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FORT APACHE: CUANDO GANABAN LOS INDIOS...

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El gesto resumió un sentir, una pasión y una forma de entender lo que no deja de ser un juego. El Real Madrid, camino de su décimo entorchado de "La Orejona", acababa de certificar que había llegado mucho mejor a la prórroga que su oponente. En la banca enemiga, uno podía esperar un alarido, el exorcismo de una frustración, lo que Antoni Daimiel, ilustre colchonero, resumió mejor que nadie: "Gritar para que no te griten". 



Nada de eso. Diego Simeone llamó a sus 11 indios para que recordasen que debían tener la cabeza alta. A Lisboa no se llega todos los días, menos aún para estar a dos minutos de dar la primera Copa de Europa a tu club. El Madrid había tumbado a su leyenda negra contra escuadras bávaras con brillantez para estar allí, aunque el camino rojiblanco no fue menos fácil. Atrás quedaban Barcelona, Chelsea, Milán, Oporto... Igual que decíamos en la Final Four de Milán, son muy escasos los casos en que los dos finalistas de la Champions no se han merecido cada palmo de césped para disputar 90 minutos que son la envidia del resto. 




La capital lusa vivió el festival de dos aficiones ejemplares, encantadas de que por primera vez dos escuadras de una misma ciudad decidieran el ansiado cetro. No obstante, el testarazo de Sergio Ramos (de largo, el jugador con más fe de los merengues el pasado sábado) se coló en los libros de Historia para impedir la matrícula de honor de un equipo que se lleva sobresaliente. Si en agosto alguien le hubiera dicho al Atlético que el Camp Nou les ovacionaría como campeones de Liga y que serían semifinalistas de Copa, hubieran dicho dónde firmar. Hoy les sabe a poco. A su vecino, el Real, también le queda el "debe" del triplete. Eso define a los equipos grandes. 


No parece casualidad que cuando Detroit celebra el décimo aniversario del bloque campeón de 2004, caracterizado por su defensa, compromiso y solidaridad, otro outsider dijera que había venido para quedarse. Dos años hacía que El Cholismo había aterrizado en el Calderón, acompañado de "Marhabal""El Mono" Burgos como lugarteniente, "el profe" Ortega y un staff técnico dispuesto a ser valiente. Con unos mimbres que nadie parecía querer, jugadores y cuerpo técnico se propusieron ser una metáfora perfecta de una hinchada harta de los bipolios que asolan cada aspecto de la vida cotidiana (Barça-Madrid, PP-PSOE, crisis y prima de riesgo...). 



El Atlético recuperó la esencia de los mejores años de Luis Aragonés, renunció a ser el chiste con patas al que algunos lo querían someter. Ha sido una aventura gloriosa que ha superado bajas tan increíbles como Falcao. Se rompieron maldiciones en el Bernabéu y se consiguió que antiguos verdugos como Leo Messi no vieran puerta apache en seis enfrentamientos directos. El partido a partido fue cuajando tanto como los versos sabineros, rara vez un equipo ha generado tanta expectación a nivel popular sin tener a los medios de comunicación a su favor. 



En ocasiones, la Fortuna gusta de dar vaivenes a aquellos a los que han encumbrado. Tantas finales ganadas (Inter, Chelsea, Bilbao...) para perder la buena suerte en el peor momento posible. ¿Y si hubieran tenido al Turco y Diego Costa? ¿No erró Simeone en los cambios? ¿No fue timorato  echarse atrás ante la corajuda reacción blanca de Modric, Di María y cía? A toro pasado todo es más fácil. A Ivanovic se le juzga en Vitoria por los años gloriosos que dio, no por su minuto horrible en la final ACB que acabó con triple de Alberto Herreros. En Lisboa, con muchas cosas mal hechas, los Gabi y compañías estuvieron a 120 segundos de acabar el cuento de hadas más lindo.


Y es que ante una bestia competitiva como el Real no podían permitirse aquel momento de recuperar el aliento. La  increíble Juve de Del Piero y Zidane o el Bayern de Oliver Kahn les hubiera podido advertir, hasta que no llevan 20 minutos en la lona, el equipo con más Copa de Europa no está groggy. Sin embargo, el Atlético se lleva algo más que un subcampeonato y una Liga. Que Sergio Ramos o Casillas, símbolos del éxito, tengan que especificar que los vikingos "siguen" mandando en la ciudad, marca un cambio de era en la escuadra de los amores de José Luis Garci. Antes no hubieran debido especificarlo, se daba por hecho que, pongamos que hablo de Madrid, al más alto nivel únicamente existía el Real. 




Ahora el Atleti ha vuelto. Afortunadamente detenido a tiempo y con buena rectificación en sala de prensa, Simeone lo demostró cuando no consintió que Rafael Varane (exquisito defensa con la cabeza extrañamente extraviada en el último segundo) insultase a su banquillo. Di María, quien fue justo MVP de la final (aunque Ramos no hubiera sido mal candidato), pudo hablar de "cagazo" en la prórroga ante los micrófonos, pero no pensó decírselo a Gabi o a un Cholo encantado de hablar fuera lo que quedase pendiente.Mirando a la cara, el séptimo de caballería no pudo quitarle el estandarte a los pielejos rojiblancos. Ganaron la batalla, pero no hicieron pasar por el yugo que sí impusieron a ultra-favoritos como el Bayern. Afortunadamente, lo que pasó en la cancha, quedó en la cancha. Pero, ahora, igual que Tayshaun Prince tenía a los dos Wallace a sus costados, la presencia de Burgos y El Cholo invita a saber a sus 11 jugadores que alguien guarda sus espaldas. 




Muchos querrán resucitar a "El Pupas" y mantenerlo en la ficción de comparsa a la que quisieron reducirle cuando bajó a Segunda. Como culé, casi me beneficiaría que así fuera, bastante duro es tener ya a rivales como el Real, Valencia o Sevilla... pero sé que no, estos indios han venido para quedarse. Tienen una Supercopa dentro de poco y les veo con la cabeza alta y la mirada al frente. 



El Atlético perdió una intensa final que se pudo llevar cualquiera y de la que el Madrid fue justo vencedor, pero ganó algo más. Por si alguien lo dudaba, ya tiene misión para las próximas temporadas. Simeone, quien a veces peca de pragmático, aprendió que a veces a uno se le aplaude cuando ha perdido y ha errado el planteamiento, aunque se ha ganado el corazón de los seguidores y los que no son seguidores de su escuadra. Sabíamos que a Irene Villa no le gustaba mucho el fútbol, pero que este año ha seguido a cierto equipo... No extraña, comparten la misma devoción, aquella que nos enseñó Scorsese en "Toro Salvaje": No me has tumbado, Ray... 

SAN ANTONIO: EL LAFORCE DE LA NBA

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La mirada al frente y el gesto tranquilo. Uno sospecha que, si pudiera preguntarle a los inquilinos del banquillo de los San Antonio Spurs, el marcador del partido o el número de faltas personales del mejor jugador contrario, nadie tardaría más de una décima de segundo en contestar. Cada miembro de la plantilla que dirige con sabiduría y mano de hierro Gregg Popovich, conoce a la perfección su papel y el de los demás. 



Ya eran así cuando, corriendo la temporada 2002/03, lograban tomar el sexto partido en el Staples Center. Kobe Bryant y Shaq habían dominado la NBA por tres años, pero los texanos lograron encontrar el antídoto a la fiebre amarilla. Hoy, curso baloncestístico 2013/14, acaban de privar de una Final a los exuberantes Oklahoma City Thunder de Kevin Durant y Russell Westbrook, logrando batirles en seis encuentros en su propio feudo. En ambos casos, la prensa y los aficionados los veían como una escuadra veterana y eficaz, aunque incapaz de enamorar y a la que, por la edad media de su plantilla, no se le auguraba una larga vida en el feroz mercado salarial de los veranos de la auto-proclamada mejor Liga del Mundo (con gigantescos conglomerados de despachos en Los Ángeles, New York, Florida...). 




Pero no se quejan. Quizás no les hayan querido todo lo que merecían, mas lo disimulan con educación y una pequeña y casi imperceptible mueca de confianza. El Maestro Zen, quien ha ganado y perdido muchas veces contra ellos, ese legendario técnico que coloca asteriscos en algún título de una de sus Némesis, parecía empeñado, hacía unos meses, en querer quitarles el aura que, tras más de una década brindado más de 50 victorias en regular season: "No serán una dinastía hasta que ganen dos seguidos. No puedes llamarlo dinastía, sí fuerza, una gran fuerza. Siempre han estado allí. El ejemplo es Tim Duncan haciéndose una rebaja salarial para traer buenos fichajes".





Los viejos odios no se olvidan y las guerras privadas entre el glamour púrpura oro y la numantina resistencia del Álamo permanecen. Igual que muchos detractores de la maquinaria forjada con disciplina de marines (impronta de David Robinson), el gran Phil Jackson parece incapaz de afirmar el elogio a lo innegable sin darle un pequeño toque de atención. No se puede elogiar a Duncan sin hablar del único asterisco de su gran carrera de Hall of Fame: no ganar dos anillos seguidos. Lo bueno de esto es que Timmy "Siglo XXI" Duncan seguirá a lo suyo... 



Aquel tipo fuerte y callado...




Fue un huracán que acabó con las instalaciones para la natación de las Islas Vírgenes. Posteriormente, un nuevo método de evasión para superar la muerte de su madre. El resto es historia o, mejor dicho, leyenda. La NBA de comienzos del siglo XXI se prodigó en dar genios en un puesto concreto, ala-pívot: la versatilidad sin límite de Kevin Garnett, el liderazgo espiritual de Rasheed Wallace, la clase de Chris Webber, la inteligencia táctica de Pau Gasol, etc. Tim Duncan es una de las joyas de la corona de ese puesto y uno de los pocos supervivientes de esa privilegiada cosecha que sigue dando lecciones en el poste bajo cada noche. 



Cuatro anillos y seis Finales contemplan a uno de los escasos astros de la actual Liga al que no responde a un perfil de video-juego o estrella mediática. Duncan es casi tan imperceptible en sus gestos fuera de la cancha como demoledor dentro de ella. Casi pareciera que la música va con él. Puede patrullar la zona para evitar una entrada a canasta de Lebron James o buscar la tabla en cualquier situación de ataque con una eficacia que no recordábamos desde los días de Scottie Pippen. "Puede que no lo parezca por mis gestos, pero me encanta estar cada año en el All Star", decía hace tiempo, buscando excusarse por no poder ser parte más activa de uno de los eventos más divertidos del basket. 




Poco le importa a los incondicionales de los Spurs, tampoco a los que le hemos sufrido y admirado con simpatía por otros colores que se toparon con The Big Fundamental. Shaquille O´Neal, Dirk Nowitzki, Karl Malone, los dos Wallace... La nómina de ilustres enemigos es tan grande como el reconocimiento que ha dejado. Queda en la memoria reciente su palmeo en el séptimo día en la cancha de los todopoderosos Miami Heat. Debió de recordarle a su quinto día en El Palace de Detroit, aunque en esa ocasión no estaba el bueno de Robert Horry para borrar la preocupación de su sereno rostro. No importó, si bien muchos querían enterrarlo por su edad, su pequeño fallo (tras hacer una serie maravillosa pasada la treintena contra tipos más jóvenes) y la rumorología de su divorcio, los del club de Andrés Montes y Daimiel sabían que Duncan siempre vuelve.  
 


Y lo saben sus compañeros. Tony Parker vive con la felicidad del gran base que sabe que comete pocos errores, pero en días menos felices, cuando gente como Jason Kidd o Chauncey Billups buscaban abusar del francés, el jugador franquicia de su conjunto se dirigía sin grandes aspavientos. Duncan habla poco en pista y cuando lo hace, el resto escucha. Lo de gritar para que no te griten no sirve con él. Popovich afirma que él y su representación en la cancha son ya como un viejo matrimonio harto de escucharse, pero engañan a muy pocos. Como Stockton y Malone, el rígido y sabio técnico y la estrella sin popularidad banal se hermanan en una simbiosis casi perfecta... aunque el Sargento de Hierro ha necesitado más piezas del engranaje para poder rodear a su torre de excelsos alfiles en el tablero, con capacidad de tornarse reyes si la serie lo requiere... 


Las dos excepciones a la regla

La imposibilidad de competir con presupuestos mayores llevó a pensar, pensar y volver a pensar a la administración de San Antonio cuando se buscaba encontrar el talento bueno, bonito y barato. Las miras han sido amplias y han pescado en todos los rincones posibles del globo, sin la necesidad aprieta, la apertura cultural da muchísimo. Argentina y Francia han ido aparte en esta carrera. Tony Parker y Manu Ginobili van por libre en aquellos que acusan (a veces, con justicia) de racanería eficaz a los partidos de los Spurs. 




El veloz MVP de las Finales de 2007 y uno de los mejores sextos hombres de la Liga, el más talentoso miembro de la generación dorada albiceleste. Con reglas FIBA o de más allá del Atlántico, dos exteriores que han protagonizado el sueño americano. Han sido los dos mejores paladines de Duncan y sus esforzados acompañantes tras la retirada de Robinson (Nazr Mohammed, Malik Rose, el incombustible Antonio McDyess, etc.), la chispa que necesita la prosa más eficaz. 




Popovich puso los mimbres para ello. Hubo temporadas donde Parker querían ir en una dirección y ellos en otra. Sin embargo, el interés y el respeto siempre han estado allí. El veterano técnico viajó a la localidad argentina de Manu en plenas vacaciones estivales, simplemente porque quería conocer de dónde venía uno de sus mejores jugadores. Ginobili le fue básico para batir a uno de los mejores amigos de Gregg, Larry Brown, su maestro en el arte de las pizarras y los bloqueos, en unas épica serie contra una poderosísima segunda generación de Bad Boys (sin duda, hasta las pasadas Finales y el pulso con Dallas en 2006, la lucha por el anillo más dura de los incansables Spurs). El MVP se lo acabó llevando Duncan, pero a nadie le hubiera extrañado que fuera el sudamericano. El vestuario lo tomó con la tranquilidad de quienes saben que se rema por un objetivo común. 




Parker ha sido aún más excepcional, acaso tanto por su capacidad de generar esas trepidantes entrada a canasta como por ser uno de los pocos hacedores de portadas en prensa del corazón de un equipo de caballeros discretos y silenciosos. Su romance con la "mujer desesperada" Eva Longoria fue un acaparador de rumores de prensa amarilla y se zanjaron en uno de los escasos cadáveres en el armario de una franquicia modélica. Un asunto que salpicó a dos matrimonios y presuntas infidelidades, que hubieran podido traducirse en una posible traición de uno de los mejores playmakers de la NBA a su compañero, Brent Barry, cuya cónyuge hubiera podido ser una actriz principal en el divorcio del primero. Como suele suceder en un sitio hermético y discreto, una tupida cortina se levantó y no se ha vuelto a hablar del asunto... el tiempo cura las heridas... o las resucita.  


Milagros cotidianos

Tras otro año haciendo algo más importante que ganar, es decir, honrando las camisetas de su conjunto para la causa del basket (excelente metáfora que acuñó Paniagua para hablar de de los Boston Celtics de Doc Rivers), pocas cosas podrán sorprender a San Antonio en este mes de junio. Saben lo que es ganar sobre la bocina (heroicidades de Horry, Elliott, Avery Johnson, Steve Kerr, etc.), perder en el último suspiro (dagas de Ray Allen, Derek Fisher...), ser favorecidos arbitralmente (semifinales del Oeste, 2007), ser claramente perjudicados en Final de Conferencia por decisiones claves (2008), hacer remontadas imposibles (Dallas, 2006), ver cómo les levantaban colchones de 20 tantos (Lakers, 2003), etc. Lo dicho, nada puede inquietarles en demasía. Incluso dos gourmets del basket como Antoni Daimiel o Andrés Montes enterraron en alguna ocasión a Popovich (un entrenador que no deja de aprender) y su curiosa condición de estratega y general manager. 



