan Manuel López Iturriaga). El primero es, sin duda, uno de los bases más importantes que ha dado la casa merengue, la evolución perfecta de sus dos predecesoras en la batuta del Real Madrid, Ramos y Cabrera. El segundo, el más célebre "palomero" que se recuerda, actualmente, poseedor de uno de los blogs más atractivos sobre nuestro deporte que se pueden visitar.  





Nada menos que 12 ligas ayudó a llevar para su equipo el buen doctor, en nexo de la época clásica (los Brabender, Escorial, Gregorio Estrada, Manolo Flores, etc.) y los nuevos tiempos, aquellos que Díaz-Miguel supo aglutinar para un éxito que no sería superado hasta que los Gasol, Navarro, Reyes y compañía aterrizaron en el escenario. Un playmaker al estilo John Stockton, formado bajo la batuta clásica de los Pedro Ferrándiz y Raimundo Saporta, pero también viajando hasta North Carolina para descubrir que existía otra galaxia donde había auténticos prodigios, equipos universitarios que habrían podido abatir a selecciones profesionales de mayores. 





Un Madrid clásico, aún con la aureola de Santiago Bernabéu, una mezcla de todo un poco, cuestiones atávicas y modernidad, jerarquías y competitividad. Corbalán refleja su reclutamiento en aquellos años, siendo uno de esos casos donde el talento de la criatura ya despunta en el colegio, aunque sus entrenadores en el conjunto merengue decidieron que, si bien otros podían anotar sus puntos, no muchos otros en aquellos lares podían distribuir así el juego. El caso de Iturriaga es completamente distinto, pero complementa la historia.  


Según sus propias palabras, marchado a jugar a un equipo de las afueras de Bilbao llamado Madrid, el escolta-alero fue uno de los jóvenes talentos más veloces que se podían ver sobre el parquet. Una carrera que, si bien fue muy notable, se intuía aún mayor en los primeros tiempos. De carácter extrovertido y divertido, no ha sorprendido a nadie que "Itu" haya logrado reconducir su carrera tras la retirada deportiva a los medios de comunicación. Dos exponentes de un club histórico en las décadas de los 70 a los 80, era un Madrid que pasaba de venerables monasterios amanuenses a tener máquina de escribir. 





Unos novatos que irían socavando el sistema de tratar a los chicos de primer año y la jerarquía a la hora del asiento. Fue Fernando Martín, siempre con el carácter pionero que lo definía, quien empezó a negarse a aquellos peajes que pagaban los recién llegados. Las semillas fueron sembradas por Corbalán, quien se las tuvo con su admirado Pedro Ferrándiz, uno de los primeros grandes zorros de los banquillos en España; no obstante, los tiempos estaban cambiando como en la canción de Dylan y esa relación de abuelo severo y entrañable de Pedro no cuajó tan bien con el barbudo Iturriaga, eran una generación diferente, 




Una década donde surgirían nuevas potencias, el siempre incipiente Joventut consolidó su candidatura de algo más que aspirante, el Barcelona ligaba su brillante historia moderna a la figura de Epi y una sabia política de fichajes, mientras que escuadras como el CAI Zaragoza lograban perlas tales como Fernando Arceaga, lo cual incrementaba la competición, Era la antesala de los duelos Fernando Martín VS Norris, la floreciente Penya, los años dorados del Barça de Aíto en los torneos largos... El Madrid encontró en Lolo Sainz al estratega adecuado para aquel cambio de coyuntura. El propio doctor lo resume: "Los ochenta las pertenecieron a nuestros rivales. Pero no estábamos muertos".  




Sainz tenía pasado como jugador, había aprendido de Ferrándiz y Saporta, pero tenía un toque de sangre nueva que era muy necesario para lo que empezó a ocurrir desde otoño de 1976. Quedaban gloriosas tradiciones como los torneos de Navidad bajo el humo previo a la Nochebuena, como en las épocas más depresivas, su club era una de las pocas cosas que se podían enseñorear. Antes de llegar Iturriaga, Corbalán ya había jugado en el Luna Park, ganado un mundial de clubes, perdido y ganado muchos duelos europeos ante titanes como el Varese... 


Una diferencia de estilos que se nota en ambos libros, los dos, muy interesantes. El de Corbalán es metódico, cohesionado, ordenado con cirugía, dando los datos precisos y en el momento oportuno, adquiriendo el estilo a medida que avanza el relato. Por su lado, los dos volúmenes de Iturriaga son frescos, rápidos, divertidos, informalmente desaliñados, menos pudorosos a la hora referirse a sus propios demonios. Sin duda, se notaba que, al fin, los jugadores blancos se sentaban en la mesa para algo más que hablar de las canastas, sino que empezó a filosofarse, a hablar de política, cine y tantas otras cuestiones. Era una generación de deportistas distinta, ilustrada, quizás ese multitasking que impidió que el polivalente alero vasco se consagrase a su disciplina con el sacerdocio de un Petrovic, pero que le granjearon las simpatías de aficiones propias y rivales. 




Ambos debieron vivir de distinta, pero igualmente emotiva manera, aquellos instantes previos en las taquillas silenciosas del vestuario californiano que tenía nombres legendarios como Kareem o Magic, entre otros. Corbalán, capaz de alternar eficacia e imaginación, intentó dar un difícil pase de espaldas ante aquellos lobos universitarios norteamericanos (donde Michael Jordan y Patrick Ewing ya eran algo aparte). Su perseverancia le valió dos tiros libres que tenían un sabor histórico. Después, un tal MJ empató con un tiro a tabla y devolvió la lógica al baloncesto. 



Reflexiones muy interesantes en ambos casos, con las que coincidir y discrepar, pero que reflejan la importante revolución ilustrada que tuvo lugar en la Casa Blanca. Épocas donde Iturriaga tuvo que seguir a gacelas anotadoras como Drazen Petrovic, a la par que también un retorno al norte de donde vino, incluyendo duelos con sus antiguos compañeros. El ocaso de la carrera de Corbalán también le permitió disfrutar en Valladolid de uno de los talentos más exuberantes que vivió el Viejo Continente: Arvydas Sabonis. 




Gracias a aquellos jóvenes imberbes (también a los de Jordi Caró y Manuel Bosch, los Epi, Sibilio y Nacho, a la incombustible cantera del Estudiantes, etc.) comenzaba un proceso de un modelo diferente de jugadores de baloncesto, el cual ha culminado con hechos como el feliz duelo entre dos hermanos apellidados Gasol en el próximo All Star. Gracias a la generación de Roseto y a los que estuvieron antes. 

EL VIEJO CONTINENTE SE COMPLICA

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LA FIEBRE AMARILLA ES EUROPEA


Fue una jugada y no necesitaron más. A fin de cuentas, Jeremy Pargo y su mate solamente volvían a constatar un hecho: el Maccabi Tel Aviv es campeón de Europa, el vigente defensor del título. La Mano de Elías ha visto a muchos grandes equipos caer en su feudo. Ya estuvo por allí el Barcelona en este TOP 16. Ahora, era el turno del Real Madrid, el cual quería una victoria de prestigio tras la pasada Final Four con los mismos protagonista. A pesar del basket vistoso y ofensivo desplegado por los de Pablo Laso en el primer cuarto, el partido se iría complicando. Suele suceder por esos lares. 



Una y otra escuadra dieron una lección de un partido con carácter. Justo cuando el tercer cuarto se las prometía felices para los locales, un triple de Rudy Fernández en la esquina bajaba los ánimos de una grada entusiasta. Lo del mallorquín sigue siendo impresionante; por un lado, su juego, alegre, eléctrico y repleto de calidad. En el otro, su capacidad de generar animadversiones en los contrarios. Fue allí donde el conjunto amarillo se encomendó a su Sofo, ese mini-Shaq mortífero que Grecia utilizó en 2006 (bajo la sabia dirección del general Papaloukas) para romper a la todopoderosa vanguardia estadounidense en el Mundial. 



Fue un 90-86 apretado y tenso. Los locales lo celebraron por la entidad del oponente, viéndose al polémico y legendario Phil Gershon bajando a celebrarlo con jugadores y staff técnico. Ya no está el zorro ruso de Blatt, el responsable en la pizarra de los milagrosos duelos a muerte súbita con CSK de Moscú y Madrid, pero el espíritu de campeón no se ha ido. Tel Avi es parada obligatoria para el título. 


ES LO QUE SE DICE 20 AÑOS DESPUÉS...

Así contestaba Joaquín Sabina a Jesús Quintero. La pregunta era qué significaba la palabra genialidad. En el Palau no se ha necesitado tanto tiempo. A fin de cuentas, no hacía demasiado que el dorsal 13, Sarunas Jasikevicius, hacía feliz a la parroquia culé. El lituano, genio y figura, atendió a los medios de la Ciudad Condal, convencido de que el papel de asistente no le resultará excesivamente difícil: "Es más fácil gritar que tener que clavarla de tres". Pudo recibir la encendida ovación de la que fue su casa, acompañado de uno de sus mejores compinches, Juan Carlos Navarro, quien, lamentablemente para la noche europea, estaba vestido de paisano por lesión.  




Saras captó la previa del partido hasta el salto inicial, su carismática figura sigue siendo una de las más importantes del basket europea. Después, los azulgranas no pudieron tener nostalgias en un encuentro trampa, el cual llegaba en un clima de bipolaridad galopante en los de Xavi Pascual. Casa, fiesta. A domicilio, funeral. La derrota en tierras vitorianas escocía, en Euroliga no iba mucho mejor la cosa cuando se alejaban de casa. Fue un partido para que ese extraño elemento llamado Tomic, finura y elegancia, a la par que capacidad de borrarse de los partidos, volviera a demostrar que es los mejores centers de europa, cuando no tiene la cabecita extraviada. 