Aparte de los puntales ya dichos, la clave para intentar enturbiar la "tiranía" de calidad y fuerza de Lebron James en el campeonato, acompañado de una escuadra que es una apisonadora, Popovich y su excelente staff técnico deberán volver a inventar sus pequeños milagros. El portentoso rendimiento de Leonard en el pasado año, las heroicidades de Green, el excelente estado de forma de Boris Diaw, conseguir que todos los miembros del roster sientan que pueden ser héroes un domingo cualquiera. 



Lo harán, no les quepa duda. Están acostumbrados. Supuestos enfants terribles como Stephen Jackson o Nick Van Exel, tachados de derroches de talento y malas pulgas, fueron chicos ejemplares y útiles para sus generales. Algo en la atmósfera esta especie de monasterio del basket en una época de excelsos saltarines y música alta, impone respeto y obediencia.   





Decía Phil Jackson que los Spurs no pueden ser considerados una dinastía, tal vez, una fuerza, una gran fuerza. Quizás el gurú del baloncesto, a la sazón presidente de operaciones de los New York Knicks, lleve algo de razón. ¿Recuerdan la magnífica Dos hombres y un destino? Las andanzas de dos forajidos de leyenda, Butch Cassidy y Sundance Kid les llevan a meterse en una serie de líos con toda clase de autoridades, incluyendo el ejército de Bolivia. No obstante, los dos aventureros y fueras de la  ley únicamente parecen tener respeto y cuerdo temor por uno de sus perseguidores, un extraño individuo llamado Laforce, quien los sigue de manera infatigable durante todo el metraje, sin que veamos su rostro, pero sabiendo que siempre está allí, mostrando un gran ingenio para sortear las mil trampas y falsos señuelos que le dejan sus inteligentes oponentes. 



Indudablemente, Spolestra y su ultra-favorito conjunto siente su three-repeat más cerca que nunca, pero un extraño picor en la nuca les ha llegado cuando han conocido el desenlace del cuadro de eliminatorias del Oeste... Laforce ha vuelto a la carga y no se lo va a poner nada fácil a los de Miami. 




Llevan 17 años en este negocio por algo...

GRACIAS, JORGE

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Hay jugadores que parece van a ser determinantes desde el primer minuto que se atan las zapatillas. El Allen Iverson del primer año de la NBA parecía escasamente acomplejado por haber dado el salto de calidad desde las canchas del playground de Philly al campeonato más exigente de su disciplina. Otros, en cambio, no confirman las amplias expectativas creadas a su alrededor: lesiones, infortunio, no dar con el equipo o el entrenador adecuado, un mal enfoque de su carrera, etc. Pero hay otra especie muy particular en las canchas, la del discreto, el que pasa inadvertido y no tiene un reflejo en las estadísticas de su real importancia. 




Jorge Garbajosa, quien recientemente ha presentado su biografía deportiva, pertenece a una categoría extraña dentro del firmamento de los ÑBA españoles. No ha sido bendecido con unas condiciones físicas tan brutales para el baloncesto como los hermanos Gasol, tampoco ha tenido el extraño don anotador de Juan Carlos la Bomba Navarro o los rebotes de Felipe Reyes... sin embargo, compañeros y cuerpo técnico de la selección española se muestran de acuerdo en que el ala-pívot madrileño ha sido fundamental en uno de los ciclos más gloriosos del basket de alta competición. 



Podríamos citar sus vitales triples para sorprender en la gran final del Mundobasket a la selección helena en Japón, también recordar su ingrato trabajo en la sombra contra Dirk Nowitzki (pocas veces se ha mostrado más incómodo el excelso astro alemán que con el juego de pies de "Garbo")...o su respetuoso silencio cuando Aíto García Reneses lo relegó a la profundidad del banquillo en los Juegos Olímpicos de Pekín Sin rechistar, uno de los primeros balones que tocó en la final fue un triple frontal contra los todopoderosos Estados Unidos. Siempre productivo. 


Aunque aún no hemos podido hincar el diente al libro de Joaquín Brotons, los responsables de Never Shall me Down no vemos el momento de poder recordar la explosión de un talento tardío, un jugador espigado a quien dio una oportunidad la inagotable fuente vitoriana, acostumbrada en aquellos años a crear de la nada a estrellas. Garbajosa era un jugador atípico, una indefinición entre interior y exterior, alguien que alternaba partidos de 20 puntos con otros donde no miraba al aro, según las necesidades del equipo... Tal vez, lento para el basket del siglo XXI, pero compensado con creces por su gran arma: una inteligencia y colocación fuera de lo común para el deporte de la canasta. 



Una sapiencia y una curiosidad que se reflejó en decisiones valientes a lo largo de su trayectoria. Tal vez, la más acertada, su experiencia italiana, un tipo de juego que se adaptaba a las mil maravillas a sus virtudes. Punta de lanza de una poderosa Benetton, tuvo momentos extraordinarios en Copa y Lega, aunque faltó el broche de oro en la Final Four de S.Jordi. Allí, la maquinaria de Pesic logró vencer en una batalla extenuante al duro conjunto itálico, quizás la gran ocasión del "multi-usos" (Andrés Montes dixit) de llevarse uno de los pocos títulos que faltan en su envidiable palmares: la Euroliga. 




Los fundamentos defensivos adquiridos, su cada vez más firme habilidad como triplista y los extraños intangibles que parecía aportar lo hicieron un agente libre cotizado. Una ciudad ilusionada (Málaga), contando con el entrenador adecuado (Sergio Scariolo), confió en el hijo pródigo del baloncesto patrio para llevar al Unicaja a cotas nunca antes vistas en la entidad andaluza. Aún hoy, la final de la Copa del Rey 2004/05 sigue siendo considerado uno de los mejores partidos jamás firmados por la histórica institución malacitana.   



La siguiente campaña fue su consagración, estrella indiscutible de la selección y de su equipo, Garbajosa fue el MVP del ansiado título liguero del Unicaja. Una ACB que fue su mejor tarjeta de presentación para la NBA, donde los Toronto Raptors le esperaban con los brazos abiertos. Allí compartió minutos con su amigo José Manuel Calderón y fue un atípico novato en el duelo con los sophomores en Las Vegas... Más apreciado por sus entrenadores que por la afición estadounidense, más encandilada por el espectáculo y las acciones ofensivas espectaculares, la aventura en el otro lado del océano se acabó antes de tiempo por una fatal lesión en una de las canchas más emblemáticas del mundo: Boston. 



Fueron años menos fáciles para quien estaba acostumbrado a disputar minutos y ser relevante. El Madrid, en plena era Messina, le reclutó, un viejo sueño de la entidad blanca, si bien sus prestaciones físicas ya no eran las mismas. Duelos con las aseguradoras para garantizar su presencia los veranos y su eterno buen humor no bastaron para provocar su marcha de la capital y un nuevo canto de cisne en Málaga, una de las ciudades donde más se le disfrutó. 




Uno no puede dejar de recordar las visitas de la generación dorada a Córdoba para amistosos con China y Croacia. No sorprendió que "Garbo" fuera uno de los jugadores más solícitos a fotografías, firma de autógrafos y pidiera a los aficionados que le tuteasen y le llamasen, simplemente, "Jorge". 



Pues eso, Jorge, gracias por todo y, sobre todo, tu baloncesto... 

LAST TEAM STANDING

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La picadura de la serpiente



Lo sabían. No les pilló por sorpresa. El fabuloso primer cuarto de Lebron James entraba dentro de los sistemas de Popovich. Duncan descansando tras los primeros minutos, ninguna señal de alarma. San Antonio volvía a oler su quinto anillo, pero no vendieron la piel del oso antes de cazarlo. Miami llevaba cuatro Finales consecutivas y eso no se regala. Simplemente, esperaban su momento. También a su héroe. Fue Kawhi Leonard, nada que objetar en el vestuario. Otras veces, Parker, ora, Ginóbili. Casi siempre, Timmy. No importa un nombre individual, son un bloque compacto. 




Cada uno sabía cómo cerrar su quinto partido. Tiago Splitter cerraba el camino al aro de "Flash" Wade, el jugador más querido por la grada de Florida (Lebron es el mejor, pero D-Wade estuvo en aquel primigenio anillo de 2006), mientras Manudona hacía un mate a costa de Ray Allen, el excelso triplista, el hombre que fue el principal culpable de perder las pasadas Finales con su milagroso triple. Lección aprendida. Dureza mental. Laforce siempre vuelve, ya se lo decíamos... 



Pasaban los minutos y el rey de la NBA no se lo creía. Spolestra tampoco. No le ha pasado nada a los Heat. Han hecho una temporada regular notable y unos grandes playoffs en el Este, quizás a costa de la inmadurez emocional de unos Indiana Pacers que distan abismos de la capacidad mental de estos Spurs. San Antonio ha arrasado, pero porque habrían podido con cualquiera en este estado de forma. Cabe quitarse el sombrero ante Dallas, los únicos capaces de llevarles a siete; hoy, lo vemos como la puesta a punto de un engranaje maravilloso. 




Acabó cómo deben hacerlo las Finales. Con una leyenda como Bill Russell entregando el trofeo a un chico humilde, pero que es un regalo cuando juega al baloncesto. Lebron abrazándose a Duncan y Parker. Habrá culebrón en los dominios de Pat Riley, mientras Texas sonríe ante sus muchachos. El Maestro Zen, loado sea su triángulo, puede seguir poniendo los asteriscos que quiera, pero han ganado una guerra extenuante. Los Lakers de Kobe y Shaq, luego de Bryant y Pau, los Pistons de los dos Wallace, los Nets de Kidd, los Celtics del Big Three, Dallas y su Nowitzki, aquellos Suns maravillosos de Nash... Han combatido a todos esos grandes y honorables ejércitos, ganando y perdiendo. Pero han resistido siempre, la cerrara de fondo de dos décadas tiene un único amo y señor...


Felicidades, Timmy


Habla poco. Cuando lo hace, dice cosas con mucho sentido. Un amigo mío me lo describía mejor que nadie: "Es la estrella más atípica de la NBA". Duncan no mete voces y tampoco grita para que no le griten, como decía Daimiel. Tiene cero celos del merecido MVP de Leonard, tampoco le importó el de Tony Parker en 2007 o que Ginóbili se lo hubiera llevado en 2005. Karl Malone, aquel ala-pívot legendario, no duda en adjetivar como "maravilloso" al genio atípico de las Islas Vírgenes. 




Poco sabemos de su divorcio. También se habló de rumores de alcoba y tendencia sexual en biografías de ex compañeros. No podría importarnos menos. Tim no ha comercializado con su vida privada, ha jugado acorde con las reglas, ha sido un caballero y las personas amantes del basket respetan eso por encima de todas las cosas. Con permiso de Robinson, es el estandarte en El Álamo, como Stockton lo fue de Utah o Reggie de Indiana. Lo único que es verdadero 100% del 21 es su juego, ahí es donde no se admiten discusiones posibles. 



Han sido batallas y batallas por la hegemonía en su puesto. Malone se lo puso muy complicado siempre, pero Popovich y él no tuvieron problemas en entrevistarse con él en verano de 2004 para reclutarle. Garnett y él, la noche y el día, regalaron enfrentamientos donde el talento y los nervios se pusieron a prueba. Antiguos Spurs hablan de Big Ticket, pero Timmy, las pocas veces que lo ha hecho, solamente ha mostrado respeto por el power forward más explosivo que se recuerda. Pau y Marc le admiran, Sheed siempre le sacaba una discreta sonrisa a media pista. Cuando en 2005 y 2006 le decían al rey de las técnicas que era de los pocos que le frenaba, Rasheed, chulesco por definición y etiqueta negra por devoción, se bajaba por una vez de su papel macarra: "Lo único que sé es que el mejor jugador del mundo sigue saliendo cada noche a hacer su trabajo". Shaq, físicamente el más temible, admite que es de los pocos a los que pondría a su altura como líder. 




Ahora ha bailado con C.Bosh, otro de sus delfines. Seguro que también tiene respeto por el honesto esfuerzo de jugadores como Haslem. Aquella bandeja el séptimo día está olvidada. Esta vez no estaba Horry para acudir al rescate, pero San Antonio se encargó de tener colchón de puntos para no pasar nervios. El Siglo XXI respiraba tranquilo, que los demás sigan hablando... Ahora, como fiel de los Mavs y los Pistons, solamente puedo decir: "Timmy, leche, tómate unos días de vacaciones a ver si nos dejas volver a tocar algún anillo, mamón"


Teniente alcalde de tacañón

Fue discípulo aventajado de Larry Brown, quien casi tuvo que perdonarle cuando Popovich se excusaba por ganarle un séptimo a su maestro. El inefable Andrés Montes se burlaba del teniente-alcalde de tacañón con sentido del humor. O´Neal le acusaba de mandarle a la línea de tiro libre. Popovich es un ejemplo del refinamiento de la edad, de la inteligencia natural y la capacidad de aprendizaje. El rígido sargento de hierro dio paso a un alcalde ilustrado, un cortesano refinado y un general del Renacimiento. 



Ha ido aprendiendo cada año. El Pops que ha manejado a la perfección a Belinelli no es el mismo que no encajaba con Parker y Ginóbili. Su viaje a Argentina para conocer de dónde venía Manu fue una declaración de intenciones. El mejor símbolo de la mística Generación Dorada y su míster han pasado por vaivenes en su matrimonio (suplencia, discrepancias estratégicas, visión del juego...), pero han salido reforzados. Ver a Manudona pensar tan bien y templar cuando hace falta hace añorar poco al explosivo y alocado talento de antaño. Ver a Popovich apostando por el juego de pase al estilo Sacramento Kings y exculpando a Manu de la eliminación ante los Grizzlies de Marc (el momento más bajo, el terremoto en primera ronda que hubiera acabado con todos, menos ellos) hace rememorar ese cuadro de Goya: Todavía aprendo. 



Parker por su lado es otra metamorfosis lógica, una demostración de que los buenos vinos deben guardarse en bodega para las ocasiones especiales. Se cuidó mucho para no tener las molestias físicas de 2013. El chico talentoso pero del que abusaban Jason Kidd y Chauncey Billups se ha ido, ahora queda el MVP del Eurobasket y de Finales, un revolucionario francés que lleva corona cuando decide dar una marcha mayor o menor al partido. Tony, si te quieres venir al Palau algún año, siempre hay hueco, ¿vale? 



Ha sido la que les faltaba. La última heroicidad de unos obreros talentosos y honestos. Tras años haciendo la mejor prosa, los ensayos más sesudos, Popovich y su cuerpo técnico han liquidado el fantasma de su única rémora: Ganan, pero no enamoran. Ese oprobio ha sido desterrado. Desde los Celtics de Bird o Magic no veíamos circular el balón así en unas Finales, desde los Bulls de Jordan nadie ha transmitido esa senación de victoria... San Antonio tiene la única victoria que le restaba, la de embobar a propios y extraños son su juego. 


Saben de lo que hablan

Siempre le aplaudían. T-Mac estaba en lo más profundo de la rotación de aquellos Spurs. Sin embargo, la afición sabía que estaba ante un grande de los de verdad, maltratado por las lesiones. Una muestra de respeto, de la Vieja Escuela. El mismo que muestra la franquicia cuando un jugador no tan conocido para el gran público como Patty Mills se convierte en imprescindible en el esquema de juego. Si trabajas, siempre tienes un hueco, todo el mundo es recuperable para la causa... 