Nachbar sigue siendo un secundario de lujo, alguien ideal para combinar y que hace una labor tan silenciosa como necesaria. Acabó el partido con una victoria clara de un Barcelona que rindió tributo a uno de los mejores bases de su historia (de hecho, Huertas pareció homenajearle con una asistencia de fantasía, mirando para el otro lado al lanzar el ally). Era la sensación de una noche redonda. Pero, ¿cuánto durará? Coger las maletas se ha vuelto un trauma para los pupilos de Pascual. Aguarda el Madrid. Mejor guión, imposible. 


LA FALTA DE COSTUMBRE

No están acostumbrados y se nota. El Unicaja de Joan Plaza ha encontrado su ritmo en la ACB, de hecho, junto al Joventut, son la gran causa de que se haya acabado el bipolio de los últimos años entre merengues y culés. Lamentablemente, la segunda fase de la Euroliga se la ha atragantado hasta límites infernales a los malagueños, quienes perdieron un vital encuentro en todo un fortín como el Martín Carpena. 



Fue un partido extraño. Zeljko Obradovic y su Fenerbache vinieron a la ciudad andaluza para un partido vital para el futuro de ambas escuadras. Las defensas y desaciertos ofensivos brillaron. Circulación de balón exigua y muy pocos tirones de ese juego malacitano que tanto está deslumbrando en la liga, donde son brillantes líderes en solitario. Únicamente Fran Vázquez pareció tener una regularidad constante. Los otomanos tiraron de oficio y son cada vez más competitivos.



Aún se recuerdan por esos lares la épica F4 que los Sánchez, Garbajosa, Brown y compañía llevaron a una de las zonas que más vive baloncesto en España. Aunque aún puede darse el milagro, los de Plaza deberán concentrarse en Copa y Liga, donde son candidatos a todo. La desazón en el Viejo Continente este año puede ser la piedra de toque para un próximo asalto en el siguiente curso. Quién sabe si con algún título en el zurrón para aquel entonces... 



EL REGUSTO DE LO CLÁSICO

Su situación es la inversa del Unicaja. El Laboral Kutxa no irá a la Copa del Rey, torneo del KO donde ha sido brillante protagonista en los últimos años. La institución baskonista se ha caracterizado por el orden y el buen concierto en su gestión deportiva, pero este año ha sido de vaivenes. Se fue un referente y hacedor de vestuario como Andrés Nocioni, pero nada explica el incierto paso del conjunto por la Liga, además de un baile de altas y bajas. 


Pero ahora parece haber llegado el orden y no es tarde, ni en España ni en Europa. Un nuevo golpe de autoridad en su TOP 16, ante unas tropas milanesas que traían viejos conocidos como Kleiza. Puñaladas de James y juego coral, el mismo estilo que desarboló al Barcelona el anterior fin de semana. Los vitorianos han vuelto y tienen mucho por decidir. 


Lo mejor es que no hicieron falta grandes anotaciones de San Emeterio, los visitantes sufrieron un estilo rocoso en defensa y contundente en ataque. La entendida afición baskonista respiraba aliviada. Eso comenzaba a parecerse a lo que solían ver... 

HALCONES Y PALOMAS: ATLANTA HAWKS, CONTRA PRONÓSTICO

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No podemos presumir de adivinos en este blog. Cuando iba a comenzar este año, nosotros nos preguntábamos si lo de los Lakers iba a ser tan caótico como se intuía. Interesaba mucho la enésima juventud de San Antonio, el nuevo rumbo de Lebron y cómo vivirían en Florida sin él. También estaría Durant, había que andarse con ojo con Marc Gasol y su impresionante evolución, el rumbo de Pau a Chicago, etc. ¿Y Golden State? Algún recuerdo de la calidad de Curry y gracias. ¿Y Atlanta? ¿Mande? En fin, lo dicho, menos mal que no hemos de ganarnos la vida cual Casandras. Mientras tanto, los Hawks han ido a la suya. Les ha costado, pero nos lo han metido en la cabeza tras una cincuentena de partidos de sudor, sacrificio y honestidad. 




David Carro ha diseccionado el milagro de esta franquicia del Este con precisión quirúrgica, en un espléndido artículo para el número 1433 de la revista Gigantes. Y eso que comenzaba pintándose un panorama desolador. Pocos abonados. Muchos años de decepciones (en el recuerdo aquella vez que pusieron las gónadas por corbata a los Celtics de 2008 y aquel año en que Lebron y sus Cavaliers les devolvieron a la realidad), un propietario con el don del antiguo dueño de loa Clippers para hacer comentarios controvertidos y muy poca fe en un futuro inmediato. Pero, a veces, la gente se enfada y trabaja. Eso ha instaurado Mike Budenhoolzer, técnico de los halcones, una paloma que aprendió de altos vuelos en la inagotable escuela de estrategas de Popovich. 



Por su lado, Paul Shirley, echándole gracia al asunto en su columna, se burlaba de cómo ahora todos queremos racionalizar el paso arrollador de Atlanta con teorías que no hubiéramos contemplado apenas hace unos meses. Hablaba de "el líder misterioso". Verdaderamente, tiene su encanto el nombre. Son los días de Millsap, Teague, Horford y la cohesionada compañía. No les habíamos considerado, ¿no es el momento de dejarles, cuanto menos, disfrutar de su éxito sin ponerles fecha de sesuda caducidad?


Junto con los aguerridos guerreros, los buenos muchachos. Hace ya algún tiempo, Kyle Korver era un tirador de muñeca fina y cara angelicalmente aniñada a quien su compañero en los Sixers, un tal Allen Iverson, animaba desde la banda en concursos de triples para el All Star. Ahora, en Atlanta, curtido y tras haber pasado por academias tan duras e instructivas como Utah, Korver vive uno de los momentos más dulces de su carrera, involucrado en una dinámica ganadora y destapando todo su potencial. El sitio adecuado y el momento justo. Tal vez esto explique lo de Atlanta, más allá de sesudas disertaciones.




Fue un triple de Kyle el que decidió aquel gran enfrentamiento con Memphis, uno de los conjuntos de moda en la NBA. Los Hawks necesitaban ese partido con aroma a Playoffs. En el banquillo, había un veterano curtido en mil batallas que había ayudado a Macedonia a dar uno de los campanazos de la historia del Eurobasket. Pero Antic, tatuajes y cara de perenne enfado incluida, se sacó 13 puntos, 3 rebotes y un tapón. Sobre todo, su ferocidad aceptando el reto de un bravísimo Marc Gasol, fueron las claves para el milagro cotidiano que están siendo estos gallitos del Este. Un nosotros, en plena guerra de egos y súper-estrellas.



Sefolosha o Dennis Schröder (qué gran noche a costa de mis queridos Mavs) son ese ejemplo de un estado de gracia que ya ha permitido a una grada que estaba inmersa en la abulia y la falta de fe, vuelve a levitar y creer que aquellos años de Dominique y sus mates tendrán continuidad. Hace ya demasiado de los vuelos del gran Nike y las asistencias de Doc Rivers. Los halcones se habían tornado palomas, pero ahora han crecido y son halcones. Todos saben cuál es la gran cacería.


Será en mayo. Allí es donde el pabellón de los halcones puede levitar o resucitar viejos fantasmas. Sienten que este quinteto y su espléndido banquillo están preparados, que no van a fracasar en ese momento tan mágico que se llama Playoffs. Harán falta heroicidades como la de Shelvin Mack, quien salió de la nada para el gran público, justo a tiempo para sustituir la baja de Jeff Teague, tomándose la revancha antes los Cavs de Lebron, quienes les habían humillado en el anterior encuentro.



En honor a la verdad, el año pasado ya demostraron mucho de ese poderío, pero aquí no les quisimos dar bola. Preferimos centrarnos en la crisis bipolar que estaban sufriendo los Indiana Pacers, en vez de pensar que aquellos Hawks sabían muy bien a dónde iban. Esa experiencia ante aquellos poderosos líderes del Este, debe ser la piedra angular para superar la primera roca que presente el camino. A partir de entonces, tras el esfuerzo, tocará soñar.



Habíamos pensado que la marcha de Josh Smith, gran jugador e indiscutible astro del campeonato, era otra puntilla al enésimo intento de reflotar el proyecto. Habíamos olvidado pensar en el concepto de equipo. Y eso es lo que está manejando Atlanta. Por eso, las palomas se convirtieron en palomas.



PRÓXIMA HOMENAJE: REPASO AL ALL STAR Y HOMENAJE A COACH SMITH

UN ADIÓS QUE NO QUERÍAMOS DECIR... DEAN SMITH

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Chicos bien, moral alta, respeto al adversario. Un lema fácil de pronunciar, difícil de seguir. La frase era pronunciada por Ladislao Kubala, el primer gran jugador de la historia del Barcelona, el astro húngaro que, al convertirse en entrenador, popularizó este amistoso grito de guerra a sus pupilos. "Lazy", como era cariñosamente llamado, pertenecía a esa extraña raza de deportistas de los que hablaban bien compañeros y adversarios. Hoy, en North Carolina, pueden comprender perfectamente ese sentimiento. No lo harán solos. Falleció Den Smith, y eso implica que el mundo del baloncesto en general, y la NCAA en particular, acudan a brindar su tributo a una de las instituciones andantes de los banquillos norteamericanos.  





Unos talones de alquitrán que, en no pocos casos, han terminado siendo astros de la NBA. Un tal Michael Jordan anotó su primer gran tiro a las órdenes de Smith, una preciosa suspensión, la primera de muchas, que valió para vencer en una final al joven astro de Georgetown, nada menos que Patrick Ewing. Muchos años después de aquello, MJ, ya convertido en un icono mundial, seguía reservando sus momentos para hablar con el coach, ese hombre de cabellos plateados y aspecto venerable, uno de esos tipos que casi parecían incapaces de perder la sonrisa. 



"Lo único que sé es que Rasheed celebra un mate y ya le están pitando una técnica. Si alguna vez hubiera podido machacar el aro, yo también habría gritado de alegría". La frase fue pronunciada por Dean acerca de un joven y díscolo talento llamado Rasheed Wallace. Un hijo de Philly, un potencial bárbaro y una gran fuente de conflicto para los árbitros. El señor de las faltas técnicas de la NBA. Sin embargo, durante sus dos años con Smith, los roces con su superior fueron mínimos. Wallace acudió con gesto solemne al homenaje de aquel hombre que, en mitad de los festejos por otro título para los North Carolina Tar Heels, viajó hasta la ciudad del Amor Fraternal para hablar con una combativa madre soltera, Jackie Wallace, acerca de que quería entrenar a uno de sus hijos, de quien se decía era lo mejor que había salido allí desde la época de Wilt Chamberlain. 


En verdad, somos muy injustos al resumir tan ilustre trayectoria a su afabilidad y personalidad, pero, en el caso de Smith, las formas eran tan importante como el contenido. Un ejemplo perfecto lo dio en un duelo de altos voltajes: North Carolina versus Duke. Dos todoterrenos de las universidades en las canchas. A pesar de ser dos competidores natos, Mr. K y Dean Smith dieron una constante lección de caballerosidad. Rivales en la pista, donde los sistemas y bloqueos se ponían a prueba, todo terminaba siempre en un afectuoso reconocimiento y saludo, ganasen o perdieran. 



La cuestión ha alcanzado un nivel mediático acorde con la personalidad homenajeada en Estados Unidos, el propio presidente Obama dedicó unas reflexiones al impacto del longevo inquilino de la pizarra en Chape Hill. Afortunadamente, sus méritos le permitieron recibir muchos reconocimientos antes de que llegase la falta noticia. Por encima incluso de sus asiduas apariciones en la Final Four, destaca su incursión en el prestigioso Salón de la Fama. 



879 victorias dan para mucho, pero también se inserta en su palmares el brillo del oro olímpico, su paso por la selección nacional, una carrera entre un millón. Durante mucho tiempo, North Carolina y Dean Smith fueron la misma cosa, un sello, un foco de atracción de muchos talentos de todo el país, los cuales querían conocer a esa figura que encaminaba prometedoras trayectorias a las más altas cotas, favoreciendo el enriquecimiento personal. 


A nadie debería extrañarle la forma de volcarse de la NBA con su trayectoria, puesto que, si bien nunca entrenó a ninguna franquicia, fue el responsable de pulir muchos diamantes en bruto, los cuales terminaron por convertirse en personalidades de calibre All Star. Vaya una pequeña lista: James Worthy, Vince Carter, A. Jamison, Kenny Smith, Jerry Stackhouse, Sam Perkins... Y así podríamos seguir sin hacer excesivos esfuerzos de memoria. 




Siendo pragmáticos, 83 años dedicándose al deporte que más amaste, dejando una familia atrás y una gran cantidad de amigos por el camino, es para sentirse más que satisfecho. Nada mueve a la pena al mirar atrás en lo que ha dejado Smith a sus queridos muchachos de North Carolina. La pena es que estas cosas nos recuerdan que todo tiene un fin, incluso retirado, seguíamos diciendo: "Juegan contra los de Dean Smith". Igual pasaba con Red Auerbach en Boston, la identificación entre equipo y coach era absoluta e indisoluble. 




"Dean Smith era el retrato perfecto de lo que el baloncesto universitario debería ser"-Roy Williams, actual entrenador de North Carolina. 

BAND OF BROTHERS

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Fue apenas un instante, pero resumía dos carreras, muchos esfuerzos conjuntos... Cosa nostra, ah, la familia. ¿Familia? Los Gasol. Un apellido que en el baloncesto español tiene unos tonos casi míticos, aunque la verdadera leyenda se producirá dentro de bastante tiempo, cuando se retiren y lancemos una mirada al pasado. No hace tanto, algunos pensábamos que Pau Gasol había roto la barrera del sonido al debutar con Memphis Grizzlies y ganarse un hueco en una feroz competencia Oeste. Desde Fernando Martín, nadie había acariciado un premio de estas dimensiones. Pero, hoy en día, Pau y su "hermano pequeñín", Marc, han colocado el listón a unos límites que serán un referente para generaciones futuras. 



Y es que en aquellos primeros duelos contra "bestias" (dicho con todo el cariño) de la talla de Karl Malone, Chris Webber o Tim Duncan, entre muchos otros maestros del poste bajo, Pau se fue formando, sin que ninguno pensase en la verdadera importancia que iba a tener aquel chico. Shaquille O´Neal, filósofo de machacar aros, recordaba al célebre Aristóteles al hablar de la virtud de la excelencia, incidiendo en que es un hábito, no algo excepcional. Y así fue, cada año en los oseznos de los dominios de Elvis, el novato del año iba sobrepasando las expectativas. En silencio, su hermano Marc se formaba en sus universidades y no se amargaba por ser conocido como el "hermano de...".



Y es que lo de Marc es una carrera de fondo. Aquel muchacho que salía a las órdenes de Pesic a la visita de los Grizzlies a S. Jordi, fallando algún tiro libre más de la cuenta y con la sensación de que le sobraba algún kilo de más para el deporte profesional, ha mostrado un tesón de hierro y una capacidad de aprendizaje a la altura de los más grandes. Sin ser santo particular de mi devoción, lo conseguido por "el otro" de los Gasol es un auténtico cuento de hadas. 


De hecho, muchos, junto con Popovich, nos echamos las manos a la cabeza cuando Memphis pareció dispararse en el pie. Pau a los Lakers, una ecuación que dio como resultado tres viajes a las Finales de Hollywood. Por el otro lado, la ciudad de Elvis quedaba huérfana de uno de sus mejores jugadores, a cambio de muy poco sobre el papel... Sin embargo, la gerencia lograba con ello unos derechos que les permitirían elegir a Marc, El dorsal 33 no había demostrado aún nada en el campeonato más fiero, pero ya no era el mismo cascarón de huevo que algunos recordábamos... aquel tipo sabía dónde encaminar sus pasos y, si bien aún le quedaba para igualar el CV brillante de su hermano, tenía todas las herramientas y fuerza de voluntad para intentarlo. 




La experiencia en Girona fue básica para ese proceso. Pau es un icono en el Palau, alguien que, pese a que no le tuvimos todo lo que nos hubiera gustado, es sin duda uno de los astros más queridos que ha visto esa cancha azulgrana. A Marc no lo disfrutamos, se nos pasó ver su real potencial y aquel traslado fue necesario para su formación. Empezó a desarrollar muchos fundamentos, a mejorar hasta extremos insospechados su pase y lectura de juego... Poco a poco, iba cocinando la primera parte de los dos engranajes que los Grizzlies necesitaron para completar el vacío dejado por el primero de los Gasol. Lo que han hecho Marc y Zach Randolph en su franquicia es ponerlos en el mapa de los competitivos de verdad en Playoffs, casi nada. 




Por su lado, ET el Extraterreste, Andrés Montes dixit, necesitaba Chicago tanto como la ciudad del viento a él. Parece rejuvenecido y se ha olvidado de viejos problemas físicos para brindar topes de anotación y coquetear con récords que allí no se recuerdan desde que un tal Michael Jordan se divertía con Pippen y sus compinches. La conferencia Este ha sido balsámica tras ese matrimonio a la italiana tan especial que había tenido en California, un cuento de hadas, compartiendo puso con iconos de carácter tan especial como Phil Jackson, Derek Fisher o Kobe Bryant. Un final muy infeliz para una carrera maravillosa en Hollywood.

Y los dos hermanos disfrutaron del evento. Marc comenzó entonado, encarando sin ningún rubor al actual ala-pívot de los Bulls. Particularmente, una cómoda carrera a la contra para finalizar con un mate debió de saberle a gloria. Pau fue de menos a más, volviendo a mostrar su generosidad, incluso en un duelo de exhibición de estas características, sobresaliendo una excelente asistencia para Carmelo Anthony. El resultado y la estadística era lo de menos, habían logrado estar, dejando el pabellón del basket español muy alto, inmortalizando a su saga en los libros de los choques de las estrellas.




Un dulce arranque de curso tras ese extraño Mundobasket, donde una Francia que planteó unos cuartos de final perfectos para su estilo de juego, apeó a una de las mejores tripulaciones jamás embarcadas en el baloncesto peninsular. El viaje apurado de Marc para ver a su familia por una feliz noticia, acompañado de Pau, puso por primera vez dudas en la profesionalidad de una pareja que había sido puntal de lanza de una de las historias más hermosas vividas por el combinado. Nada se hubiera difundido de haber ganado, pero los Diaw y compañía les privaron del camino a las medallas y quedó un amargo sabor a unas expectativas muy fuertes creadas para ese campeonato.



Pero el evento en New York volvió a mostrar que no se puede blasfemar contra los iconos. Recordando mis reticencias con aquel primer Marc Gasol, leo con cautela las noticias del tercer hermano de la dinastía. "Será imposible que sobrepase a estos dos monstruos". Pero, con eso poder de acierto e intuición, me veo dentro de unos años escribiendo acerca de su debut en el choque de las estrellas. Probablemente, Marc y Pau seguirán rondado por allí también, ganando campeonatos y puliendo récords.




PRÓXIMA SEMANA: RETROSPECTIVA SOBRE LA COPA DEL REY, REPASO AL TÍTULO DEL MADRID, ANÁLISIS DE LA FINAL DE BLAUGRANAS Y MERENGUES, UNICAJA, LA PENYA, PAMESA, GRAN CANARIA DE GALA Y MUCHO MÁS... 

LA COPA DEL REY EN FRÍO: REPASO A LA ISLA DEL TESORO

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EL DÍA D Y LA HORA H FUE BLANCA



Lo querían. Había pasado mucho tiempo desde que el Madrid encadenase de forma consecutiva primeras poles en el torneo del KO. Gran Canaria consagró un proyecto y dio tranquilidad a un entrenador cuestionado, pese al juego desplegado en estos años para entidad blanca. Fue un torneo bonito, intenso, donde se las vieron con todo tipo de rivales. Pero la final fue contra el eterno oponente, lo cual lo hizo aún más dulce para unos y amargos para otros. El bipolio volvió con todo merecimiento. Apenas hacía un días que eliminaban al sorprendente Joventut; ahora, dirigidos por la magistral batuta de Sergio el Chacho Rodríguez, el campeón copero defendió la vigencia de su trofeo, y lo hizo con brillantez. 