Boris Diaw pertenecía a una vieja Némesis, aquellos estéticos Phoenix Suns, pero algún kilo de más y viejas batallas no han pesado en su incorporación a sus antiguos oponentes. Diaw volvió a su mejor versión, a lucir por su versatilidad y encandilar por sus pases. Ya rejuvenecieron a Antonio McDyess, saben lo que hacen en ese viejo taller. Matt Bonner sería cortado por varios equipos de Euroliga por sus condiciones físicas, en San Antonio, enchufa triples como si fuera lo más fácil del mundo y le da igual jugar dos minutos que veinte. 



Algunos como Green tuvieron más minutos. Otros, como Joseph, menos tiempo en pista. Daba igual, estos muchachos juegan por el nombre que hay delante de su elástica, no por el de la espalda. Daye tuvo asimismo sus seis minutos de gloria. Duncan afirmaba que todo volvía a estar en su sitio, Popovich halagaba a la organización de Miami y calificaba el triunfo como el más hermoso de su trayectoria, aquel extraño y hermoso viaje que comenzaron hace tanto tiempo... 




"We like our players to play for fun and to be happy rather than afraid. It's like that in any business. If you have employees who work through fear, you're not going to get any ingenuity out of them. You're not going to get any employees who will take a gamble or come up with ideas. All you'll have are robots that are going to do their jobs, have a low-key approach, stay out of trouble. They'll put in their hours and go home. But I'd rather have it the other way"- Red Auerbach. 


UN DOMINGO CUALQUIERA...

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Juan Carlos Valerón lo sabía. Había estado en muchas guerras. El extraordinario veterano, internacional con España y símbolo de un Depor eterno, pedía calma al sector más encendido por su afición. El conjunto canario se disputaba un año de trabajo bien hecho, la eliminatoria contra el Sporting y una intensa disputa por la ansiada última plaza que daba a la primera división española. "Hasta que no pasa el último cura, la procesión no acaba", palabra del añorado Manolo Preciado, pocas veces tuvo más fundamento que ayer. 



Entonces ocurrió. Un gol de Dávila para poner carpetazo a 42 años de espera. El Córdoba había evolucionado desde el conjunto que se encontró con un Valladolid superior la pasada edición de playoffs. Saber competir sería el resumen. Ha sido un año raro en el Arcángel, séptima plaza, metiéndose a última hora, pero en una clara línea ascendente. Hasta el último segundo, la antigua capital del califato creyó que era posible. 



Desde la época en que el elegante y poco acelerado Del Bosque regalaba su clase antes de volver al Madrid, no se veía la ciudad en una de estas. "El Chapi" Ferrer sonrió y se tiró al césped. Lo había vivido en Barcelona y Chelsea, aunque nunca ha parecido tan complacido, probablemente por la dificultad de la empresa. Posteriormente, en rueda de prensa, felicitó a la isla de las Palmas, fácil comprender su dolor teniéndolo tan cerca. "Hoy nos ha tocado a nosotros". El antiguo compañero de batallas en el lateral con Sergi, deseó que su adversario volviera a Primera el año siguiente. Un señor. 


Y es que a nadie le hubiera extrañado que le hubiera salido cruz al conjunto de negro. Un viejo rockero como Raúl Bravo había salvado un casi imparable segundo gol que hubiera sido la estocada definitiva. Salió Xisco buscando ese oportunismo que siempre tiene. Los jugadores arriesgaban amarillas, mientras el reloj corría a favor de los amarillos, quienes empezaron a acariciarlo. Pero quedaba ese minuto y media, los visitantes salieron a por todas y ese pequeño sector minoritario de la afición canaria (ejemplar en su mayoría) privó de una concentración muy valiosa a sus jugadores y colegas de abono. 




Entonces llegó y Córdoba enloqueció, las Tendillas se convirtieron en el centro de algo que puede ser un soplo de aire fresco para una crisis, la cual no era solamente deportiva. Hostelería, hoteles, oferta turística... Es el momento, tener un equipo en la liga BBVA puede ser una inyección económica y moral que no puede desperdiciarse. Las caras fueron lo opuesto a lo vivido en la elección a la capitalidad cultural del año 2016. Ya tocaba, no podía haber sido mejor, un tanto sobre la bocina, como quien dice... 



Hoy las calles reciben al autobús, incluso en Barcelona y Madrid (donde ya no solamente está el Real, sino los indios del Cholo) se han enterado de la que se va a formar. Con cabeza y discernimiento, es momento de dejarse arrastrar por cierta locura, es una oportunidad entre un millón, una licencia para soñar. Basta recordar lo que significó la visita del Barcelona en la Copa del Rey para que muchos se froten las manos pensando en lo que va a ser ese estadio para la campaña 2014/15. 


Lo celebraron en el vestuario, pensando en la fiesta que los esperaba. Ferrer sonreía. Son un grupo. Los cogió a mitad de temporada y vio que había pocas cabezas salientes, que todos iban a uno. Imaginar era gratis y, tras una dificilísima serie con Murcia, resuelta tan bien a cara o cruz, el bloque lo había logrado. Lograrlo en campo contrario agrandaba la hazaña. 



Hoy han logrado los focos en prensa, telediarios y radios, han puesto a su tierra en el mapa y, seamos más futboleros o no, únicamente se pueden dar las gracias. 



Paco Jémez y los ilustres predecesores del Chapi pueden sonreír tranquilos... logró completado. 42 años no son nada, hubiera dicho Gardel.

AQUEL TRIPLE DE LAMPE... Y AQUELLA FINAL ACB

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Han sido dos instantes que lo cambiaron todo. El maestro Woody Allen ya lo había advertido en Match Point, al final, buena parte del guión se resuelve porque una pelotita entre a tu lado o en el contrario. Huertas y Lampe lo saben. Pamesa y Madrid también. El Barcelona ha logrado una de sus ligas más accidentadas, un equipo que ha sabido reconstruirse de una dolorosa derrota en la F4 de Milán. Una lucha de supervivencia y guerras extrañas. 



El Barça recordó a los escépticos (uno que escribe incluido) que no se llega a ocho finales ACB de forma gratuita. Han sido años guerreando en canchas duras como las canarias, batallando con Unicaja, el poderoso Tau/Caja Laboral, el renovado Real Madrid de los últimos años, etc. Con todos ha ganado y perdido, pero ya nadie puede dudar de la hegemonía culé de casi una década en el campeonato doméstico. Este año descendieron a una tercera plaza que le garantizaba tener muchos problemas para disfrutar de opciones de ventaja de campo en semifinal y última ronda. 



No obstante, lo han superado, no sin apuros. Igual que el año anterior, el conjunto azulgrana empezó a coger carrendilla cuando comenzó la Copa del Rey. Un triplazo de Sergio Llull le alejó del título, pero la imagen fue buena. Confirmó su excelente defensa en Euroliga, justo hasta aquel viernes donde los merengues destaparon sus vergüenzas ante todo un continente. La recuperación psicológica ha sido increíble, junto con el valiente Unicaja de Joan Plaza, pocos se han atrevido a hincar el diente a los súper-líderes con el descaro que hemos visto en estos cuatro encuentros. 



De cualquier modo, el discurso pudo variar mucho si Lampe no hubiera decidido anotar sus únicos tres puntos en el momento oportuno. Estaba abierto y esquinado. La defensa madridista vigilaba a Navarro y el posible rebote ofensivo. Aunque no ha sido el de Baskonia, el polaco tuvo la confianza y el descaro que se presupone a estos niveles, mas no siempre se tienen. El esférico entró y acaba un último cuarto donde los visitantes rozaron volver a su feudo en la capital para voltear una serie tensa y que empezó con mal pie...


El líder de la temporada regular nos había deslumbrado a todos. Tanteos altos, velocidad, mates, espectáculo, un Felipe Reyes rejuvenecido, Mirotic a niveles NBA... Ha sido un año con meses extraordinarios para un proyecto que pareció confirmarse cuando sobrevivió a su test más duro del año, el poderoso Olympiacos de Spanoulis. Se colaron los guerreros de Tel Aviv con todo merecimiento para privar a los campeones del torneo del KO español de su segunda corona en el mismo año. Quedaba la Liga, pero el Madrid no era ya el mismo conjunto que aterraba a sus adversarios y provocaba el murmullo de asombro de los aficionados rivales. 



Anto Tomic lo entendió mejor que nadie. Era el único que no tenía campeonato habiendo militado en ambas escuadras. Muchos le señalaban de talento indolente, que Florentino Pérez y cía lo dejaron escapar porque no rendía en los minutos de la verdad. Tomó una dulce revancha en aquella noche donde superó a rocas como Bourousis. El Barcelona se tiró a la yugular de los locales para robar el factor campo y, apagones incluidos, no le pudo salir mejor. La sangre fría en los tiros libres les permitió sobrevivir a las acometidas de Rudy Fernández, la sapiencia de Sergio Rodríguez en la dirección y una afición que ha creído siempre en un equipo que los ha malacostumbrado durante casi un año. 




Un golpe en la mesa que sacó los peor de Pablo Laso. Las críticas al arbitraje desconcertaron por tempraneras y marcaban una diferencia con la anterior final. En ella, los culés empezaron a desquiciarse por la famosa jugada de Sada, la cual tenía una muy difícil señalización para los jueces. Ahora, fueron sus rivales quienes empezaron a cuestionarlo todo y era una vía en la que el Barcelona podía hacerse fuerte. Comenzaron a pensar en los partidos del Palau como una ventaja única. 



El segundo día en la Caja Mágica trajo la mejor versión del conjunto de los récords. Estuvieron los de siempre (Rudy, Felipe, etc.), mas la sorpresa fue Salah Meri, convertido en un bastión, líder espiritual y termómetro de los suyos. Un rico caudal defensivo que igualó la serie, aunque los blaugrana no cometieron el error de dejarse llevar. Cayeron dignamente, no podía repetirse aquella jornada en Italia. Unos y otros tenían motivos para ser optimistas en una campaña que había sido muy larga. 



El tercer duelo tuvo un mensaje de advertencia. Lo intuyó Iturriaga, madridista, comentarista y veterano de olfato fino, Juan Carlos Navarro dejó dos o tres detalles para la galería. El legendario escolta ha tenido un año de muchas molestias físicas y perdida de importancia (es decir, antes era dios en la cancha y ahora es un excelente jugador, pues hablamos de un deportista con una calidad pocas veces vista). Nada de eso se notó ante un Madrid distraído, con Laso recientemente operado, muchas quejas ajenas a la cancha y sin intuir la vendetta que sus anfitriones estaban gestando. 



Fue una avalancha de triples. Un castigo que Darden y compañía están acostumbrados a infligir, no a recibir. La Bomba fue la punta de lanza, pero todos brillaron. El juego coral arrasó al vigente campeón y desnudó carencias que no sabíamos que los blancos tenían. O, quizás, únicamente los del Regal supieron aprovechar el cansancio físico y psicológico mostrado por una escuadra que nos hizo soñar muchas veces este año a los amantes del basket. En especial, tras su estancia en la Lombardía, Mirotic no ha sido el que era. Tiempo y juventud tiene para aprender de este extraño año, donde ha dado lo mejor y lo peor.  




Tenían un match-point y Oleson y cía quisieron aprovecharlo. Laso expulsado por airadas protestas y algún palmeo de Tomic que hacía levantarse a una banca local sobre-excitada. Como fuere, los visitantes sacaron su orgullo, el rápido baloncesto de contras que les hizo los ogros de todos los campeonatos que disputaron. El Chacho, Fernández y toda la caballería blanca se lanzaron a remontar el encuentro. El Barcelona se encomendó, como tantas otras veces, a Navarro. Por una vez, el genio no encontró el camino, vallado por una defensa inteligente y la amenaza de las rápidas respuestas de las alas blancas. Y así sí salieron, de justicia es reconocerlo, las primeras polémicas arbitrales de un partido tenso. 



Las anti-deportivas de los vigentes campeones fueron rigurosas como poco. El juego interior visitante fue muy castigado, justo cuando los culés también apretaron los dientes. Simples faltas personales hubieran bastado y en lado y en otro, en un encuentro apretado y donde los dos archi-rivales necesitaban cada punto que pudieran obtener legítimamente. Hubo un criterio casero que deslució la remontada merengue; curiosamente, sin Laso, quien había recurrido a ellos como uno de los pocos argumentos en una atípica final donde estuvo sin ideas, al fin surgía el espectro de las decisiones. 




También hubo errores propios. Dos triples que normalmente hubieran entrado y permitieron a los futuros campeones encontrar a un Lampe que hizo enloquecer a una escuadra orgullosa, pero que no debe engañarse a sí misma. Xavi Pascual afirmó que habían perdido un título en el último segundo; otro, por una mala noche y que habían mejorado mucho en la Liga. Un diagnóstico acertado, salvo por la Euroliga. No fue una derrota. Se trató de un correctivo inesperado (con el Madrid se puede perder siempre porque es un gran oponente, pero nunca regalarle el billete) y que mostró el abismo de sensaciones entre unos y otros. 




La plantilla de la Ciudad Condal precisa de remodelaciones. Dorsey es un defensor excelente, pero como le pasaba en Grecia, quiere un protagonismo anotador que, de momento, no le corresponde. Lorbek ha sido un excelente fichaje, aunque sus dos últimas campañas han sido decepcionantes para las expectativas depositadas. Solamente Abrines sale realmente reforzado, junto con un Tomic que pudo y hubiera merecido ser MVP. Navarro siempre estará allí, tan grande como Epi, Messi o el icono culé que quieran colocarle,  aunque, pese a que quizás el genio no quiere verlo (¿cómo culparle?), el reloj empieza a correr en su contra y sería sano que empezase a limitar sus minutos en la cancha para los partidos y minutos decisivos. 




Xavi Pascual y su eficaz y profesional cuerpo técnico también deberían hacerse interrogantes. Su Barcelona ha sido un modelo de competitividad, mas no siempre de buen juego (sobre todo, teniendo en cuenta la calidad de las plantillas ofertadas). Han sido apuestas como la del Madrid la que ha congregado más gente al televisor. Son muchos años disfrutando de un entrenador excelso como pocos en sus sistemas, si bien se detectan agotamientos de unos y otros. El Barça lleva en préstamo mucho tiempo de su orgullo de campeón, pero otro verano sin amarse con seriedad y oficio se antoja una auténtica prueba de debilitamiento de un bloque orgulloso y algo caduco. 




El Madrid es asimismo un subcampeón extraño. Pocos equipos acabarían enfadados tras competir en todos los frentes. Las expectativas por su primer cuatrimestre eran altas hasta límites de vértigo y ahí su desgracia. Laso se desmontó de su impropio discurso y acudió, pese a la molesta y provisional silla de ruedas, a felicitar a su colega en el vestuario. Fue un bonito gesto de dos estrategas. A sus discípulos solamente les ha faltado un poco más de físico, suerte y frescura en la hora de la verdad. Costará mucho en la parroquia blanca, pero su mejor aliado sería la paciencia. Está la promesa y amenaza de Madrid 2015; la obsesión puede matar deportivamente a uno de los proyectos más atractivos de la naciente década; la ilusión, puede llevarlos a coronar tres años de basket de quilates. 



Fue el año donde el Madrid hizo un curso deslumbrante en fase regular, cuando dos equipos españoles llegaron a la F4, donde el Pamesa de Perasovic llamó a la élite de Europa, la 18 Liga culé, el MVP de Navarro, la venganza deportiva de Tomic, los highlights de Rudy y Sergio... y, obviamente, ese triple de Lampe. 

LECTURAS DEL VIEJO MAESTRO ZEN

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Siempre es una grata nota noticia. Un nuevo libro de Phil Jackson es una garantía de entretenimiento y anécdotas de uno de nuestros deportes favoritos. Canastas sagradas, More than a game, The last season...Nuevamente, la fórmula se repite. El mítico ex entrenador (hoy en día gerente de los New York Knicks, escuadra a la que dedicó sus mejores años como jugador) se apoya en Hugh Delehanty, quien fue su apoyo en la ya citada Sacred Hoops. 



Además, disponemos de una bonita edición realizada para lengua castellana. Retirado desde los Playoffs de 2011 (y es que, a pesar de ser uno de los estrategas más victoriosos de la NBA, resulta ironía de los dioses que la última batalla del general Zen fuera aquella masacre en Dallas frente a Nowitzki, Jason Terry y sus compinches texanos), Phil recuerda cosas de su pasado, poniendo el acento en sus exitosos años al frente de dos de las dinastías en las que fue pieza básica: los Chicago Bulls y, posteriormente, los Ángeles Lakers de principios del nuevo milenio. 



Bien estructurado en capítulos breves y repletos de secretos en los mentideros del vestuario (las guerras privadas de Kobe y Shaq, la evolución de Michael Jordan y Pippen como líderes, el papel en las sombras de veteranos como Brian Shaw, Rick Fox o Ron Harper, etc.), Never Shall me down quiero realizar una reseña un poco menos convencional a lo usual, algo que no parece incorrecto, pues, ¿quién puede ser más heterodoxo que el filósofo oriental de las canchas? Pocos entrenadores se caracterizan por mandar libros personalizados a sus jugadores, a la par que de utilizar el séptimo arte en sus charlas motivaciones (en ocasiones, con más desvergüenza que gusto, en el caso de Rick Adelman y American Story X, playoffs de 2000). 


Este repaso del coach trae varias historias que ya había desarrollado previamente, aunque hay alguna novedad interesante respecto a las conversaciones que mantuvo con Dennis Rodman antes de ficharlo para Chicago, tras haber sido la Némesis de Jordan y Pippen en Detroit. También acerca de su rivalidad con Pat Riley, cabeza visible de los rocosos New York Knicks de la década de los 90, o sus primeros y casi desconocidos años en Puerto Rico, donde comprendió la otra cara del lujoso mundo de los banquillos que viviría en California. De cualquier modo, los lectores quizás se mostrarán más interesados por sus últimos años por la información novedosa, por ejemplo, su relación con Ron Artest o su reconstrucción de los Lakers desde verano de 2005, reinventando su relación con Kobe Bryant, genial y polémico talento de los de púrpura y oro. De "No tomaría ni un café con Jackson", Black Mamba pasó a cantar las alabanzas del triángulo de Tex Winter y los asistentes de su querido maestro. 



Divertidos son sus "piques" y estilo para intentar pinchar a los mejores jugadores y técnicos adversarios (sus comentarios sobre Kevin Durant, su "el mejor equipo que el dinero podía comprar" a los talentosos Portland "Jail" Blazers, etc.), así como algunos aspectos relativos a sus técnicas de motivación (aunque la estructura parece empeñada en algunos trucos publicitarios que también se han hecho con Mourinho o Guardiola, en plan de "Lea estos cinco sencillos pasos en voz alta y será mejor que Popovich y Red Holzman juntos"). Son de agradecer algunas de las citas que encabezan cada epígrafe, pues es grato y extraño ver una referencia a Gabriel García Márquez en un libro de basket, bienvenido sea siempre Macondo.   



Asimismo, hay cierto reflejo de que la edad hace que viejas rencillas nunca mueren. Poco generoso anda con su Némesis, el mítico y legendario Red Auerbach, alejándose del tono conciliador y emotiva dedicatoria que hizo en el anillo de 2009, cuando mostró muchísima clase en Orlando. No obstante, no deja de ser un honor para Red que todo un ganador como el discípulo aventajado de Red Holzman tenga que seguir comparándose y buscando ventaja de un entrenador que reinventó el significado de franquicia en los 60. Tampoco salen mucho mejor parados los San Antonio Spurs, tal vez el equipo que más le ha fastidiado en toda su avasalladora carrera por su tenacidad y resistencia a caer ante presupuestos mayores y rivales más jóvenes.  



Como fuere, estamos ante una obra muy recomendable y que hará las delicias de los aficionados, no solamente de los seguidores de Chicago y LA, sino de cualquier gourmet de la NBA en general. Por ejemplo, el público hispano podrá disfrutar de los detallados párrafos que dedica a una figura como Pau Gasol, quien sale más que bien parado bajo el ojo clínico de uno de los más ácidos y agudos observadores de la pista. También son honrados algunos viejos enemigos que le dieron quebraderos de cabeza (Chris Webber, Stockton, Karl Malone, Sheed, Ray Allen, Pierce, Garnett, etc.). 



No pueden jactarse de lo mismo en el estamento arbitral. La famosa (más que nada es célebre porque ni siquiera le tocó) falta de Pippen a Hubert Davis en el quinto encuentro de la primera temporada post-Jordan en el Madison Square Garden tiene su lugar, así como sus quejas a la dureza permitida a los temibles Bad Boys de Detroit o las facilidades arbitrales a Nowitzki en las semifinales del Oeste de 2011 (en este caso, sin que sirva de precedente, facilidades que debió ver en un universo paralelo, pues por más que se revisen los vídeos, aquello fue un paseo triunfal de ala-pívot alemán en ataque). Nulas menciones a expulsiones de Sabonis, arrollamiento a Steve Smith o gore arbitral con Sacramento en el sexto partido de 2002... Son cosas del Zen y es que, incluso en la rendida prensa de la Gran Manzana, la cual le adora con merecimiento, se granjeó el mote de El Quejica cuando las series no iban al ritmo que él marcaba (en su descargo, afirmar que en la mayoría de las ocasiones, las series iban al estilo que él había dictaminado).    



Y es que uno no puede comulgar con todo, ni siquiera con uno de de los grandes sacerdotes paganos bajo tableros, un tipo genial e irrepetible. Aquel jugador de hogar conservador en Montana, con aquellas gafotas de Clark Kent, supo hacer un viaje interior, alucinógeno y deportivo que lo llevó a la imponente figura que es reconocible por cualquier persona que sea buena aficionada a esta droga adictiva que se llama baloncesto. Conocen la silueta, barba blanca, gafas elegantes y discretas, vestido con mucho gusto y con esos anillos de confianza y soberbia. Su silbido hace que algunos de los astros más importantes del basket se giren con expresión obediente: ¿Su nombre? Jackson, Phil Jackson. El Maestro Zen. 





NO DIGA SARAS, DIGA MAGIA

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Fue un partido muy especial. Los ojos de medio mundo estaban puestos en la capital de Australia. Acontencían unas semifinales asombrosas. Estados Unidos había instaurado una dictadura de talento desde 1992. Los profesionales NBA habían arrasado como un rodillo a cuantas huestes del resto del mundo se ponía frente a ellos en las canchas. Sin embargo, ese día no había ocurrido la paliza de rigor. Con una escuadra con nombres como Kevin Garnett, Antonio McDyess, Vince Carter, Ray Allen o Hardaway, los norteamericanos habían llegado empatados a los últimos instantes. Buena parte de la culpa caía en un base que había sido adquirido por el Barcelona de Aíto García Reneses ese mismo verano de 2000. 



Sarunas Jasikevicius había escogido al mejor rival posible para lucirse y demostrar que había vida en Lietuva tras el legendario Arvydas Sabonis. Triples, asistencias sin mirar y una eterna sonrisa para desafiar a gigantes. Tuvo la última bala, un lanzamiento de tres puntos que pudo cambiar la Historia del basket olímpico. No podían saber unos y otros que "Saras" volvería cuatro años después para permitir que su país, el cual respira basket como si fuera un oxígeno vital, iba a ser uno de los pocos conjuntos internacionales que batieron al coco del torneo, el cual tenía figuras de la talla de Allen Iverson, Lebron James o Tim Duncan. 



Hace apenas un par de días, el irreverente playmaker europeo lo deja. Sin duda, hablamos de uno de los jugadores más influyentes del envejecido continente, dueño de cuatro Euroligas en su CV y varias de las Ligas y Copas más importantes en alta competición nacional. La Mano de Elías, el Palau, el feudo ateniense y clubes como el Zalagiris fueron algunos de los encargados de disfrutar de un talento colosal, un apellido que es tan significativo para el gourmet de las pista como Bodiroga, Papaloukas o Djordjevic. 


Voces tan autorizadas como Juan Carlos Navarro le han colocado entre los tres mejores compañeros que ha tenido en Barcelona, casi nada, teniendo en cuenta el talento que ha desfilado por la Ciudad Condal. No obstante, el romance del lituano con la grada culé ha sido tan constante como interrumpido por cuerpos técnicos (especialmente, el maestro Pesic, quien fue clave para que Saras y sus camaradas lograsen el triplete de 2003, pero permitió su marcha el verano siguiente, tras ser el MVP de las finales contra el Pamesa) y directivas. 



Ese traspaso, mal que nos pese a los parroquianos azulgranas, nos permitió ver uno de los espectáculos más increíbles que ha visto nunca la Euroliga. El tándem exterior de nuestro protagonista con Anthony Parker hizo al Maccabi de Tel Aviv (qué bonita esa época donde hablar de esa zona no traía las connotaciones de la terrible y abominable guerra que se está produciendo actualmente) un ciclón que logró más de 100 puntos en algunas de las canchas más difíciles de Europa. Maceo Baston fue uno de los mejores socios para acabar con furibundos mates los increíbles dibujos de uno de los asistentes más imaginativos que, además, se atrevía a dar pases de espaldas ante las defensas más poderosas de Europa, especialmente recordada la dada frente al todopoderoso CSK de Moscú. 



Su dominio convenció a un tal Larry Bird para hacerle una oferta en Indiana, donde hizo buenas migas con todo un Bad Boy como Ron Artest. Aunque dejó destellos de su clase, la NBA nunca vio al mago real, tampoco le dejaron mucho tiempo (inexplicable como un amante del basket ofensivo como Don Nelson le dio 1 minuto en los Playoffs contra los Jazz de Jerry Sloan) para mostrar lo que cada torneo internacional confirmaba. Aparte de su clinic en oro de Suecia 2003 (donde Stombergas y Macigauskas fueron sus otros-yo en la cancha), supo superar problemas del hombro para llevar a los suyos a una épica tercera plaza en el Eurobasket de Madrid. Esa medalla se consagró en un abrazo a Papaloukas, parecía que Kutuzov y Temístocles se inclinaban el uno ante el otro, demonios de la pista y jugadores aventajados en dar energía a los suyos y quitársela al rival. 


Un genio que debemos principalmente a su madre, quien se empeñó en tenerlo, pese a que el feroz seleccionador del momento (pensemos en el contexto de la Guerra Fría y la disciplina lacedemonia de la órbita soviética en deportes) le aconsejó abortar si quería conservar su plaza en la escuadra. Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por esa decisión, la canasta sobre la bocina ante el Pamesa, los pases sin mirar para que Pau machacase (era divertida la versión del beso de Magic y Thomas entre ambos, ya que el ala-pívot catalán tenía que agacharse para hacerlo, a pesar de que Saras mide 1´93 metros), su metralleta ante Estados Unidos, etc, etc.



Momentos imborrables, aunque también es de justicia recordar que ha sido uno de los pocos jugadores profesionales que se ha permitido el lujo de no defender, un mal necesario para sus entrenadores, quienes no podían permitirse perder a un recurso ofensivo así, aunque pasará buena parte de las barricadas protestando a compañeros, rivales y árbitros, todo por no pegarse al hombre. Como fuere, mito hasta la sepultura, una de sus pocas faltas fue decisiva, ante Iñaki de Miguel (espléndido defensa), por aquel entonces en el Olympiacos, en una infernal tarde de Euroliga griega, jugándose el pase a la F4 de Barcelona. Saras se la jugó en la lotería de los tiros libres y acertó, no entró ninguno de los dos lanzamientos (Iñaki era extraordinario como jugador interior, pero no tenía buena mano en esa faceta), un momento decisivo para sobrevivir al Pireo. 



Como Bodiroga, Kobe (a quien un envejecido Saras dejó un triple in your face de recuerdo en las Olimpiadas de Londres) o Bird, el recientemente retirado base parecía reservarse lo mejor para los minutos calientes, la hora de la verdad. Probablemente, aficionados y prensa perdonábamos sus travesuras y competitividad extrema por su amabilidad fuera de la cancha y eterna sonrisa, lo recordaba Sixto Serrano, quien le entrevistó con Epi en el Martín Carpena, durante un Unicaja-Maccabi Tel Aviv. "Estuvo muy amable como siempre. Nos contó que no estaba contento, que no encontraba su mejor juego. Sin embargo, ya estaba jugando bien, pero es verdad que a partir de entonces empezó a coger un nivel excepcional". Serrano también inmortalizó en la F4 de 2005 otra creación del genio, la pre-asistencia, consistente en ese pase que provoca un desequilibrio tal en la defensa oponente que genera un fácil 2 contra uno.  


Y es que, todos sabíamos desde la época de Olimpia de Liubliana a quien había que pasársela cuando llegaban los momentos calientes... 

BRING ME THE BAD GUYS

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"Quien mira mucho a un abismo, termina permitiendo que el abismo mire dentro de él". La frase es obra del filósofo alemán F.Nietzsche, un autor genial, polémico e incomprendido en la mayoría de las ocasiones. Aquí, en Never Shall Me Down, con la página remodelada gracias al amigo Klego, la sacamos a coalición para recordar a una de las escuadras más irreverentes, heterodoxas y odiadas de la historia de NBA: los temibles Bad Boys de Detroit, uno de los equipos más potentes de finales de los ochenta y comienzos de la nueva década. 



Igual que en la anterior frase, la prestigiosa cadena ESPN se ha atrevido a adentrarse en un abismo que nunca debería ser olvidado por el gourmet de este deporte, aquellos aguerridos jugadores de Michigan que lograron desafiar la hegemonía mediática y de talento de dos de los conjuntos más reverenciados por los aficionados y críticos: el bellísimo basket showtime de Magic Johnson y sus Lakers frente a los orgullosos y competitivos Boston Celtics, siempre bajo el liderazgo en todas las facetas del juego de Larry Bird, quizás el tipo más inteligente que nunca piso una cancha, cuanto menos a la hora de mostrar sus virtudes y tapar sus defectos. Por supuesto, la cadena ha terminado permitiendo que los veteranos chicos malos miren en sus entrañas. 



El serial 30 of 30 nos ha traído algunos documentales de calidad extraordinaria: personalmente, el dedicado a la amistad perdida (por la maldita guerra de los Balcanes) de Vlade Divac y Drazen Petrovic, junto con el excelso monográfico consagrado a los Fab Five de Michigan han sido auténticas delicias. De cualquier modo, este retorno al Palace de Auburn Hills ha sido una máquina en el tiempo extraordinaria. Ni lo bueno ni lo malo se ha omitido. Hemos vuelto a montarnos en el barco pirata. 


Una historia de codazos, arañazos, faltas flagrantes, rebotes homicidas, trash talking que rompía todas las convenciones de Ginebra, etc. Pues bien, eso es cierto. Asusta ver como los angelitos (Bill Laimbeer, Rick Mahorn y los distinguidos sospechosos habituales) recuerdan sus barrabasadas. Lo único que se podía decir en su descargo es que eran democráticos, el codazo podía ser a Michael Jordan o a un novato recién llegado de los Bucks. Cuando los Pistons perdieron una series ultra-ofensivas contra los New York Knicks del genial Bernard King, Isiah Thomas (prodigio universitario de Indiana y uno de los pocos jugadores que discuten a Iverson el trono de mejor jugador de 1´80 de la Historia) decidió que su escuadra no podía ganar solamente con sus penetraciones a canasta y triple. Si los Celtics eran duros, ellos debían ser puro tungsteno. 