Se trató de una final disputada de igual a igual, con momento para cada una de las Némesis respectivas del otro. El Barcelona tuvo un instante de dominio en el segundo cuarto que no supo estirar. Los merengues amenazaron con irse en muchas ocasiones al final, pero siempre había alguna acción (triple mágico de un Navarro en su ocaso, pero que siempre puede sacar un conejo de la chistera, virtud a su talento) azulgrana que les permitía mantener la goma. Se mascaba la tensión. Tomic olía a MPV si ganaban los de Xavi Pascual, en el otro bando, los nominados eran más (momentos de Sergio, Rudy, etc.). 




Y también llegó la hora de los guerreros. Y allí, nadie se mueve mejor entre las señales de humo que Andrés Nocioni. Pocos como el argentino para jugar con el tobillo hecho pelota, luchando cada rebote, anotando sus triples. Le destacó Rudy, flamante MVP de la Copa, a veces, parece que no está, pero el Chapu es lo que todo aficionado quiere tener en sus barricadas. Junto con el colosal Gustavo Ayón (canasta psicológica para expirar el tercer cuarto) y los otros interiores blancos, como bien afirmaba mi amigo Klego, aquello fue convirtiéndose en una trinchera de tapones, algo que hizo pensárselo dos veces a los rivales a la hora de penetrar. 




Llegaba la hora de los valientes. Allí destacó Abrines, capaz de robar un balón que pudo ser muy valioso, sin miedo a jugarse tiros decisivos, hay descaro y arrojo en esta promesa culé. Por su lado, cuando todos los ánimos se crisparon, fue Sergio Rodríguez quien encontró el camino a la canasta cuando muchos defensores lo cerraban. Sobraron las declaraciones de Marcelinho Huertas sobre la labor arbitral, mientras que Xavi Pascual dio un ejemplo a su base de que hay que saber perder, más en un partido donde sus oponentes tuvieron ese punch decisivo en los minutos de la verdad. Pero antes, habían pasado muchas cosas.


CUESTIÓN DE TRADICIÓN


Algo así hubieran dicho en la magnífica El violinista en el tejado. El Unicaja había pasado con solvencia los cuartos, se presentaba con un juego que había dominando en la fase regular y tenía los suficientes elementos (Thomas, Granger, Vázquez...) para desbancar a un Barcelona raro, errático y con muchos problemas lejos del Palau. Pero los de Xavi Pascual llevan seis años llegando al último día del torneo del KO. Eso no se olvida, y a ello de puso un Tomic en su mejor momento en siglos.




Hasta ese grito de dominio del jugador croata, triples, muchos triples, los que se echaron en falta durante la final. Con una Gran Canaria luciendo sus mejores galas, los ocho participantes se consagraron en festivales anotadores que ayudaron al juego rápido y buscando a los tiradores. Algunas escuadras como el Pamesa Valencia dijeron adiós antes de lo que merecía su potencial, pero hablamos de apenas un fin de semana alargado, una lucha por ser el rey de la montaña que no entiende de malos días.



Quienes más sufrieron el papel de los tres puntos fueron los muchachos de Badalona, unos verdinegros que se plantaron en la antesala de la ansiada final. A pesar de los 16 triples (¡!) y el 100-83 del desenlace, el conjunto de Laso tuvo muy serias dificultades en la primera mitad ante el buen hacer de los de Maldonado, bien trabajados tácticamente y con mucha sed de victoria hasta que la avalancha blanca colocó la quinta marcha de velocidad.




Demond Mallet y Álex Suárez lideraron a un equipo joven y que siempre deja algo en la cancha, aunque Sergio Llull encontró su mejor partido en el momento justo para los intereses de los suyos. Las sensaciones debieron ser diferentes en los dos semifinalistas que rozaron estar en la tarde del domingo. Para el Unicaja (deben usar esta Copa como acicate para mantener su extraordinaria Liga) se escapó por oficio; la Penya debe pensar en el futuro inmediato, cimientos tienen.



Para el recuerdo quedaran las salvajadas de Savané, un jugador que siempre deja algún highlight para el recuerdo, una fuerza de la naturaleza que da gusto tener en la liga Endesa. Y es que no era nada fácil el reto que tuvieron este portento físico y sus compañeros ante los anfitriones, quienes siempre tienen en su feudo muchas victorias garantizadas, un lugar incómodo de jugar como visitante.




Entre los jovencitos, empieza a hablarse mucho y a otorgarse una cobertura mediática acorde con el talento de Kareem Queeley, quien se intuye como una joya para la cantera blanca, aunque prematuras comparaciones con Pippen puedan resultar odiosas. Como malévolo fue el emparejamiento para el CAI Zaragoza con el futuro campeón, También resultaron muy duros los maños, hasta el 30-15 del tercer cuarto, los cuartos estuvieron en un puño.



Sin todo un clásico como el Caja Laboral, muchas miradas al basket septentrional se centraron en el Bilbao Basket, el cual, conviene no olvidarlo, hace no tanto tiempo entraba con todo merecimiento en la final ACB. Los bilbaínos ofrecieron un choque trabado, duro y competido al Unicaja, el cual tuvo que hacer algo más que calentar motores coperos para salir indemne del trance.



No se puede pedir más. Espectáculo en la isla del tesoro. 

EL LARGO ADIÓS

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No hay nada como el Madison Square Garden cuando las cosas marchan bien. La frase es de John Starks, compañero de fatigas de Anhony Mason. O, si permiten la malicia, Anthony "House" Mason, porque decían las malas lenguas en la Gran Manzana que el esforzado jugador podía construir una casa amplia con los ladrillos que tiraba en la línea de personal. Pero no nos pongamos exquisitos, Shaq será considerado uno de los mejores jugadores de la Historia y no era precisamente mecánica balcánica en esas lides. 



Aquellos New York Knicks de los 90 no eran, parafraseando a Reverte, los más piadosos o los más elegantes sobre el parquet, pero eran un equipo valiente. Había que serlo para plantarle cara a los todopoderosos Chicago Bulls de Michael Jordan, a quienes llevaron al límite en varias ocasiones. Mason era una definición perfecta de aquel conjunto mandado en la banca por Pat Riley. Incansable, guerrillero, de trincheras, reboteador, agresivo, ganador... Cuesta pensar que un tipo así se vaya. La vida solamente le pudo ganar a los puntos el combate a 15 asaltos. 




Aunque el grandote pasó por varias franquicias en la NBA,a Never Shall Me Down le cuesta imaginárselo con otra elástica que la de la Estatua de la Libertad. Para el recuerdo aquellas finales a cara de perro contra Thorpe, Olajuwon. Horry y cía, siete partidos sin prisioneros. Tampoco fueron mancas aquellas contiendas contra un tal Reggie Miller y sus Pacers. Lo definía perfectamente un vídeo que le dedicó la franquicia a la que tantos minutos honró: Once a Knick, always a Knick. 



En una triste coincidencia, el baloncesto bávaro también está con la bandera bajada. Generalmente, cuando hablamos de Alemania y los aros, el primer nombre que surge en la mente de todos es Dirk "Robin Hood" Nowitzki, leyenda mundial de este deporte. Sin embargo, los nostálgicos del lugar sacarán (con toda justicia) recuerdos del pionero Detlef Schrempf, uno de los primeros grandes nombres europeos en consolidarse en la NBA, Pero ay, ingrata memoria, no conviene olvidarnos de que existió un señor llamado Christian Welp.



Hombre clave en la medalla de oro que los teutones ganaron con brillantez en el torneo europeo de 1993, Welp era un gigante de sonrisa benigna que empezó a ganarse una sólida reputación bajo tableros en la NCAA, defendiendo a la universidad de Washington. Estrella indiscutible de los Huskies, Welp tenía un futuro muy prometedor que consolidó internacionalmente con su país, si bien no logró encontrar el acomodo que su juego merecía en la NBA, a pesar de pasar por franquicias del renombre de los Sixers o los Spurs.



Su fallecimiento, junto con el de Mason, nos privan de dos de aquellos tipos altos, fuertes y callados que hubiera dicho Tony Soprano al recordar a Gary Cooper, esos que quieres tener cuando hay que jugarse sacar las castañas del fuego o perderlas.


Dos adioses que no querríamos haber dado, siempre iban a ser en mal momento. Cuestión muy diferente es hacer referencia a una imagen que la Liga Endesa protagonizó en uno de sus partidos más atractivos, un Caja Laboral-Bilbao Basket. Generalmente, un encuentro atractivo, intenso y disputado de poder a poder. No obstante, hubo un protagonista indeseable y que ensombreció un choque que siempre suele satisfacer a los gourmets ACB.



Una expeditiva falta de Shengelia tuvo el efecto indeseable que los más viejos del lugar recordamos para un fantástico Pistons-Pacers que acabó en la locura del Palace. Ahora no eran Ron Artest y Ben Wallace, fue Todorovic quien entró al trapo al ver la fea acción, iniciándose una serie de fuegos cruzados que hicieron frotarse los ojos de vergüenza e indignación al público, el duelo no merecía aquello. Cualquier persona que haya jugado sabe de los riesgos de un partido intenso, de cómo una palabra o una fea acción pueden escaparse al más tranquilo de los mortales. El problema es cuando esa locura transitoria se contagia a todos los integrantes, más entre profesionales, individuos de más de dos metros de altura buscándose para felicitarse las futuras Pascuas.



Alex Mumbrú, jugador veterano en mil lides y perro viejo de olfato fino, tardó poco en pedir disculpas por lo que todos los jugadores habían brindado, un dantesco espectáculo. Un partido que ya estaba sentenciado y que abrió una caja de Pandora que siempre corre el riesgo de abrirse. Si no eres capaz de mantener los nervios cuando los demás la están perdiendo... 