Pero, y eso también lo refleja bien el recorrido, también fue una leyenda a su manera, el relato de una ciudad fatigada y obrera, la cual paga hoy los pecados de otros con una crisis económica brutal y una tasa de desempleo que ha disparado la delincuencia en sus calles, pero que en aquellos años tuteó a los grandes. Los chicos de Detroit dejaron helado el glorioso Forum de Inglewood con dos de los primeros cuartos más devastadores que recordaba la parroquia de Jack Nicholson. Eran sus primeras Finales y se despedían del primer tiempo con un triple desde su casa. Magic lo reconocía: "No sabíamos que atacasen tan bien"




Y vaya sí lo hacían. Dennis Rodman, un nombre semidesconocido para los ojeadores de su draft, terminó convirtiéndose en uno de los defensas más mortíferos de todos los tiempos. Chuck Daily, un hombre con fama de encantador y respetado por sus colegas, parecía una paradoja de los banquillos: ¿cómo podía ser el arquitecto de ese Berserker que avanzaba buscando pelea en todos los pabellones de los Estados Unidos? La capacidad de Detroit para sobrevivir a devastadoras derrotas (el robo de Bird en las Finales del Este, la lesión de Isiah cuando tenían ganado el anillo, la "falta fantasma" de Laimbeer a Kareem, etc.), muchos habían sido sepultados por la magia de la rivalidad verde y los de púrpura y oro. Los Pistons lo hicieron con métodos casi diabólico, aunque debe darse al César lo que es del César. Pocas veces un aspirante al trono ha sido tan consistente.  


Y es que eran una panda callejera y ruidosa que nadie quería en su salón. Kid Rock (fan incondicional de la Motown) es el narrador de este relato donde no hay prisioneros. Hay elogios, por supuesto, pero también viejos rencores. Pippen sigue negando con la cabeza al recordar la estampida (se salvó la dignidad de Joe Dumars, asesino silencioso del conjunto, MVP de unas Finales NBA y quizás el mejor defensor contra Jordan en toda su ilustre carrera) de sus verdugos (por tres veces eliminaron a los Bulls, usando un demoledor ataque y una defensa que parecía Vietnam) antes de estrecharles la mano cuando se pasó la antorcha, o el killer James Worthy, quien puede reconocer todas las virtudes baloncestísticas de sus rivales, pero sigue asegurando que no era lo mismo que enfrentarse a los legendarios descendientes de Red Auerbach. 




De cualquier modo, el Palace les dio todo el cariño que no tenían fuera. La espectacular cancha se tornó en uno de los fortines más inexpugnables que se recuerdan, un club modesto que hizo un brutal crecimiento de diez temporadas para rodear a Isiah (un astro formidable, desgraciadamente asociado siempre a polémicas), las cuales son recordadas como una novela de Robert E.Howard, una historia salpicada a sangre y fuego. Lo recuerda Jack McCloskey, más como un general que un presidente de club: "Sí, fueron todo lo que quieras, pero qué magníficos soldados"



Ello explicó la alegría con la que las tropas del Maestro Zen fueron felicitadas por acabar con aquel nuevo baloncesto, musculoso, de rebotes y desquiciar al contrario en todos los planos posibles. Jordan y Pippen hicieron pasar por el yugo a los Bad Boys, aunque los de Michigan dejaron su última marca de guerra al no pasar por el aro. Isiah y MJ mantuvieron una rivalidad malsana que era vergonzosa entre dos futuros Hall of Fame, salpicada por el escandaloso asunto de las elecciones del Dream Team del 92, donde sí estuvo Chuck Daily. 



El documental tiene el acierto de no omitir esa descomposición, que incluye el divertido lamento de Kid Rock al recordar que Rodman volvería a ganar anillos... en Chicago "De todos los sitios posibles". Muy recomendable que lleguen hasta el final y escuchen las palabras de Jordan, invitado estrella del asunto, quien demuestra una grandeza muy especial, la que se tiene tras haber luchado una ardua batalla contra esos incómodos demonios corajudos de azul y rojo. 



Por último, reunir a muchos de ellos en ese caserón abandonado y con ladrillos caídos, únicamente podía pasar en Detroit... Eran villanos, pero, Dios mío, cómo se les echa en falta. Por favor, bring me the bad guys and play some basketball. 

UN PEDACITO DEL CIELO...

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Comienzos del verano de 1998. Los Chicago Bulls, amparados en la excelencia de Michael Jordan y Scottie Pippen, reinan sin oposición en la NBA. Únicamente los Utah Jazz han aguantado el ritmo de victorias-derrotas de la maquinaria de Phil Jackson, quien había mostrado su sapiencia al incluir en su triángulo a demonios bendecidos con el rebote como Dennis Rodman o antiguas estrellas como Ron Harper, los Bulls habían ganado cinco anillos en apenas siete temporadas. En 1996 habían firmado el inhumano registro de 72 triunfos y 10 derrotas en regular season. 



Muchos analistas intuyen un paseo en el Este. Miami y New York, dos de las potencias de la conferencia, habían trabajado duramente por oponerse al tren de mercancías de la Ciudad del Viento, aunque sin haber logrado abatir realmente al coco del campeonato. Los jóvenes Orlando Magic habían osado mojarles la oreja en el pasado, pero Shaquille O´Neal fue seducido por los cantos de sirena de California. Tras ganar 7 de sus 8 encuentros de postemporada (Charlotte y New Jersey), parecía que únicamente Stockton y Malone podrían cuestionar el inexorable anillo de MJ, el eterno dorsal 23, quien había cumplido la profecía de Chuck Daly: "Es bueno, muy bueno. Es tan bueno que va camino de avergonzar al resto de la liga"



Pocos habían prestado la debida atención a una escuadra dirigida por Larry Bird, antiguo ídolo del Boston Garden, la cual había ganado con mucha solvencia a Indiana y New York. Dominar con tal claridad a los Knicks debía ser una advertencia a navegantes, si bien la jordan-manía no parecía concebir que aquellos Indiana Pacers fueran hacer alguna otra cosa que una muesca más en el revólver. Los dos primeros encuentros del United Center parecieron confirmar los augurios. Indiana no jugaba mal, mas los Bulls subían de marcha en el momento oportuno para ganar con comodidad en los últimos cuartos. 


Muchos parecían haber olvidado que los aspirantes a desbancar al campeón empataron a 2 en sus encuentros de regular season. En el pasado, Reggie Miller, el escolta estrella de la escuadra, se las había tenido e intercambiado golpes con Jordan, cuando ambos comenzaban en la NBA. Ahora, los dos genios estaban alejados de aquellos muchachos de talento exuberante e impulsivo. Michael dominaba todas las facetas del juego, entendía a la perfección el sistema de triángulo de Tex Winter y el concepto de liderazgo espiritual de Phil Jackson; por si fuera poco, si todo fallaba, el 23 recurría a sus viejos trucos de anotador total para llevarse el encuentro. Miller era un deportista de perfil diferente. 




Reggie fue seleccionado en el draft con pitos por un estado que se jactaba de que en el resto del país era solamente baloncesto. Allí, al igual que Lietuva, los aros eran una religión. Miller estaba oscurecido por su hermana, considerada una de las jugadoras más importantes de todos los tiempos. Delgado y con poco físico, era un escolta que nunca dejaba de moverse. Larry Brown le enseñó todo lo relativo a aprovechar bloqueos, mientras que Bird, un genio disputando partidos de alto voltaje, le supuso la madurez definitiva para los instantes de la verdad. Fruto de ello, Andrés Montes inmortalizó una frase en las eliminatorias por el título: "Tiempos de un killer, tiempo de Miller". De los abucheos iniciales, el Conceso le había adoptado ya como ídolo y hombre fuerte para darle la vuelta a una serie que iba muy cuesta arriba. 




No tendría que hacerlo solo. La gerencia de Indiana había drafteado, intercambiado y comprado al más puro estilo de la triple B (bueno, bonito y barato). Miller contaba con un base genial, Mark Jackson, trotamundos de la NBA y un adalid de la generosidad y manejo del esférico. Desde Holanda, había llegado el educado y correcto Rick Smits, un pívot que tuvo un doctorado bajo tableros con Patrick Ewing, quien lució un rapado total para la visita de Chicago. Otros nombres a destacar, dentro de un conjunto muy equilibrado, eran el pícaro Jalen Rose (joven talento surgido de aquel hermosísimo sueño de verano que fueron los Fab Five de Michigan) y Dale Davis, todo un guardaespaldas de los tableros, alguien capaz de hacer todo el trabajo sucio que una serie como la que iban a tener exigía. 


En un cansado tercer choque, los visitantes tenían colchón de dos puntos. Entonces, Reggie se dispuso a hacer uno de sus mejores trucos, una picardía que se haría legendaria, a costa de todo un héroe. Saliendo de la marca de Harper, el número 31 de los Pacers empujó a Jordan, quien iba a la ayuda. El astuto y tramposo Miller encontró la décima de segundo que necesitaba para hacer un triple increíble. La indignación de Jordan y el Maestro Zen sería legendaria. Sin embargo, el destino había movido sus cartas y los duendes de la tierra del maíz hicieron lo propio para escupir el certero tiro a tabla de Jordan. 




El taimado y astuto plan de Bird y su staff técnico iba materializándose. En otro encuentro agónico, los Pacers empataron la serie, justo cuando muchos parecían empeñados en enterrarlos. Ahora, Chicago miraba de reojo a Utah, donde los Jazz iban aplastando a sus oponentes del Far West. Aquel año, los de Jerry Sloan tenían ventaja de campo y estarían muy descansados. Si los Bulls tenían prisa, Reggie y sus muchachos iban a jugar con esa ansiedad como nadie antes lo había hecho en el Este. 




Un quinto encuentro siempre era bravo, pero los orgullosos inquilinos del United Center tenían demasiados argumentos. Hombres como Toni Kukoc, el excelso genio croata de aquella privilegiada generación balcánica, apoyó a Pippen y a MJ para que nos e vieran demasiado solos. Pese a ello, Bird no alteró las coordenadas de su plan, el cual había previsto una serie agotadora y a largo plazo. El sexto día, utilizando a perros de presa como Aaron McKie (quien había hecho historia en el basket de instituto de Filadelfia con Rasheed Wallace y a las órdenes del rígido pero sabio Bill Ellerbee), los Bulls vieron algo insólito: Michael Jordan cansado.  



Ante los medios, MJ pronosticó la victoria en el séptimo. Se trataba de la autoconfianza de un genio, un grito de ánimo a sus compañeros, sin embargo, nadie hubiera apostado, antes de comenzar, que el mejor jugador del planeta tuviera que recordar aquella supremacía. Ningún equipo había sido capaz de ganar en cancha contraria. Pese a ello, los de Bird salieron a mojar la oreja a una de las mejores escuadras de todos los tiempos. La grada que había celebrado cinco anillos enmudecía, mientras los ajustes, bloqueos y ritmo lento de los de Indiana iba adormeciendo un encuentro que se ajustaba perfectamente a sus intereses. 



13 puntos de colchón que no entraban en ninguna quiniela. Fue un momento donde los campeones demostraron de que estaban hechos. Cada intensa e inteligente defensa de Indiana era respondida con la fe incombustible de Pippen, Jordan y Rodman, quienes intentaban derribar la muralla a base de rebotes defensivos. Lenta, aunque inexorablemente, fueron recortando el marcado, si bien, los de Reggie Miller no habían dicho su última palabra. Llevaban de tapados durante aquella agotadora final, era el momento de que les mostrasen el respeto debido. 



Bird tuvo el honor de que ver cómo sus pupilos provocaban que uno de los mitos más grandes del deporte se arrojase al suelo con ellos en cada rebote, metiendo manotazos y recibiéndolos... Indiana no iba a ser ningún paseo, ni siquiera para aquel ogro infernal que parecía decidir los partidos cuando el héroe de Space Jam lo determinaba. Un milagrosa lucha de balón acabó con el sueño de los Pacers, quienes perdieron por apenas cinco puntos en su séptimo encuentro. Hombres como Travis Best eran la viva imagen del cansancio y el orgullo. Hacía seis partidos, había mirado extrañado a Bird cuando le dijo que él cubriría a MJ. Ahora, se podía considerar uno de los defensores que más le había hecho sudar. 



Aquel día, Chicago empezó su andadura a un épico sexto anillo, batallando a brazo partido con los mejores Utah Jazz de toda la historia de la franquicia mormona. De cualquier modo, a un servidor le gusta pensar que aquellos Pacers ganaron en aquella peleada y valerosa derrota algo más, un pedacito de tierra en el Olimpo baloncestístico que desde entonces solamente les pertenecería a ellos. 

EL REY DE LOS PÍCAROS

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La picaresca fue un género literario que prosperó siglos atrás, especialmente en España e Italia, tal vez donde mejor se podía comprender el fenómeno de hidalgos empobrecidos que se arrojaban migas de pan en la camisa o las argucias y tretas de los desfavorecidos para florecer a base de ingenio, buscando unos ducados y alguna forma de hacer callar a las furibundas tripas, que hubiera dicho Lucas Trapaza. Cuál ha sido mi sorpresa al encontrar a uno de esos busca-vidas en la propia NBA, nada menos que Jalen Rose (Detroit, 1973). 




Criado bajo los esfuerzos en solitario de su madre en la Ciudad del Motor, adorador de los Bad Boys, Jalen fue uno de esos bases de manejo rápido de bola, uno de los que dejaban sentados a los rivales en el duro cemento, mientras no disimulaba una sonrisa de satisfacción. Hace varios meses, la cadena ESPN nos deleitó con un detallado documental de los Cinco Fantásticos de Michigan, un descarado equipo de novatos con sneakers negros, aires barriobajeros y talento descomunal para el basket. Sospechosos habituales de cruzar la línea y de humillar a sus adversarios con su trash talking, a nadie podía extrañar que Jalen fuera, quizá junto a Chris Webber, la voz más odiada de uno de los conjuntos más famosos de la NCAA, a pesar de no haber podido ganar ninguna de sus dos F4 en la NCAA.    



Haters gonna hate, debió de pensar Rose, quien no cambió mucho su discurso y sonrisa de villano carismático en su irrupción en la auto-proclamada mejor Liga del Mundo. Piedra angular de los poderosos Indiana Pacers de finales del siglo XX, Larry Bird se las vio y deseó para controlar a su díscolo talento, quien impresionaba por su juego y también por la locuacidad ante los micrófonos. No hace tanto, admitía haber intentando lesionar a posta a Kobe Bryant en las finales de 2000. La misma Black Mamba a la que resumió con esta frase memorable: "No me causa ninguna ofensa que uno de los mejores jugadores de la Historia haya hecho 81 puntos a mi equipo. Si Michael Jordan es el original, Kobe Bryant es el remix, baby. Eso sí, si Luke Walton me hace 25 puntos, sería para retirarme". Ese mismo día, el del show de Mr.Bryant, Jalen tuvo una cariñosa frase a la sagaz estrategia defensiva de su entrenador: "Ey, coach, ¿y si hacemos ayudas para parar a Kobe? No sé, por lo menos permitir que nos gane otro tío que no sea él, como lleva haciendo toda la noche"


Sin embargo, un jugador de personalidad excepcional. Siendo apenas un novato universitario, Rose se echó a las espaldas un partido de máximo tensión con toda una grada gritándole por el crack incautado en su causa, acusándolo de camello. Pecata minuto para un individuo forjado con los genes de Detroit, como él mismo dice, el chico que admiraba a Isiah a los suyos, pero que también aplaudía la espantada ante los Bulls en la década de los 90. Y, a pesar de todo, el rey de los pícaros encontró acomodo en los medios, haciendo entrevistas a ídolos personales como Magic y ganándose el respeto de sus colegas de profesión, quienes no podía dejar de verle como un goodfella, un periodista improvisado que entendía su jerga y era uno más del playground. 