LA GRADUACIÓN AZULGRANA EN EUROPA

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Quienes asistieron a aquella cita en Ginebra recuerdan a Epi casi levitar. Marzo estaba a punto de expirar en una jornada europea de 1984. El Barcelona se encomendaba a su mejor jugador para lograr consolidar un arduo y trabajoso re-ascenso de la sección. Los pupilos de Antoni Serra habían dado el do de pecho para llegar hasta allí. Algunos como Ferrán Martínez, uno de los jóvenes talentos interiores de los culés, escuchaban el partido por la radio, puesto que su salud no le permitió estar en aquella cita. Durante 20 minutos, las suspensiones de Epi y los rebotes de Starks y Davis mantenían un cómodo colchón de más de 10 puntos ante el poderoso Banco di Roma. En juego estaba la ansiada Copa continental, un cetro que debía consolidar un ascenso de los azulgranas a la élite de la canasta. 




Y es que la década de los 60 española había pertenecido al Real Madrid. El Barcelona dejaba languidecer la disciplina, mientras que el Joventut, con un trabajo muy bien hecho, se consolidaba como la más seria alternativa a los merengues, un aspirante mucho más sólido que sus rivales locales. Pero entonces resucitó el interés en la Ciudad Condal, fundamentalmente gracias a un nombre: Ranko Zeravica, un formador de talentos, los ojos que necesitaba tener la nueva escuadra para recuperar el tiempo perdido. Paciencia y trabajo. Ambas cualidades las reunía un espigado jugador de origen maño que pasaba muy desapercibido a la sombra de su hermano mayor y de escasas condiciones naturales para el basket: San Epifanio. Lo de súper-Epi vendría después. 



Lo suyo no era ser un talento precoz como algún ilustre compañero de generación (Iturriaga, por ejemplo), o de una superioridad física al estilo de Fernando Martín. La gran baza de Epi era una ética de trabajo incansable, sobre eso descansó una filosofía que lo llevó a sobrepasar cualquier expectativa. Su fiabilidad como lanzador permitió al Barça consolidarse en la Liga como un candidato de pleno derecho. Aquel día ante los hijos de la loba, estaba a muy pocos minutos de coronar una actuación brillante, más de 30 puntos. Era su día, el momento en que sus compañeros y él reirían por los sinsabores pasados, todos los complejos quedaban enterrados. Pero no fue así. 



Larry Wright había esperado su oportunidad. Lo apodaban la Libélula. Un norteamericano astuto, un anotador que había sido reserva en los Washington Bullets campeones; es decir, un profesional que se las sabía todas y se ganaba con honradez sus liras transalpinas. No podía saberlo, pero compartía ya un credo común con un jovencito llamado Michael Jordan: Si vas a perder, hazlo tirando y sin dejarte nada. Aquel habilidoso y descarado jugador que monopolizaba las posesiones se lanzó sin piedad a las trincheras blaugranas. Empezó a entrar todo lo que no había ido bien en la primera parte. 




Wright y Epi lucharon por ser los héroes de aquel duelo de campeones. Sin embargo, el tan temido "entorno" en Can Barça del que hablaba Cruyff encontró su villano predilecto en Chicho Sibilio, el tirador de exquisita técnica, sutil, elegante y con una filosofía de vida diferente al lacedemonio aragonés. Se podía barajar que el fino estilista no sería un marcador terrible para la iluminada libélula, pero los bajos porcentajes de Sibilio cara a canasta era algo que ni Serra ni ningún otro miembro de su staff se habían planteado. Por ahí empezó a desangrarse la escuadra catalana. 



La locura se apoderó de los protagonistas. El estadounidense disfrutó de la tensión del momento cuando a otros les hubieran temblado las piernas. A veces, generaba la impaciencia de Solozábal y cía con sus largas posesiones, botando y botando, ignorando a árbitros, compañeros y rivales. Entonces, penetraba y lograba un jugoso botín. En otras, cuando todos confiaban en que aguantaría la bola para mantener la ventaja, armaba el brazo en apenas unos segundos. Y su talento y los aros decidieron que así estaba bien. 



Psicológicamente, esa fortaleza de su mejor jugador se contagió al resto del Banco di Roma. Serra sentó unos minutos a Epi por no exponerlo a la dureza que le estaba reservada tras su show del primer tiempo. Cuando esos momentos en la banca coincidieron con los problemas de faltas personales de De la Cruz y otros interiores, la segunda parte cambió. Bianchini, zorro italiano en la banca, casi se podía leer tras su astuta mirada, oculta bajo sus gafas, aquella máxima de: "Me encanta que los planes salgan bien". 



Los rostros de unos y otros no dejaron lugar a dudas. Particularmente dura era la semblanza de Manolo Flores, un guerrero de aquel primerizo y renovado Barcelona de basket que comenzaba a dar sus primeros y tímidos pasos en la alta competición. El veterano de tantas batallas había decidido que era su último partido con aquellos colores que defendía con uñas y dientes. Wright añadía otro título a su brillante palmarés, luciendo unos saludables 33 añazos. 


Características excepcionales que llevaron a sacar dolorosas conclusiones en Ginebra. Tener tan cercana una Copa de Europa dejó un poso de ansiedad y nervios en un club sediento de aquel premio; si bien, la valiosa lección romana permitió a aquel proyecto consolidarse. Apenas un año después, Epi y compañía viajaban a por otro cetro europeo, nada menos que la Recopa. Nuevamente, los medios incidían en que estaba en juego el primer trofeo internacional de la sección. El rival era el poderosísimo Zalgiris Kaunas de Arvydas Sabonis, una presencia interior sin comparación con el resto de sus colegas continentales, el bote de un base, el cuerpo de un panzer soviético y una visión de juego de un entrenador. 



En aquella ocasión, Flores sustituía a Serra, a quien dedicó aquel triunfo en Grenoble... aunque, por poco se repite la historia. Los culés dominaron la primera parte por 51-35. Pero ya habían caído en tres finales anteriores de estas características, poner la pica en Flandes no sería fácil. Wright les había enseñado que la piel del oso jamás debe venderse antes de la caza. Y, además, aquella vez ya se había introducido la línea de tres puntos. Aquellos lituanos (por aquel entonces, bajo la órbita soviética), contaban con un genio llamado Kurtinaitis, quien abanderó la furiosa remontada de los suyos en la reanudación. 




Pero sus oponentes ya no eran aquellos talentosos bisoños que podían bajar la guardia. Sibilio, el artista, el tipo con sangre helada en las venas, aquel espigado anotador de ébano que generaba adhesiones y aversiones a partes iguales en la grada, se destapó con 29 puntos que hicieron a sus compañeros mantenerse firmes en la fe de que aquella fiesta, ahora sí, era la suya. También hubo ventajas como la baja en aquella final de Iovaisha, tercer espada en importancia tras el zar Sabonis y el pistolero Kurtinaitis. 




"El Lagarto" De la Cruz fue pieza básica de la pizarra defensiva, su pegajosa marca a Sabonis le limitó a 14 puntos, cifra más que aceptable, pero muy lejos de lo que el brutal talento podía hacer en una cancha cuando se le dejaba a sus anchas. Epi, siempre paradigma de la regularidad constante, brindó sus 18 puntos de rigor, dejando la batuta a un Solozábal que hizo mantener la cabeza fría a sus camaradas, cercados por la vigorosa arremetida de la oleada verde. 




Un tapón de Sabonis permitió a Kurtinaitis tener la opción de empatar o ganar el encuentro. Sin embargo, la suerte parecía tenerle reservada una los de Flores, el infalible anotador erró, o el balón no quiso entrar. La contra acabó con un furioso mate, firmado por el Lagarto. Mejor imposible. Sibilio acabó arrodillado a mitad de pista, mientras una marea de 5000 aficionados invadía amistosamente la ciudad gala. 



Finalmente, la generación se Epi se había graduado.  

FOTOGRAFÍAS: 

http://www.blaugranas.com/wiki/epi



http://hemeroteca.mundodeportivo.com/edition.html?bd=30&bm=03&by=1984




http://www.mundodeportivo.com/20130521/baloncesto/sabonis-leyenda-baloncesto_54374177184.html




ENLACES DE INTERÉS: 



FINAL BANCO DI ROMA-BARÇA (YOUTUBE)



FINAL RECOPA ZALGIRIS-BARÇA




LA VENGANZA MÁS DULCE: LOS LOBOS DE TUSKANAC Y EL PALACIO DEL HIELO

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"Como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante". Pocos equipos han ejemplificado en una pista la esencia del significado de los apasionados versos de uno de los poemas más recordados de Jaime Gil de Biedma que la Cibona de Zagreb de la la década de los ochenta. Cuando se está en la flor de la vida, la muerte es algo que les pasa a otros y que permanece ajena las almas que quieren quemar todas las etapas demasiado rápido. Y así fue, la capital croata asistió a un jauría hambrienta que no quería dejar ni una pequeña gota de los vasos que bebían con fruición, como si no hubiera un mañana. Los más veteranos del lugar recordarán aquellos tiempos con una sonrisa agridulce de nostalgia.   




Eran los choques donde el talento y el carácter del baloncesto yugoslavo generaban amores y odios incondicionales. Arvydas Sabonis expulsado en la final europea entre Zalgiris y Cibona, el frustrado y genial pívot lituano ejemplificó con su puñetazo de impotencia, así como la capacidad de tensar la cuerda de quienes eran conocidos como los lobos de Tuskanac, barrio del club de donde les venía el apodo, martirizadores psicológicos de sus oponentes, por lo civil o lo criminal. Una manada que, con su equipación azul, no hacía prisioneros. En pocas batallas hallaron más placer que las planteadas bajo los aros del Real Madrid, junto al TSK de Moscú, uno de los tótems de los grandes clásicos europeos desde siempre.