Y es que Jalen Rose Story-Time es el equivalente a las inefables aventuras del tío Vázquez en los cómics de Bruguera, el toque macarra en una fiesta de etiqueta. La anécdota de la televisión de Patrick Ewing, la expulsión por provocar a Michael Jordan o sus pullas a Shaq por acusarle de decir que se llevaba mal con Kobe ("Ahora resuelta que son como hermanos. Pero da igual, acepto mi papel como cordero de sacrificio para que estos dos se reconcilien"). Sigue apostando doble o nada con sus tertulianos que Kevin Durant se irá algún verano a Houston. Siempre le gustó cargar la baraja. 




De cualquier modo, en tiempos de restricciones tan duras a las faltas técnicas, de código de etiqueta y fomento del lucimiento de las estrellas, viene bien que alguien cuente las novatadas que hacen los veteranos a los jugadores de primer año. Recordando su propio sufrimiento, Rose demuestra ser el mejor imitador de todos los tiempos de D. Mutombo, quien siempre se refería a él con su vozarrón como "Young, fella". Siempre será mejor eso que recordar su descalabro en los New York Knicks de Larry Brown, aquella empresa faraónica que acabó siendo una estafa piramidal.  


"Yo creo que los testículos de San Antonio han ido subiendo conforme entraban en El Palace", afirmaba en las épicas finales de 2005, cuando "sus" Pistons levantaban el parcial de 2-0 de la serie. Sin pelos en la lengua, tampoco para reconocer los trucos de los veteranos profesionales de NBA para garantizarse contratos cuales cantos de cisne en los minutos de la basura. El rey de los pícaros y su corte, destacando sus charlas con el bostoniano Bill Simmons.   




Si bien es imposible comulgar con todo lo que dice una persona, meno si va con un bate de beisbol al plató, uno no deja de pensar que, igual que el Territorio Comanche de Reverte, hay un punto de veracidad e indecorosa honestidad en estos recuerdos en las líneas enemigas, una cara del baloncesto más real que el universo Disney que, a veces, tiene lo políticamente correcto. A fin de cuenta, hablamos de un tipo que cuando no iba al All Star, le contestaba al periodista que le incordiaba por su ausencia: "Repasa la lista de bases y escoltas del Este. ¿Quién de estos tíos es mejor que yo?".



Entre su lista de enemigos hay individuos tan ilustres y respetables como Reggie Miller, Larry Brown, Mr. K y no pocos más. Tampoco está de más decir que Bird siempre mostró una gran confianza en él desde su aterrizaje en la Liga, así como su excelente feeling con Magic Johnson. Habéis sabido escoger a vuestros rivales, hubiera dicho Ned Stark. 



Seguimos esperando más historias, Jalen...  

EL PRIMER GRAN PARTIDO

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No se lo podía creer. Luis Scola es uno de esos jugadores de garra, corazón y talento. Ha olvidado más movimientos en el poste bajo de los que nosotros podemos haber aprendido. Sin duda, uno de los mejores extranjeros jamás fichados para la ACB, un hombre con sólida experiencia NBA, pero que ayer se dejó el alma sin victoria. Croacia lo había hecho, convirtiéndose en aquella Lituania que se vengó por sorpresa de los Juegos Olímpicos de 2008. 13 triples como 13 balas que sepultaron al bravo conjunto de Julio Lamas.



Sevilla disfrutó del primer gran encuentro del Mundial (quizá esta noche tengamos el segundo, ese atractivo España-Brasil del grupo A), un encuentro vibrante, con alternancia en el marcador y dos conjuntos de talento. Los balcánicos aprovecharon su superioridad en centímetros, usando a hombres como Tomic para sacar rápidas faltas personales. Sin embargo, tras sufrir ante Filipinas, nadie podía imaginar el sideral acierto de larga distancia de esta tropa.  



Había expectación por el choque. Más de un madridista miraría con lupa a Campazzo, ese nuevo proyecto de jugador para la entidad blanca, apadrinado por el incombustible guerrero que es Andrés Nocioni. Lo hizo bien, es un armador extraño, un tipo que rápidamente retiene la mira del aficionado, diferente. La generación dorada lo va a necesitar y en abundancia, Manudona no está y eso resta magia, si bien la hinchada albiceleste fue mayoría en suelo hispalense. 


Con todo, uno de los grandes triunfadores de la noche fue Bojan Bogdanovic, excelso alero, irregular y talentoso al máximo, quien encontró el día idóneo y el rival apropiado para recordar a su selección a quien pueden encomendarse si la cosa se pone brava. El talento de los Soric y compañía respaldó esa sensación, además de un rico arsenal ofensivo, lo cual exige digno tributo al cuerpo técnico de los europeos, algo reconocido por un Nocioni agotado al final; él y sus camaradas sufrieron ante la superior envergadura del adversario y su mortífero lanzamiento desde fuera. 



Dio la sensación que los sudamericanos intentaron cerrarse, pero eso conlleva el riesgo de sufrir a los triplistas, pocos combinados pueden tener mejor nómina de francotiradores que los herederos del legendario e indomable Drazen Petrovic. Eso sí, Scola supo hacérselas pasar muy duras a Tomic y mostrarse, nuevamente, como uno de los mejores anotadores del torneo. Puerto Rico fue el arranque de motores y ayer, el genial ala-pívot, volvió a demostrar por qué es uno de los favoritos del gourmet baloncestístico. 



Jasmin Repesa, máximo estratega de los balcánicos, logró que sus pupilos impusieran el ritmo del encuentro desde el inicio, condicionando con ello el ritmo y el resultado. A pesar de la tremenda igualdad que presidió toda esta honorable guerra de tableros, dio la sensación que solamente un equipo estaba haciendo lo que le gusta realmente, encontrando las armas idóneas para medirse a un oponente que es el más serio candidato para privarles de la primera plaza. 


El campeonato encontró en estos quince asaltos de pesos pesados su primer gran pelea. Quedarán muchas más, sin duda. Turquía tuvo 20 minutos de ensueño ante los Estados Unidos, si bien los otomanos despertaron (y con ellos, muchos de nosotros) para volver a comprender que el combinado de Mr.K va a exigir a un posible candidato que sean capaces de estar en pie los cuatro cuartos. España ha dado buenas sensaciones ante dos conjuntos que están en crecimiento y en progreso para ir afianzándose, pero aún hemos de verla ante un combinado que suene para medallas (la canarinha de Hilario, Varejao y cía será un formidable test). 




Bombardeos como el de Simon condicionaron un auténtico show que martirizó el sistema zonal de la defensa contraria, obsesionada por la desventaja en la lucha por el rebote. El dato que resume todo es el elocuente 11-1 que impusieron los europeos a Argentina sin Scola en pista, un momento decisivo y para el que no hubo marcha atrás. 



Sin duda, solamente nos queda cruzar los dedos porque croatas y los viejos pibes rockeros sigan en la siguiente ronda, este Mundial no puede permitirse el lujo de perder dos escuadras así tan rápido... 

3 HISTORIAS DE MUNDIAL

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Genio, figura y demonio



Pau Gasol se mostraba tranquilo en el banquillo. España había confirmado su dominio sobre Serbia en la primera fase de grupos, aunque la primera plaza ya estaba garantizada. Algunos de sus compañeros inquirían qué había sucedido. El ala-pívot catalán disimulaba una sonrisa cómplice. Así era Sasha Djordjevic cuando jugaba en el Barcelona con Navarro y él. Genio y figura hasta la sepultura, un explosivo talento balcánico, un competidor voraz y, en no pocas ocasiones, un mal perdedor. No le pillaba de nuevas al jugador de los Chicago Bulls la expulsión del técnico de Serbia. 






A pesar de las tres derrotas y las malas pulgas, o quizá precisamente por eso, Serbia se salió con la suya ante uno de los rivales que nadie quería, la invicta Grecia. Los Printezis y compañía terminaron, al fin, echando de menos la presencia de un Spanoulis o un Papaloukas, es decir, ese jugador referencia que es la referencia cuando todo lo demás falla en el bloque. Bodganovic firmó su mejor partido en el momento más oportuno, volviendo locos a sus pares. La técnica a Bourousis, ese Bill Laimbeer heleno para lo bueno y lo malo, justo cuando había recibido una antideportiva de Bjelica, reflejaba cómo los serbios siempre supieron sacar rédito de cualquier situación. 



Otro talento exuberante y con la cabeza a veces extraviada, Teodosic, marcó el ritmo de un clinic de esta camada que supo calmarse el día D y a la hora H. Ver al bueno de Krstic dando la mano a los rivales al final fue un perfecto exponente de quién supo controlar las emociones en todo momento. Djordjevic, a lo suyo, no pudo dejar de provocar en los micrófonos, sus dardos señalaron a Brasil, una de las favoritas a medalla. Él sabrá por qué lo dice. Con él a mando y esta camada de fieros competidores, el cielo es el límite, aunque a Sasha no debería extrañarle que, si los eliminan, más de uno respire con satisfacción. Un placer tenerlo de tu lado y un tipo insoportable en la línea enemiga, en el Palau lo sabemos bien. 


El Gran Hombre



Estaba el recuerdo muy cercano. Una memoria dolorosa. En su país, con su incondicional y devota afición, Lietuva cayó ante aquella canasta de Vlado Ilievski, quien certificó uno de los Maracanazos más grandes que recuerda el Eurobasket reciente, cuando eliminó a uno de los favoritos a podio. Ese espectro volvió a surgir en las mentes de uno de los combinados más clásicos de la alta competición de basket, una brava Nueva Zelanda se ponía por delante en el último cuarto. 



Entonces, se encomendaron a él. Algo lógico, llevaban toda la tarde haciéndolo. Valanciunas es uno de esos jugadores que enamora por su clase y desespera por su actitud. Aún estaba fresco aquel día D y hora H donde un perro viejo como Antic supo marcar el territorio macedonio bajo tableros. Sin embargo, el ala-pívot de los Toronto Raptors pidió el esférico, recibió faltas y llevó a los suyos a estar, otra vez más, entre los 8 mejores del mundo.  




La sombra del inimitable Arvydas Sabonis es alargada y engulló a muchos. Más que probablemente, Jonas no logrará alcanzar ese nivel, pero sigue siendo un jugador de mucho más potencial que otros de sus auto-proclamados sucesores. Ayer, los Tall Blacks demostraron coraje, competitividad y respeto por el juego. Demostraron una fortaleza mental superior a un conjunto de clase, pero huérfano de temperamentos como Jasikevicius. Sin embargo, Valanciunas supo convertirse, en estos octavos sí, en el Gran Hombre, ese tipo de referencia que te lleva a ganar partidos perdidos. 



Pasaron un testigo


Rubén Magnano sabe mucho, me decía un gran amigo. Y llevaba razón. Su ruta estaba clara en este Mundial, ganarlo todo y olfatear a España. Brasil lo hizo por dos cuartos, vio que no era el día y decidió descansar, guardar aliento para ser segundos de grupo y volver a cruzarse (el basket es impredecible, simple hipótesis) con España en semis y los todopoderosos Estados Unidos en la final. Les salen las cuentas, de momento, aunque Djordjevic podría enfadarse, mejor no levantar al lobo serbio, visto lo que le pasó a un conjunto tan potente como Grecia. 




Brasil-Argentina, duelo clásico, rivalidad, tensión, cambios en el marcador y mucho talento. La Generación Dorada apenas se salvó la última vez por el milagro de Luis Scola, el bailarín de la zona, uno de los mejores interiores que han paseado su clase por la ACB. La canarinha de pabellón sabía que no podía volver a ocurrir, maniataron al referente ofensivo de la albiceleste, mostrando esa artillería que los convierte en favoritos: el músculo y presencia de Hilario, el heterodoxo y explosivo Marquinhos, ese Neto que hace soñar a Murcia, el aresenal pirata de Barbosa para entrar a canasta, el siempre incansable Varejao, etc. 



Muchos fuegos para apagar. Argentina sobrevivió a base de triples, sobre todo gracias a un Prigioni impresionante, listo como pocos y ejemplo de profesionalidad. Sin embargo, murió también por el recurso de los tres puntos. Cuando el acierto por fuera acabó, a sus invencibles tercios solamente les quedó conservar las banderas y el honor en el Rocroi do Rio Grande. Supieron perder y abrazarse a su vencedor, una Brasil que apunta altísimo. No hace tanto, eran los de Ginóbili (cómo le han echado de menos, también al colosal Oberto, Sánchez y tantos otros excelsos jugadores) quienes avanzaban y sus oponentes quienes cogían las vacaciones. Gloria al Obelisco, futuro para los brazukas. 



Brasil ganó ayer su clásico más querido. Pero, la mejor noticia para los sudamericanos es que piensan que pueden triunfar guerras aún más importantes en el futuro. 

LA CONSOLIDACIÓN DE UN MODELO: TRIUNFO MUNDIALISTA

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El retorno del Jedi


Saitama, Mundial de Japón, semifinales. Los espectadores de medio mundo se frotan los ojos. En una exhibición impresionante, las tropas helenas de Giannakis, comandadas por el genial Papaloukas, acaban de dejar en la cuneta a los todopoderosos Estados Unidos, plantilla que incluye nombres como Carmelo Anthony, Chris Bosh o Lebron James. Mike Krzyzewski, prestigioso técnico universitario en Duke, es uno de los principales responsables de la caída. Ante la sorpresa de los conocedores del basket europeo, mr.K apenas tenía constancia del dorsal 4 de la Hélade, quien destruye al poderoso conjunto norteamericano con sus bloqueos y continuación. 





Jerry Colangelo y otros grandes nombres de los aros norteamericanos diseñan un ambicioso plan de reconstrucción. Para sorpresa de algunos, Mr.K es uno de los que se mantiene en el navío, dispuesto a reconocer su error y empaparse de lo que está ocurriendo en el resto del globo. Su prestigio en la NCAA le vale ser una figura reconocible para dos exitosos desembarcos en los Juegos Olímpicos (2008 y 2012), recuperación del cetro más deseado (arrebatado por la generación dorada argentina en 2004) con escuadras de súper-élite (los ya mencionados, más Kobe Bryant, D.Howard, Jason Kidd y una distinguida compañía).



No obstante, las dos obras maestras del staff técnico USA han sido dos Mundiales (2010 y 2014), orientado a filas menos populares, aunque confeccionadas con el mimo de un orfebre florentino. Krzyzewski logró ver en la banca el oro en tierras otomanas, pero en España, su antiguo puntal, un tal Kevin Durant, no estaría. Para colmo de males, George se rompió y muchas franquicias NBA torcieron el entrecejo. Sin embargo, el viejo ogro de las competiciones internacionales había vuelto y tenía a los legionarios ideales para cumplir su objetivo... 


Un bloque sin fisuras


Kenneth Faried meneaba la cabeza, divertido, complacido de un trabajo bien hecho en semifinales. Los norteamericanos acaban de batir a una de las selecciones más queridas por el catador del baloncesto, Lietuva, ese país donde el baloncesto es casi religión. Ante los medios, el poderoso interior de los Denver Nuggets sonrió: "Me siento decepcionado. Quería ver si tenían el mejor juego interior del mundo". Una daga para todos los analistas y críticos aficionados (entre ellos, vuestros humildes blogueros) que nos hacíamos la boca agua con el poderoso juego de centers españoles. Una de las coletillas cuando se hablaba del mito de la invencibilidad de USA era hablar de su inferioridad en centímetros, que no tenían ningún Howard, Shar o equivalente. Ni falta que les ha hecho. 



Faried y DeMarcus Cousins han marcado un dueto de Pulp Fiction, muy similar a la pareja formada por Jules (Samuel L.Jackson) y Vega (John Travolta), tipos decididos a que nadie pase por su territorio. Sabiendo lo que tienen entre manos, cuesta tan poco imaginarlos en un coche comprando una kajuna burguer como admirarlos bajo tableros, taponando, intimidando, tomando rebotes y mostrando su colosal talento. No tenían nombres para el gran público, pero han sido algo mucho más importante. Los estandartes de un EQUIPO con mayúsculas, una plantilla donde todos han logrado convertir una competición de máximo nivel en un paseo triunfal. 