Sin embargo, probablemente para uno de los cachorros, aquello era algo más que un gran rival.  La antigua Ciudad Deportiva madrileña era el escaparate ideal para darse a conocer en el Viejo Continente. Drazen Petrovic, nacido en Sibenik, era un hombre con las ideas claras y una obsesión en su juego: anotar más que nadie y ser el mejor. Había cumplido el servicio militar con su país, justo para sorprender al decidir no ir a jugar en la universidad norteamericana de Nôtre-Dame, fichando por la Cibona, la cual ya había reclutado a su hermano mayor, Aleksandar, un brillante jugador que había sido pieza clave para que los de Zagreb lograsen un exitoso triplete.  




Pese a ello, Mirko Novosel, zorro de los banquillos de Europa del Este, no estaba contento. Su escuadra había cogido hábitos de nuevo rico y su última participación en la Copa de Europa se saldó con un pésimo balance. Por ello, no se debía culpar al siempre taimado Lolo Sainz, míster sempiterno del Real Madrid, cuando especulaba con la importancia de ganar en Zagreb, pues era una de las visitas, sobre el papel, más factibles de llevarse. Craso error. El aullido se escuchó en todos los rincones del Palacio del Hielo, la guarida de la Cibona. Sin pretenderlo, era el origen de unas hostilidades deportivas sin punto de retorno.



La cifra resultó mareante. En la liguilla para dirimir los dos gallitos que se decidirían la Copa de Europa en Atenas, Drazen Petrovic firmó 79 puntos sumando ambos encuentros. No es fácil decantarse sobre qué pesaba más, el nombre del club o la escuadra concreta a la que se lo había infligido. Por aquellos días, el Real podía colocarle perros de presa de la talla de Juan Manuel López Iturriaga, mientras que la zona interior blanca se custodiaba por, entre otros, un tal Fernando Martín, un  adelantado a su tiempo para la liga española en condiciones físicas, fruto de la inagotable cantera del Estudiantes. Dio igual, los jóvenes lobos y su dorsal 10 se pasearon en esos duelos, aprovechando su condición de perita en dulce de un grupo de la muerte con nombres de la talla de Maccabi de Tel Aviv o Simac de Milán.




Con todo, los pronósticos no se iban a cambiar por un par de resultados afortunados. A la capital helena, el Madrid llegó con el cartel de absoluto favorito, apoyado por la sabia dirección de Juan Antonio Corbalán, el doctor, uno de los bases más preclaros que recuerda el campeonato español. Y, a juzgar por el show desplegado por Fernando Martín en la primera parte, nadie era exagerado por pensar que la Cibona había hecho mucho al colarse en aquella final, pero que el campeón tumbaría al osado aspirante que le mojó la oreja en dos afortunadas ocasiones, poniendo a los hermanos Petrovic y sus camaradas en su sitio. Pese a todo lo dicho, Drazen tenía otros planes.




Wayne Robinson trató de mantener con su coraje a los suyos en la segunda parte, pero sería un esfuerzo baldío ante los 36 puntos del menor de los Petrovic, abocado a ser el MVP del torneo. Nombres como Zoran Cutura o A. Knego empezaron a hacerse frecuentes a los oídos de los espectadores españoles. La Cibona dependía de su dorsal 10, pero era un conjunto muy inteligente y que no discutía al líder de la manada, al contrario, lo potenciaba. Sainz, quien ya había ojeado a su verdugo cuando era un zagal en Sibenik, no se lo podía creer, su poderosa escuadra no pudo aguantar ese ritmo en el segundo tiempo.



   

La herida tardó mucho en cicatrizar. Novosel y su cuerpo técnico eran un staff yugoslavo del más alto nivel, pero comulgaban, igual que sus pupilos, con una guerra dialéctica y de provocación que incluyó episodios tan bochornosos como el escupitajo de Petrovic a Fernando Martín en su primer duelo. Todo se agravó la temporada siguiente, el genio de Sibenik llevó a los suyos a su segunda Copa de Europa consecutiva, sin ceder un encuentro en su feudo. Pero el día D y la hora H fueron los 49 tantos y 11 asistencias del torturador más talentoso en su visita a la capital española el 17 de enero de 1986.



En Concha Espina no se recordaba una paliza así desde hacía mucho tiempo. La Cibona había perdido a Aleksandar por su servicio militar, también su juego interior estaba en renovación (entraban nombres como Vukicevic o Arapovic), pero daba igual, se amparaban en un deportista que estaba inventando un estilo. Sus cruces entre las piernas, las míticas fintas antes de lanzar la suspensión, su lengua fuera y manipulación de todo lo que estaba en la cancha bastaban para que el Palacio del Hielo siguiera inexpugnable en Europa. El Madrid invirtió un buen dinero en hacerse con los servicios de L. Townes, un más que profesional defensor para parar al incombustible yugoslavo. Ni él, ni del Corral, ni Iturriaga ni los otros marcadores lo consiguieron. 5 duelos, otras tantas derrotas, cada una con un decibelio más de provocación. 




El fichaje de Townes y el buen hacer de Sainz y la institución blanca permitieron mantener, un duro año más, el dominio en España, aunque el Barça era una fuerza pujante y su directiva soñaba con juntar los destinos de Epi y Drazen en una especie de celada mortal para su Némesis en las canastas. Pero, paradójicamente, todo el dominio que exhibían los de Zagreb internacionalmente se iba marchitando en Yugoslavia, Un campeonato doméstico feroz (pensemos en la Jugoplastika) y donde el legado de los Kikanovic y cía habían encontrado más que dignos herederos. 




Las siguientes campañas confirmaron el cansancio de los dos irreconciliables rivales. Drazen volvió a sacar fuerzas para liderar a sus lobos a la Copa Korac, si bien su Cibona había dejado de ser aquella invencible máquina en eliminatorias, aunque el Palacio del Hielo seguía siendo territorio vedado. Defendiendo el título, avanzaron ronda tras ronda... Como pueden imaginar, al final del camino esperaba cierto equipo con el dorsal blanco. 




Fue una batalla extraña, donde uno y otro equipo parecían cansados. Ya estaba más que consolidado el rumor de que Drazen, si no se iba directamente a la NBA, jugaría para el Real Madrid. Se reconocía a la bestia negra, si no puedes con tu enemigo, únete a él. Atrás quedaban aquellos días donde el púbico español se volvía ruso con tal de fastidiar a los yugoslavo en general y Petrovic en particular. Incluso el espectacular torneo navideño de la casa blanca era empleado por el astuto Sainz para calibrar estrategias defensivas contra el pistolero. Tras concienzudos análisis, siempre apostillaba la misma conclusión: "¿Cómo pararlo? Hay que hacer un muy buen partido... y rezar".


Y así, un tanto desangelado, comenzó una ida donde los blancos fueron imponiendo su ley. Fernando Romay, el gigantón benigno, era una de las más visibles muestras de la evolución que puede alcanzar un jugador con esfuerzo y sacrificio. Pívot atípico, Corbalán siempre elogiaba su singularidad para explicar un factor X del éxito del basket hispano de la década de los 80. Sin embargo, pese a su excelente trabajo en las sombras, los focos se los llevó Wendell Alexis, el norteamericano del Real Madrid que logró tirar al suelo a Arapovic, en un mate de concurso. Aquello electrificó a la grada y llevó en volandas a una victoria por 13 puntos que dejó toda la presión a la Cibona. 



Los medios europeos señalaron a un Petrovic irreconocible (apenas 2 puntos en la segunda mitad, tras haber firmado 19 al comienzo), acusado de hacer guiñitos al equipo que le tenía ya fichado. No conocían a Drazen. Había dejado ser invencible ante el Madrid, pero contaba aún con sus lobos y el Palacio del Hielo. La mística pareció sonreír a los balcánicos cuando Corbalán, modelo de seriedad, perdió el vuelo a Zagreb por un error en el aeropuerto. Su técnico le castigó con una nula presencia en la primera parte que fue aprovechada por un Drazen poseído. Su afición olvidó que era el último año que le tenía, vitoreando cada penetración suicida y triple milagroso. De repente, los lobos de Tuskanac volvían a hacer lo que mejor se les daba, despedazar a hombres de blanco. 




75-58. Para colmo de males, ni la ausencia de Petrovic unos minutos con la ceja rota había servido a los merengues para recortar el marcador. Muchos recordarían las bajas en la enfermería de los hermanos Martín, era el momento de bajar los brazos y admitir lo inevitable. Entonces, ocurrieron 8 minutos de fantasía que se resumirían en una frase cruel para los lobos, pero no menos cierta a lo que ocurrió: lo que le costó a la Cibona todo el partido se truncó en menos de diez. Con el incombustible Alexis, Corbalán, Biriukov (enemigo íntimo de Drazen) e Iturriaga encabezaron un corre-calles que arrancaba en los rebotes de Romay y terminaba con una contra en avalancha para la que no hubo respuesta yugoslava. 




Todo podría resumirse en una secuencia: el doctor Corbalán encabeza una nueva marcha de flechas blancas, dibujando un precioso pase para la fácil entrada del célebre palomero. Itu, una de las víctimas predilectas de Petrovic, no se conforma con los dos puntos y presiona a sus rivales al subir la pelota, un esfuerzo ingrato que permite que el esférico quedé en tierra de nadie, nuevamente Iturriaga logra quedárselo y se lo manda a su base, los papeles cambiados para rematar una oleada mágica. Drazen, en una demostración de grandeza, no especula con la prórroga para morir en la orilla, su último triplazo sirve para guardar la honra, 94-93. 4 años con Drazen, 4 años invictos continentalmente en el Palacio del Hielo, aunque eso no salvaguardaba la revancha más dulce. La Korac viaja a Madrid. Petrovic lo haría poco después. Pero esa historia habremos de verla otro día.
  