Los asfixiantes terceros cuartos serán recordados por eslovenos, turcos y otros rivales durante mucho tiempo. Un despliegue donde advertimos la mano del maestro Tom Thibodeau, aquel gurú defensivo de esos Boston Celtics que lograban hacérselas pasar canutas a los mejores anotadores del mundo, uno de los muy capacitados lugartenientes de lujo de Mr.K, quien ha cortado de inmediato los escasos momentos de desfase de unos pupilos que, fanfarronadas tras algunos estruendosos mates al margen, han mostrado ser disciplinados y fieles a una única causa: el oro. 


Tormenta perfecta



Kyrie Irving (flamente MVP), Stephen Curry, Derrick Rose... Más de uno pensábamos con malicia, que únicamente se jugaba con un balón. Sin embargo, estos señores del otro lado del Atlántico no han tenido un pelo de tontos. Incluso un anotador tan imponente como James Harden ha parecido tomárselo con calma, unos y otros se iban sucediendo. Teodosic había dirigido con mano maestra a Serbia para el sorprendente comienzo del primer cuarto, pero terminó llegando la estampida, las baterías de artillería de una maquinaria perfectamente engrasada. 



Son las ventajas de tener la línea del triple más lejos en su domicilio. Este año no nos hemos acordado de las reglas de los pasos, tampoco de esa permisividad con las manitas al entrar en su zona o los guiños a las grandes estrellas en la línea de tiro libre. Estados Unidos ha arrasado y lo ha hecho con todo merecimiento. Se lo han tomado en serio, la FIBA había recortado distancias con maestría, pero ahora las tornas han vuelto a cambiar. 



El viejo ogro ha vuelto y más les vale a los demás combinados que vienen para quedarse. Perlas de Detroit como Drummond casi no tuvieron que sudar en esta operación de tormenta perfecta. Los que quieran que los NBA vuelvan a sudar deberán olvidarse de hablar de NBAs A, B, C o D, pues todas son temibles. Trabajo, talento, preparación y espectáculo, recetas para batirles. No será nada fácil, porque en España, solamente ha habido un combinado que reuniera todas esas virtudes en grado sumo. Y sí, no es difícil de adivinar... 


ENEMIGOS ÍNTIMOS: USA Y LITUANIA

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Ha deslumbrado por su talento, admirado en su energía, e incomodado un poco por su tono deslenguado. Kenneth Faried acababa de dar otra lección de dominio bajo tableros, pero no iba a pecar de comedido tras apabullar en la semifinal. "Ha sido un día más en la oficina". En verdad, el Estados Unidos-Lituania había recordado demasiado a aquella apabullante victoria en el mismo escenario (Ciudad Condal) en los Juegos Olímpicos de 1992. No obstante, había llovido mucho desde ambas palizas (1992 y 2014), aunque Faried parecía haber querido borrar, inconscientemente, el momento en que Lietuva logró arrebatar el fuego de los dioses. 



El país báltico siempre ha tenido el baloncesto como una cuasi religión, algo que ha sido bien visible en las prematuras victorias de sus combinados, cuyo talento pasó al bloqueo soviético durante muchos años. Lograda nuevamente la independencia, ídolos como Arvydas Sabonis hicieron ondear la "fiebre verde", como hubiera dicho Andrés Montes, siendo uno de los principales responsables "el zar de la pintura" de que Lituania fuera una selección que hacía esbozar una sonrisa en el buen gourmet baloncestístico. 



De cualquier modo, pese a un épico bronce en el quinto centenario del descubrimiento de Cristóbal Colón, el Dream Team original y auténtico (Michael Jordan, Scottie Pippen, Magic, Bird, Malone, Stockton, etc.) les dejó claro en la antesala de la final todo el camino por recorrer que le quedaba al resto del mundo para equipararse a la reverenciada y lejana NBA. Pocos conjuntos tomaron mejor enseñanza de aquella exhibición de barras y estrellas, uno de los equipos más hermosos que jamás se habían construido fue el mentor de Sabonis y los suyos, quien, antes de retirarse, siguió deslumbrado pese a su maltrecha rodilla, ganándose un lugar en el Olimpo de los elegidos de la canasta. 


Pasaron 8 años, pero la situación parecía haber cambiado poco. Los norteamericanos hicieron su tercer desembarco con profesionales NBA a la capital australiana, donde dominaron en su grupo, batiendo, entre otros, a una Lituania que había mejorado, aunque no lo suficiente. Sabonis ya no estaba, aunque antes de despedirse les había dado otro bronce olímpico a sus compatriotas, Dos encuentros en el torneo y el resultado era siempre el mismo. Shaquille O´Neal había cambiado por Kevin Garnett, Ray Allen por Chris Mullin... daba igual, el resultado seguía siendo el mismo, un abismo de diferencia que, tipos tan emotivos como Alonzo Mourning, se encargaban de recalcar en el parquet.  



Nadie esperaba lo que ocurrió en aquellas semifinales. Un tipo con cara seria y cabeza despejada, llamado Stombergas, empezó a dar indicios del extraordinario jugador que era. A pesar de los tiros libres decisivos errados, un muchacho llamado Siskauskas, empezó a hacer arquear la ceja a los ojeadores de toda Europa. Pero, tal vez, un joven base llamado Sarunas Jasikevicius fue el responsable de la revolución que un equipo joven y talentoso brindó a los atónitos espectadores de Sydney. A falta de menos de un minuto, todo por decidir. Guerreros como Antonio McDyess se tiraban al suelo por cada rebote, mientras el festival de triples lituano hacía frotarse los ojos a todo el staff técnico del Dream Team III, con Rudy Tomjanovich. 




No fue tan importante que el triple de Saras no entrase, como que se atreviera a hacerlo. Al más puro estilo Larry Bird, Lietuva tuvo 2 para empatar y 3 para ganar... No dudaron y pusieron contra las cuerdas a un combinado que era juzgado invencible. Fue el inicio de una revolución que se ratificó con el bronce (tercero consecutivo) frente a la selección anfitriona, mientras que USA, siempre ellos, se llevaban el oro. Pero había tomado la matrícula de aquel país báltico que estaba dando que hablar. 



Atenas, antigua capital de tantas cosas, fue la testigo del robo definitivo. Jasikevicius consumó su venganza, aunque no lo hizo solo, Macijauskas, Siskauskas, Stombergas, Songalia y una larga nómina de extraordinarios jugones, lograron cumplir la promesa echa en Australia. Fueron primeros de grupo, apabullando al transatlántico de Larry Brown (quien contaba con nombres como Tim Duncan, Allen Iverson o Lebron James, entre sus filas). Durante cinco partidos, apalizando a potencias como la Grecia de Papaloukas, Lituania soñó con la última parada, el ansiado oro; la despertó Italia, siempre sagaz y competitiva. El mejor día de los transalpinos en todo el torneo y el peor de los lituanos, testimonio del destino que muchos parecían augurar al combinado de Stombergas y cía, es el hecho de aquel día horrible tuvieron opciones de llevarse las semifinales hasta el último suspiro. 




Muchos hubieran pronosticado el cuarto bronce... pero estaban ellos. Argentina había hecho lo propio con las esperanzas estadounidenses. La celebración de Lamar Odom tras un rebote ofensivo decisivo confirmó que los tiempos habían cambiado. El Dream Team IV celebró el tercer puesto e hizo bien en hacerlo, pues había sudado sangre, sudor y lágrimas para lograrlo. Parecía la confirmación de un cambio de ciclo, el mundo FIBA había cruzado el Rubicón. España, Argentina, Puerto Rico, Italia... muchos habían dado un paso al frente, pero muchos señalaban a aquella generación lituana como el moderno Prometeo de ese atentado al axioma de una hegemonía incontestable.   




En Pekín no se encontraron. Sí en los mundiales donde una Lietuva en transición se las ingenió para tomar otro puesto en el podio, a costa de una albiceleste sorprendida ante la ráfaga de triples que le cayó. Pero USA les apeó en semifinales. Volverían a verse las caras en otros Juegos, Londres, 2012. Sabios pícaros como Jalen Rose lo advertían: "Give them credit...". Una Lituania caduca, con Jasikevicius dando sus últimas clases al máximo nivel y gente como Jasaitis o los Lavrinovic demasiado solos y con malos resultados en el grupo, tuvieron el canto de cisne soñado en la capital inglesa. 




Kobe Bryant, Kevin Durant, Lebron James. D. Wade y una larga nómina de primeros espadas, tuvieron que sudar para obtener un triunfo que debió de ser mucho más fácil. Aquel día, una Lietuva que hacía las maletas, salió aplaudida por la propia prensa enemiga, además de ovacionada por los espectadores británicos. Su honorable esfuerzo se vio salpicado por algunos pasos no pitados a los astros adversarios, bastante expeditivos a la hora de robar el esférico. "He visto los arbitrajes de varios partidos en este torneo. Me he reído mucho", decía Sarunas, genio y figura hasta el fin. 



Da la sensación de que hemos vuelto al punto de origen. Valanciunas deberá dar un salto de calidad muy fuerte y ser acompañado por una nueva generación, mientras que Jerry Colangelo y su ultra-eficaz modelo chasquean los dedos y pueden sacar cuatro equipos de primer orden. No obstante, hace mal Faried en hablar de oficinas y rutinas. Con Lietuva nunca se sabe... quizás, estos enemigos íntimos vuelvan a encontrarse y, estos honorables bálticos, vuelvan a querer osar jugar a robarle el fuego a las deidades del basket. 

BILL RUSSELL: EL ESTUDIOSO DEL JUEGO

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Aquel tipo fuerte y callado




Los Boston Celtics, presididos por Walter Brown, eran una de las primigenias franquicias de la liga que sería reconocida como la hacedora del mejor basket del mundo. Sin embargo, a pesar de contar con nombres como Ed "Easy" Macauley, pívot de mano prodigiosa, y un prestidigitador de las canchas de la talla de Bob Cousy (cuyo fichaje había sido milagroso y fruto del más puro azar, como bien analizaron Juan Francisco Escudero y Antonio Rodríguez en su estudio sobre los orgullosos verdes), el equipo del estado de Massachusetts seguía sin tener fortuna en las rondas por el título, estando un escalón por debajo de los primeros campeones NBA.  




Corría el año de 1956. Los ojeadores y las comunicaciones no brindan aún detallada información sobre los proyectos de jugadores. Arnold "Red" Auerbach leía artículos de New York, donde se hablaba de un pívot atlético, quien alternaba su carrera deportiva con el sueño de ser arquitecto, sacando libros en las bibliotecas públicas acerca de sus artistas más admirados. Se rumoreaba de que los Globetrotters le habían llegado a ofrecer 50000 dólares por conseguir sus servicios, aunque el muchacho se había mostrado reacio, pues no satisfacía su competitividad el tipo de baloncesto que exhibían. 



Su nombre era Bill Russell, un reboteador nato y que había cogido gran cantidad de rechaces en la universidad de San Francisco. De cualquier modo, era una trayectoria extraña. Apenas 1 año jugando en el instituto, así como un cuasi nulo olfato para el ataque. La Gran Manzana no se dejó impresionar por el muchacho, quien solamente ganó fama como taponador. Sin embargo, Auerbach mantuvo interesantes conversaciones con un viejo mentor, Bill Reinhardt. Amigos personajes desde su época en Washington, Reinhardt animaba a Red a investigar sobre el novato, el cual, según su instinto, iba a cambiar las reglas del juego. 



La maquinaria desplegada para hacerse con sus servicios no fue fácil, confabulaciones y tratos para hacerse con la segunda ronda del draft que les garantizase sus derechos. En aquellos días, Macauley, uno de los mejores jugadores de Boston, estaba más próximo a St. Louis, debido a la enfermedad de su hijo, por lo que su posible salida podía significar un traspaso que permitiera obtener aquellos derechos. Finalmente, pactando con Rochester, Russell acabaría en el lugar donde se convertiría en una leyenda universal del deporte.


Su debut fue frente a Atlanta, uno de los gallitos de la Liga. Allí jugaba Bob Pettit, uno de los mejores físicos de aquel juego incipiente. Russell lideró a sus compañeros a su manera. Más que un anotador, se dedicó a pegarse a Pettit, logrando taponar hasta en tres ocasiones al monstruoso adversario. Bill Sharman selló aquel apretado encuentro con un disparo. A Russell no le importaba que otros se llevarán la gloria, él era un caudillo de las trincheras. Troya había tenido a Héctor, el Barcelona tendría a Carles Puyol, a partir de entonces, Boston tuvo a Bill. 




"Si intento taponar todos los tiros, estaría muerto. Sin embargo, debo conseguir que el rival piense que puedo bloquear cada uno de sus lanzamientos". El código de batalla de un general feroz, un hombre que hablaría, décadas después, del dragón que formaba con sus compañeros cuando los agrupaba para ir al banquillo, mientras celebraban una jugada. Igual que quien vea los vídeos del Cholo Simeone con Argentina o el Atlético de Madrid en su etapa de jugador. ¿El interlocutor de aquella conversación? Un tal Kevin Garnett. De casta le viene al galgo. 




Un titán que empezó a convertir a los verdes en el rival aparte. El Garden se convirtió en una jungla, donde tramposos duendes usaban sus maderas para sacar ilícita ventaja de sus rivales, pues ellos no sabían dónde se desviaba el bote. El único problema es que Cousy la pasaba tan bien que podía romper las narices de sus propios compañeros, quienes no contaban con qué apareciese el balón entre un mar de brazos. 




Solamente hacía falta una guinda del pastel. Se necesitaba un rival, y el destino conspiró para que fuera nada menos que Wilt Chamberlain, el hombre de los récords, Shaquille O´Neal antes de tiempo, capaz de anotar 100 puntos. Red Auerbach, quien no regalaba caramelos cuando hablaba de los rivales, no dudaba en describir a su pívot más temido (tanto en Philly como Los Ángeles) como: "El espécimen físico más increíble que conocí". De cualquier modo, el legendario Wilt encontró la horma de su zapato en Russell y sus legionarios irlandeses, una maquinaria experta en mimizar a los mejores. 


Todo valía en la lucha de la pintura. Russell empleaba todas las artimañas de las que era capaz para enfrentarse a su amigo-Némesis, pequeños toquecitos que iban provocando que Chamberlain se moviese en guarismos menos impresionantes que los acostumbrados. Anotadores como Sam Jones eran expertos en sacar de sus casillas al gran Wilt, buscando desconcentrar al astro con su trash talking. "A todos los que me dicen perdedor por haber perdido contra ellos, me gustaría recordarles que, entonces, toda la NBA éramos unos perdedores. Porque nadie podía vencerles"




En realidad, Chamberlain consiguió batir a sus antagonistas en variadas ocasiones, aunque es cierto y, esa sinceridad le enaltece, sorprende la cantidad de victorias alcanzadas por los muchachos de Boston, quienes hicieron encender muchos puros de la victoria a Red Auerbach, provocador nato, capaz de ensarzarse a tortazo limpio con el presidente de Atlante por discutir la altura de las canastas. No obstante, el otro aludido restaba fuego al asunto cuando le preguntaron años después: "Lo único que importaba de Red es que podía iluminar una cancha con su sola presencia"



Un gran entrenador, una afición entregada, misticismo, trabajo en equipo, jóvenes talentos como Don Nelson, corredores incombustibles como John Havlicek y, por supuesto, aquella figura barbada y con el dorsal 6. Bill comandaba una defensa que se hizo la dueña del don del ejército de Atila, ser capaz de amedrentar al adversario antes de empezar la batalla, creando una atmósfera de inquietud. No es tan recordado el hecho de que hubo una época en que el mito no era tan querido. 