FOTOGRAFÍAS (PROCEDENCIA DE LAS IMÁGENES EMPLEADAS EN EL ARTÍCULO):


http://kezdo5.hu/europa/blogok-a-kosarlabda-mozartja-4315




http://www.realmadrid.com/sobre-el-real-madrid/historia/baloncesto/1981-1990-bodas-de-oro-fernando-martin-y-petrovic




http://www.losojosdeltigre.com/el-club/Trophy/KC




http://www.milanuncios.com/revistas/real-madrid-copa-korac-1988-131131281.htm

BIBLIOGRAFÍA Y RECURSOS EN RED:


CORBALÁN, J.A., El baloncesto y la vida, Ediciones JC, Madrid, 2014.



ESCUDERO, J.F., Drazen Petrovic: La leyenda del indomable, Ediciones JC, Toledo, 2006.



ITURRIAGA, J., Ahora que me acuerdo, Turpial, Madrid, 2014.



BLOG JORDAN Y PIPPEN: LA ÚNICA VICTORIA DEL MADRID SOBRE PETROVIC



VÍDEOS ENLAZADOS RECOMENDADOS:


PETROVIC, FINAL DE ATENAS (1985)





WENDELL ALEXIS SOBRE ARAPOVIC




FINAL COPA KORAC (1988) (VUELTA)

PINCELADAS DE NBA

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La nostalgia y el regusto por el pasado nunca debe impedir aplicar el carpe diem cuando toca. El mensaje de un buen amigo, que de esto sabe, no se me había olvidado: "Cuando puedas, ve el Spurs-Cavaliers. Lo vas a disfrutar". Allí estuvo reservado el visionado hasta el siguiente fin de semana, cuando el eco de la batalla del Álamo ya se había diluido. Pero los grandes partidos de basket tienen la capacidad, como las buenas películas, que conocer el desenlace no impide disfrutarlas. 



Sin duda, uno de los mejores encuentros que hemos disfrutado en lo que va de 2015. Intenso, bien disputado y con dos fantásticos entrenadores en cada lado: el incombustible Popovich para San Antonio, y David Blatt, semidesconocido para el gran público estadounidense hasta este año, pero uno de los místeres más admirados de Europa y muy recordado por su gran papel con Rusia en los pasados Juegos Olímpicos, más que digno inquilino de una Cleveland que ha acogido con los brazos abiertos a su hijo pródigo de Florida, Lebron James, hoy por hoy, la estrella de mayor impacto de la NBA en todos los niveles. 



El 125-128 y la prórroga casi fueron lo de menos. ¡Qué despliegue de ambas escuadras! Dan igual los síntomas que hemos percibido este año (en la revista Gigantes de este mes, Antoni Daimiel firma un artículo espléndido sobre el desgaste de los veteranos vaqueros, si bien uno sigue la teoría de George Karl y no se cree que Laforce esté muerto, sino aguardando a su presa con la mirilla en el punto justo), San Antonio sigue, como escribió Miguel Ángel Paniagua, honrando el baloncesto cada vez que saltan a una cancha. Ya sean los jóvenes como Leonard o ese guerrero discreto curtido en mil batallas llamado Tim Duncan (impecable, preciso como un reloj suizo, ejemplar), todos los Spurs suman y, durante muchos minutos, pusieron a King James y su Corte contra las cuerdas. 




No obstante, The King, junto con sus consabidas prestaciones (triples decisivos y su mera presencia, que intimida a propios y extraños), no está nada mal rodeado por sus compañeros. De hecho, la verdadera daga en la cancha Spur vino dada por las canastas de dibujos animados de Kyrie Irving (qué copyright le debemos todos a Jorge Valdano por esa definición). Un recordatorio demasiado cercano para el Álamo. El buzzert-beater de Marc Gasol o la derrota in extremis ante Portland son apenas dos ejemplos más de encuentros que se le escurrieron de entre los dedos. De cualquier modo, si el milagro de Derek Fisher en 2004 no les mató, Duncan y cía están curados de espanto. Nadie querrá verles en mayo. Tampoco a Lebron y su prole, y, con esto nos movemos por el Far West, tampoco con unos tipos que nos han devuelto la sonrisa...



No podemos hacer otra cosa que pedir perdón. Que esta temporada Golden State Warriors no haya aparecido hasta estas alturas de marzo es injustificable. Tal vez, sea el reflejo de un trabajo que, como el de Atlanta, el cual ya comentamos, ha venido paulatinamente, despacito y sin hacer ruido. No en vano, el dorsal 30 de este underdog sublines, no es otro que Stephen Curry, ese tirador de rostro travieso a quien nadie sorprendería que se nombrase MVP. Y es que con lo que están coqueteando los discípulos de Steve Kerr se llama grandeza.



Sin embargo, los Warriors son diferentes a los halcones. Los primeros han devuelto al Este el concepto de equipo. Los primeros recogen un testigo que había sido abandonado desde los días en que Steve Nash (lástima de retirada, cómo te vamos a echar de menos, canadiense) dirigían la batuta de unos Phoenix Suns donde quien no corría, no olía la bola. Ver salir a Iguodala como una flecha para que Curry le lance el esférico desde arriba a una mano como si fuera una camarero no tiene precio.



El Oracle Arena (aquella pista que fue un infierno temible para quienes somos fervorosos seguidores de los Mavs) ya les lanzó un guiño este mes de marzo. Fue el homenaje a Rick Barry y su gloriosa camada. Un anillo recordado y que quieren reeditar. Ha pasado mucho tiempo, pero recuperar el título de la división pacífico ha espoleado a una grava que está disfrutando del basket más bonito de este 2015. Andrew Bogut y cía han reverdecido laureles, todos aportan, cada cual tira y, en ese descontrol, se ve un excelente trabajo y un amor por hacer disfrutar, incluso a las aficiones contrarias.



Eso lo pudieron comprobar los Wizards. La bienvenida fue un triple de Barnes, era el comienzo de una tormenta perfecta. Lo que mejor se les da. Lejos de su fortín, tampoco son mancos. Nuestra única duda es si este jovial y romántico estilo superará la dura prueba de los Playoffs. Memphis o San Antonio no se quedarán con cara de póker cuando Curry y sus alegres bandoleros empiecen a correr y buscar rápidas contras. Con todo, esperemos que este modelo logre seguir en mayo-junio, porque vamos a divertirnos mucho.




Derek Fisher y Phil Jackson son dos nombres que hacen esbozar una sonrisa de satisfacción a los aficionados californianos de Los Ángeles Lakers (los cuales, también, están sufriendo muchas penalidades este año, todo sea dicho). Sin embargo, la fórmula ganadora no ha funcionadoperado en la Gran Manzana. Los New York Knicks han vuelto a naufragar, algo que resulta muy doloroso a una afición entregada y a un mercado tan atractivo como el de una de las Mecas del basket. Cuando el Garden era un edén, el Maestro Zen vestía de corto. Ahora, observa con cara de atípica insatisfacción del naufragio de la plantilla; por su lado, Fisher se ha encontrado con una papeleta muy difícil, la misma que provocó el cese de entrenadores tan reputados como Larry Brown.



Un tono de tristeza presidió su duelo con Minnesota este mes de marzo. Dos proyectos que no esperaban estar disputándose el farolillo rojo de la auto-proclamada mejor liga del mundo. Juntar a Kevin Garnett con nuestro Ricky Rubio hubiera sido una película Disney hace apenas un par de años, pero ahora quedará como un agridulce what if...? de lo que pudo ser. Pese a a las molestias físicas, el base sigue mostrando que tiene una calidad técnica y una imaginación a la altura de los más grandes, pero nada de eso ha impedido que los lobos hayan vivido un año terrible en resultados.



Son las otras historias, donde, en ocasiones, los vacíos son inexplicables. Hay quienes no se resignan, en eso andan unos Thunders de quienes hablábamos no hace poco, es una auténtica lástima para los amantes del baloncesto que, prácticamente nunca, hayamos podido disfrutar de una postemporada con Oklahoma con todos sus efectivos. Ahora, todo gira alrededor de Russell Westbrook, ese magnífico jugador, alabado por autoridades como Kobe Bryant o Larry Bird, pero que genera dudas por su cabeza algo alocada y egoísmo. Por él va a pasar mucho de lo bueno y malo de lo que ocurra en uno de los equipos más interesantes del Oeste, pero la sombra de Durant es muy alargada.




Pequeñas pinceladas que van dibujando las muchas lecturas de una temporada 2014/15 donde el premio MVP se antoja uno de los más disputados de los últimos año. Y, en el horizonte, el gran premio en junio, en forma tolkieniana de anillo. 

RECOMENDADO:


DAIMIEL, A., "San Antonio Spurs: ¿Zanja o tumba?, Gigantes del basket, nº 1434 (marzo 2015), pp. 76-77.



FOTOGRAFÍAS:


http://www.ibtimes.com/nba-finals-2015-betting-odds-cavaliers-spurs-among-favorites-win-championship-1846176




http://www.citysportsreport.com/stephen-curry-brooklyn/





http://www.crainsnewyork.com/article/20140610/PROFESSIONAL_SERVICES/140619998/derek-fisher-to-coach-the-knicks

AQUEL TERCERO EN DISCORDIA...

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Madrid y Barça. Barça y Madrid. Un bipolio en el que todos caemos. El baloncesto español no ha permanecido ajeno a ello. Incluso, parece que molestan esos terceros en discordia, como si pretenderían robar un fuego sagrado que no les corresponde. Afortunadamente, hay criaturas que salen respondonas. El pasado 28 de marzo se celebró el 25 aniversario de la Copa Korac que la Joventut de Badalona obtuvo frente al Scavolini Pesaro, escuadra italiana comandada por Sergio Scariolo y con ilustres nombres en su roster como Walter Magnifico. 



Cuando Jordi Villacampa levantó aquella Copa, una afición y una generación de jugadores respiraron tranquilos. Se lo habían merecido... y desde hacía mucho tiempo. Josep María Margall había liderado a una Penya que en la década de los 80 se hallaba en números rojos. El Barcelona empezó a devorarlo todo, el Madrid siempre estaba allí y los verdinegros no parecían capaces de igualarles en presupuestos. La apuesta de Margall y cía fue clara: cantera y descaro. Entonces, comenzó una revolución que dejó atónitos a los más escépticos. 




Ruf, Pardo, los Jofresa, Montero, etc. Nombres y apellidos desconocidos para el gran público, pero capaces de llenar su pabellón y generar el aplauso de las aficiones rivales. Un juego vistoso y alegre, la capacidad de Villacampa para correr la contra y otras imágenes que quedan indelebles a la entendida afición de Badalona, Sin embargo, el gran riesgo fue la etiqueta que medios y adversarios le dieron de equipo simpatiquísimo y perdedor a la hora de la verdad. No sos vos, sos yo. Te quiero como amigo. Una daga que, temporada tras temporada, final perdida que daba a otra caída por menor margen de puntos, siempre cayendo a unos centímetros de la línea de meta. 




Cinco finales de la Copa, una de la Recopa y muchas caricias a la idea de llevarse la Liga. Montero fue uno de los grandes héroes del duelo contra los discípulos de Scariolo, anotando 28 puntos decisivos a la hora de la verdad. Los catalanes vencieron de un punto en Italia y reafirmaron su dominio en la vuelta, logrando una Korac que fue la piedra de toque definitiva para confiar en que era su momento y lugar. Tras la anterior que estaba en sus vitrinas en 1981, era el momento de asentar el proyecto deportivo. De confirmar una dinastía. 



Dinastías: Una pequeña empresa familiar



Tomás y Rafa. Rafa y Tomás. Dos hermanos unidos por el basket y la Penya. Sin embargo, los dos no fueron los primeros del linaje, el dulce veneno de la canasta ya les fue inyectado por su padre, Josep, quien logró alcanzar la internacionalidad absoluta y despuntó en clubes como el Hospitalet. Comencemos por Rafa, Jofresa, el base discreto, el hombre que empezó a la sombra de los Margall, Montero y Andrés Jiménez, para terminar siendo el last playmaker standing, un seguro de vida, desde que Enrique Prats apostó por él siendo un chavalín que no destacaba especialmente en nada. Pero todo lo hacía bien. 



Además, fue una esponja sumamente hábil. Cogió lo mejor de un jovencito Aíto García Reneses y, posteriormente de Lolo Sáinz, uno de los mitos del basket de Madrid, quien impregnó el paladar de sus jóvenes cachorros por mimar el baloncesto y hacer una ofensiva vistosa. Pero Rafa tenía el freno de mano de la coherencia cuando se terciaba. Su hermano Tomás era diferente, la típica dinamita que salía del banquillo y agilizaba el ritmo, ese segundo base por el que suspira el sufrido aficionado cuando no han salido bien los planes iniciales. 



Una cantera que siempre estuvo en peligro. Aíto acabó marchándose al Palau, llevándose consigo a Andrés Jiménez. Sin embargo, los verdinegros tuvieron siempre un fino olfato cuando debían pagar una nómina. Sus norteamericanos fueron buenos, bonitos y considerablemente baratos. Harold Pressley era algo más que un jugador NBA, tenía experiencia previa como campeón de la NCAA; por su lado, Corny Thompson era un estadounidense que se había fogueado en la potente lega italiana hasta llegar a saber latín acerca del basket en el Viejo Continente. Cuando se fue la diferencial figura de Jiménez en su pintura, lograron encontrar a Ferrán Martínez. 




Y en ese vaivén constante brilló Villacampa. Un escolta de 1´97, un jugador atípico y que rompió moldes en el baloncesto español. Uno de los artífices de aquella mojada de oreja al sistema, tras tantos sinsabores. Por primera vez desde 1978, el campeón español no era blaugrana o blanco en su camiseta. Buena parte de la culpa la tuvo un histórico robo de Tomás Jofresa en el Palau. Y, para demostrar que no era suerte, reeditaron a comienzos de la década de los noventa la proeza con un disputado triunfo frente al Real Madrid (3-2). Otro de los sospechosos habituales fue Reggie Johnson, según Villacampa, el mejor extranjero que paseó su clase por allí. Una época que se doctoró en Europa.  




La última estocada



Se había logrado. Los de Badalona habían dejado de ser los más simpáticos del barrio ACB, bueno, lo seguían siendo, pero ahora habían añadido los adjetivos "competitivo" y "ganador" a la hora de definir a su estilo. Lolo Sáinz les llevó con su batuta y estilo de juego al sueño de Estambul. Estamos en el año de 1992. El máster se lo habían sacado en la liga, ahora, iban a por la matrícula. Habían dejado en semis a un potente Estudiantes, con una de las mejores camadas de su historia. Los últimos segundos de aquel choque ante el Partizán de Belgrado permanecen en la retina del buen aficionado. 




Fue una final extraña. En primer lugar, sus rivales llevaban todo el año jugando como locales en Fuenlabrada. Las guerras balcánicas habían provocado aquella medida de urgencia. A pesar del buen trabajo hecho por el Joventut, el conjunto español no tenía ninguna seguridad de que la ansiada Euroliga (competición en la que el poderoso Barcelona de Epi se había estrellado en muchos asaltos, y que el Madrid no alzaría en ese formato de F4 hasta la llegada de un tal Arvydas Sabonis a sus filas) sería suya. En liguilla previa, los dos enfrentamientos acabaron en manos de un conjunto joven y competitivo, comandado por un astuto zorro llamado Zeljko Obradovic. 




Un joven Nikola Loncar, futura estrella del Estudiantes, recordaría a Sasha Djordjevic, base estrella del conjunto, y a los más veteranos del Partizán jugando a las cartas en el hotel de concentración. Llegada la final, todo se presidió de una igualdad impresionante. Dragutinovic fue la gran sorpresa de Obradovic para limitar mucho a Villacampa. Pero el intercambio de golpes fue brutal, Tomás Jofresa logró dos puntos de ventaja que hicieron acelerar muchísimos corazones a miles de kilómetros de distancia. Villacampa recordaría con horror como su compañero Juanma Morales no pegaba un manotazo para alejar el esférico del rápido saque de banda balcánica. 



En verdad, el fenomenal escolta es injusto. Nadie se acordaría de la opción del esforzado de Morales si no hubiera sucedido un milagro, como tampoco vendría a nuestra memoria como una mala decisión el despeje de Vlade Divac en finales de conferencia a décimas del final... hasta que llegó Robert Horry. Los de Belgrado apostaron todo a Djordjevic (que corrió la banda cuando todos los libros hubieran recomendado centro) y se cuadró perfecto para hacer uno de sus primeros milagros en Europa. No existía forma más cruel de perder una final tan importante. ¿Volvía la maldición?    



La Tierra prometida


Más de 11 años sin dejar de estar entre los cuatro mejores del país. Innumerables presencias coperas. El Joventut se había consolidado, uno de los más hermosos proyectos deportivos de las canastas españolas no bajó los brazos y tardó apenas 2 años en volver a una F4. Tel Aviv. En semifinales, se midieron a un Barcelona que aún pagaba el pecado de haber coincidido en su mejor época continental con la insaciable Jugoplastika. El viejo maestro Aíto García Reneses, ahora culé, maniató a sus pupilos con una zona en el primer tiempo. A la vuelta de vestuarios, Tomás Jofresa revolucionó el arranque con dos triples seguidos. Fue el principio de la Penya y el final de las posibilidades blaugranas. 




A aquel duelo decisivo en Israel habían llegado los de Badalona con su anterior verdugo, el joven y ambicioso Zeljko Obradovic, un entrenador ganador y estudioso del juego. Explicó a sus jugadores que ante los Paspalj y Tarlac (puntas de lanza de un Olimpiakos poderosísimo bajo tableros, exultantes tras apear en semis al Panathinaikos) debían plantear un basket que control que habría hecho tirarse de los pelos a los más puristas. El encuentro fue una guerrilla, pero los verdinegros llegaron a los minutos finales con marcador igualado. Justo lo que su míster quería. 



Cara o cruz. La suerte les debía una tras lo de Djordjevic. Corny Thompson inscribió su nombre en la lista de héroes en Badalona, secundando con su triple, los dos previos de Villacampa. Faltaban unos segundos que se hicieron eternos. Errores en los tiros libres de los griegos y un triple errado de Tomic, sin cerrar bien el rebote los catalanes... pero, ¿qué importaba todo aquello? El Joventut se convertía en el segundo conjunto hispano en levantar la Copa de Europa. Era el final de un largo y esforzado camino. 




Con todo, el momento más mágico y de nivel de juego sin ataduras lo habían hecho en otro de sus prodigios cotidianos, aquel Open McDonald de 1991 donde tutearon a los Lakers del Showtime, comandados por un señor llamado Magic Johnson y a quien Rafa Jofresa tuvo la osadía de robar un balón. No podemos culpar a los californianos por ganar apurados; tampoco a que el colegiado omitiera alguna cosa en aquel desenlace. Los pobres no sabían cómo se las gastaba aquel tercero en discordia, ese grande disfrazado de tapado: el Joventut de Badalona.   

BIBLIOGRAFÍA: 


ESCUDERO, J. F., "Jordi Villcampa" y "Rafa Jofresa", en ESCUDERO, J. F., Históricos del baloncesto español, Ediciones JC, Madrid, 2008, pp. 215-241. 



-VILLACAMPA, J., "Lo que tanto se hizo esperar fue sublime", en VVAA, Guía oficial ACB 2003-2004, Revistas Marca, Madrid, 2003, p. 148. 

FOTOGRAFÍAS: 









http://www.eurocupbasketball.com/news/i/97859/sasha-djordjevic-istanbul-s-magic-is-still-alive




http://www.redplanet.gr/basket/euroleague/article1762804.ece/BINARY/original/zar.jpg

VÍDEOS Y ENLACES DE INTERÉS:



ENTREVISTA A RAFA JOFRESA




OLYMPIACOS-JOVENTUT
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