Desde su Monroe natal, Russell sabía lo que era el racismo. Se trataba de una época distinta, un tiempo de ciudadanos de primera y segunda clase. El color de una piel podía determinar el asiento de un autobús o el tratamiento de usted. Era un período donde aquellos gladiadores que recibían aplausos del público debían de dormir en moteles diferentes al de sus compañeros blancos. Una lección que todo un país debía aprender. Aunque hoy tenga el estatus de leyenda y embajador de los aros, el gran Bill era uno más en compartir uno de los criterios de discriminación más vergonzosos que recordamos. 



Sin embargo, Boston y él fueron forjando un idilio que se consolidó tras una gran derrota. El posible segundo título de los orgullosos verdes se truncó en seis partidos, merced a la competitividad de Atlanta y un Pettit en estado de gracia. Russell jugó el último encuentro con graves molestias en el tobillo. Un fracaso duro ante un rival superior. La piedra angular que llevó a los Celtics a prometerse que no volverían a pasar por ese trago en un buen tiempo. John Kundla, entrenador de los Lakers, recordaría a aquel pívot número 6 que desarmó psicológicamente a sus muchachos en un contundente 4-0. Los compinches del capitán (KCJones, Tom Heinsohn y un distinguido y victorioso etc.) iniciaban una racha de 8 títulos ininterrumpidos. 




Una sucesión de anillos aterradora, más que suficiente para satisfacer el apetito más insaciable de triunfos. Con Red ya en los despachos, Russell recibió otro encargo pionero, entrenar a sus antiguos amigos, un reto nada fácil. Menos aún siendo negro, ¿un entrenador de la NBA con ese color de piel? Ni en sueños, decían los más atávicos y cavernarios. El viejo guerrero avisaba a navegantes: "Red no me ha dado el puesto por ser negro. Él sabe que puedo hacerlo"




Y así fue, Una honorable derrota en las finales del Este ante Chamberlain no fue su canto de cisne. Se tragó su orgullo para felicitar a su admirado enemigo, mientras se prometía que volvería a llevar a los suyos a la gloria, ya sin el gurú Auerbach fumando en la banda. Con 35 años, Russell diseñó una temporada difícil y sin ventaja de campo, administrando las piernas de sus viejos pretorianos. Sabía que se podían perder batallas, pero la guerra era en junio. La transformación céltica pasó a los anales, sorprendiendo a equipos teóricamente superiores como Knicks y Sixers. El primer partido de postemporada fue liderado por el 6 en los tapones. Desde entonces, nadie miró atrás. 




Todo llevó a aquel desenlace milagroso. El año en que Jerry West fue el primer MVP de unas Finales del equipo perdedor. De aquel séptimo donde uno de los mejores conjuntos angelinos que se recuerdan (con gente como Elgin Baylor o Chamberlain en sus filas) vio cómo un equipo endemoniado lograba la machada de robar un séptimo en cancha contraria. Russell, el estudioso del juego, no podía haber pedido mejor epílogo en su trayectoria, tampoco de aquella afición y, sobre todo, sus compañeros y amigos. Lo habían vuelto a hacer. El tiro de don Nelson tocando en la paleta se coló en los anales de la cultura verde. 




"Desde entonces, sé que no puedo ir al cielo. Cualquier sitio tras compartir ese vestuario sería un paso atrás".  





Actualmente, Mr. Russell sigue siendo uno de los grandes embajadores de la canasta.





PRÓXIMA ENTRADA: Repaso del extraardinario campeonato efectuado por la selección femenina de baloncesto.  

LAS MUJERES SABIAS

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El tiempo suele poner las cosas en su lugar. La reciente decepción del mundial masculino de 2014, celebrado en España, hacía ser muy cautos a los analistas y aficionados, cara a la sección femenina que competiría en Turquía. Las tierras otomanas era un reto, a pesar de los buenos resultados de este combinado en el pasado más reciente. Muchos hablaban de la anfitriona y había otras candidatas a competir el podio a las todopoderosas estadounidenses, quienes volvían a llevar el equipo más competitivo de cuantos desembarcaron.  




Sancho Lyttle, Anna Cruz y la ilustre compañía eran los argumentos de Lucas Mondelo, quien ha sabido exprimir con su cuerpo técnico las posibilidades de un bloque que ha sido eso, una escuadra sin fisuras y que ha peleado cada posesión de las que ha dispuesto. Hubo también momentos de individualidades excelsas, como la de Alba Torrens, hacedora de 28 puntos el día D y la hora H, es decir, en el tenso pulso vivido con las turcas, una de las grandes candidatas a la final, invictas hasta toparse con las españolas en semis. 




En definitiva, un torneo muy serio, como se notó en el segundo partido de la fase de grupos. El quinteto clásico (Palau, Xargay, Torrens, Nicholls y Lyttle) no dio ninguna concesión a una Brasil herida y peligrosa, la cual contaba con varias miembros de la prestigioso WNBA. A pesar de un primer cuarto con muchos vaivenes, el triunfo acabó cayendo del esfuerzo colectivo una victoria que permitió ir sin excesivos apuros a la República Checa. 


Lo mejor de la evolución y la andadura fue la falta de presión y savoir faire de unas mujeres sabias, como hubiera dicho Molière, quienes siempre fueron de menos a más. El acceso directo a cuartos de final se cotizaba caro, muchos señalaban a Checoslovaquia como el gallito del grupo, pero, nuevamente, quizá el partido más brutal de Sancho Lyttle, quien marcó el rumbo de un segundo cuarto decisivo, donde las españolas pusieran tierra de por medio ante uno de los mejores oponentes que se encontraron en su andadura del torneo. 



Una recompensa que se ha visto en el quinteto ideal que se terminó eligiendo, donde Alba Torrens y Sancho Lyttle compartieron honor con dos de sus rivales por el oro (las espléndidas Maya Moore, quien fue elegida MVP en Turquía, y Brittney Griner), además de la jugadora más eficaz de la siempre candidata Australia, Penny Taylor. Un sabor de boca inmejorable, si bien, hemos vuelto, igual que ocurrió en el basket masculino, a volver a sufrir el surgimiento de la bestia negra del basket: Estados Unidos. 




Un nuevo oro para un todoterreno que se mostró intratable desde el principio al final. Mondelo y su pizarra hicieron lo que pudieron para mimizar a Taurasi y sus compinches, pero USA combinó disciplina, calidad técnica y fuerza. Es la gran diferencia. Hay jugadoras que pueden igualarlas en mecánica de tiro, talento o conocimiento táctico. También hay otras que tienen envergadura y físico para sostenerse con ellas en defensas. Pero las primeras no son tan fuertes y la segundas no tienen la explosividad de movimiento de las norteamericanas. 



España intentó dar la cara en todo momento, incluso en algún pique y face to face que no fue más allá, pero es imposible, de momento, negar la superioridad que están exhibiendo las dos factorías de la NBA. Quedará la dignidad mostrada en el tercer cuarto, ya que el combinado hispano no pecó de falta de esfuerzo, si bien, los malos porcentajes de tiro nos condenaron ante un equipo que es el que mejor castigado los errores de los adversarios. 




Una plata que cae como agua de mayo en la Federación Española, en unos meses donde se está cuestionando buena parte del organigrama y los modelos de gestión deportiva. 2014 puede expirar con una gran serie de dudas baloncestísticas, no solamente en España. Buena parte de los combinados europeos deberían analizar la situación, tras el esfuerzo increíble que permitió toser a la potencia del otro lado del Atlántico, los Dream Teams masculinos y femeninos han vuelto a ser la apisonadora que solían. 



Por fortuna, con jugadoras como Silvia Domínguez, Rodríguez o Xargay, tenemos la agradable sensación de estar en la línea correcta. 





LA PAUSA DEL GUERRERO

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No es su momento aún y lo sabe. Hubo destellos en la Supercopa, algún puño apretado, ofrecerse en la esquina para clavar dagas de tres. Sin embargo, Andrés Nocioni es el primero en comprender que su partitura es muy diferente en el Real Madrid a la de sus otros equipos. A pesar de ello, si bien pasará un período de adaptación, el ala-pívot argentino es un falso novato en la entidad blanca, se puede tratar de uno de los factores decisivos de muchos sueños para los de Pablo Laso, entrenador aplaudido por su juego y bajo la sombra de la sospecha por las dos últimas finales perdidas ante Maccabi y Barcelona. 




Su fichaje llegó cuando muchos pensábamos que en España únicamente jugaría para el Baskonia. Allí lo ha sido todo. Junto con la camada albiceleste comprada buena, bonita y barata (Luis Scola, Fabricio Oberto y Pablo Prigioni), un soldado que aprendió disciplina para controlar su emotividad a las órdenes del entrenador más lacedemonio que conoció la ACB, Dusko Ivanovic, Andrés fue uno de los culpables de que los vitorianos tuteasen a los grandes de Europa. Ahora, "El Chapu" (apodado así por una de las creaciones más entrañables del genio Roberto Bolaños, alias Chespirito) debe hacer de hermano mayor, la parroquia merengue confía en que sea el guía de Campazzo, otro de los grandes fichajes del verano para el campeonato español. 




Muchos culés arqueamos la ceja. No es buena noticia que un tipo así ande en el vestuario de uno de los rivales por excelencia de los blaugrana. Ya nos hizo correr un sudor frío por la frente los rumores de Pete Mickeal volviendo de sus problemas de salud para ayudar a los Rudy y compañía por su asalto a la F4. Es allí donde se necesita a los viejos guerreros, esa línea de infantería que espera en calma en los momentos más infernales. Precisamente Pete Mickeal es uno de los pocos que cuestiona a Nocioni el título del extranjero más competitivo que nunca piso la península. Cuando supo de sus problemas de salud, Andrés no dudó en desearle una pronta recuperación a uno de los oponentes con los que más trompadas se había dado bajo tableros: "Qué lindas batallas". Los postes bajos catalanes y baskonistas pueden dar fe de ese choque de trenes, arañazos, codos y miradas rabiosas a los árbitros. Todos por ganar. 


La espalda pidió reposo en el primer compás de Euroliga. Los médicos respiran tranquilos porque no parece grave, de hecho, el Madrid acabó imponiéndose a uno de los clásicos del campeonato, el Zalgiris de Kaunas. No obstante, son cosas a las que no se acostumbra a un tipo que se fue de la NBA tras brillar en Chicago por el desmantelamiento de un proyecto deportivo muy interesante, y el traspaso a unos Sacramento Kings de capa caída. "Si Chicago acabó siendo una banda, Sacramento era dos bandas"




Tampoco cuajó la cosa en los Sixers, pero el legado ya estaba hecho. Por supuesto, por lo mostrado en la Ciudad del Viento, pero, aún más, por aquellos Juegos Olímpicos de 2004 en Atenas. "Creo que Andrés Nocioni es el jugador más duro de este torneo". La frase es del legendario Doug Collins durante las semifinales en las que que nuestro protagonista y la generación dorada hicieron tambalearse al mundo tras derrotar al Dream Team de Duncan e Iverson. No el más alto, fuerte o rápido. El más duro. Algo de eso hay en uno de los buques insignias de uno de los conjuntos más honorables que recuerda el Viejo Continente: el Tau Cerámica. 




Ya lo ha advertido a navegantes, siente que el club que deja le debe muchísimo, y que él asimismo tiene una deuda impagable con la institución. Allí dio el salto de calidad definitivo y creció en todos los sentidos. Mucho ha cambiado y hay tiros para ello (semifinales de Saitama, aquel TOP 16 en Moscú, pero "El Chapu" no es de los que se esconden, sino que pone la fotografía en la taquilla para recordar lo que pudo ser y terminará llegando); después de aquellas dolorosas derrotas, vino ese bronce en China, donde jugó con un hombro hecho trizas y tirándose a por el esférico cómo si fuera un alevín. 



Una vida de soldado como Alatriste, ambos alistados desde los trece años. Los nombres de los rivales con los que ha intercambiado caricias lo dicen todo: Kobe Bryant, Pete Mickeal, Dejan Bodiroga, Khryapa, Antonio Mc Dyess y un distinguido etcétera de compañeros de fatigas. Un mate sobre Kevin Garnett y otras postales inolvidables para uno de los individuos más carismáticos que han pasado por una liga que siempre pagaría por tener a un hombre como Nocioni en activo. 



1´5 millones y dos años en el candidato favorito de las casas de apuestas para la F4 que se celebrará en la capital de España. Aunque él se venda como un obrero, ya desearíamos que los esforzados trabajadores pudieran ser remunerados de esa manera por su sudor. Sin embargo, hay también dudas en este caballo ganador (la edad, fatiga y riesgo de lesiones en el momento más importante del año). 



No obstante, si el argentino sigue en pie cuando la Euroliga (la única gran copa que falta en su brillante CV) esté en el último baile del año, el proyecto de Laso y los suyos estarán mucho más cerca de conseguir sus ambiciones. 



I ME GARBA...A IOSA VIAJA A MÁLAGA

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Al nostre gladiatore, esempio di uomo vero. Grazie Ispanico. Mientras Jorge Garbajosa sostenía aquella placa, tal vez, pensó en cómo había cambiado su vida. No hacía tanto era un novato en el Palaverde siendo un proyecto de jugador interesante pero con fama de indolente, se rumoreaba que Sergio Scariolo le había tirado, en ocasiones, de las orejas durante su etapa en Vitoria. El míster italiano se desesperaba por el potencial que la prensa destacaba del ala-pívot del Tau Cerámica y cierta indolencia que acompañaba a sus prestaciones en la cancha. 



Treviso lo había cambiado todo. Allí, el muchacho se convirtió en adulto, también aprendió lo que era la convivencia de verdad con su compañera Ainhoa, cómplice de una de las trayectorias más interesantes del basket hispano. La Benetton era un emporio que funcionaba como una familia, Maurizo Gherardini había sido uno de los principales responsables de hacer una escuadra poderosa y temida, con nombres como Ricardo Pittis, M. Nicola, Marconato o T. Edney, entre otros cracks. Pensaban los ojeadores del club que aquel muchacho de Torrejón era lo que les había recetado el médico para ser un equipo de verdad. El resto había sido historia, MVP de Copa, hombre clave en el scudetto, titular en la Final Four de Barcelona, Jorge Garbajosa había dejado de ser una promesa para convertirse en un hombre respetado por profesores del juego como Mike d´Antoni (el culpable de que perfeccionase su tiro de tres puntos) y Messina. 



Un romance que acabó con una ruptura amistosa en verano de 2004. "Los Rebeldes", grupo fanático de la escuadra de basket de Treviso, acabaría entregando la emotiva placa a Garbajosa en una futura visita del español en Euroliga. No obstante, aún falta tiempo para eso, mientras que media Europa pone su ojo en el deportista antes de que se vaya a los Juegos Olímpicos de Atenas. El poderoso CSK de Moscú lanza una oferta desorbitada, a la par que en un posible retorno a España suenan los omnipresentes Real Madrid y Barcelona.


Sin embargo, otro club se mete en la negociación, justo cuando se rumorea que la escuadra italiana está dispuesta a hacer una renovación que no se había visto por aquellos lares desde los tiempos de Toni Kukoc. El Unicaja de Málaga entra en escena con la osadía de quien no tiene nada que perder. Las incipientes redes sociales arden ante la posibilidad de ver al internacional en el Martín Carpena. El propio Garbajosa se soprende ante el aprecio mostrado y el ambicioso proyecto deportivo de los andaluces, quienes, además, serán dirigidos por su viejo conocido Scariolo. 




Una posibilidad empieza a germinar en la mente de una de las novias más codiciadas de Europa. Cualquier jugador de talento puede conseguir trofeos en conjuntos como Barcelona y Madrid, pero Unicaja era una tierra por explorar. Se habían hecho grandes desde el último año de Sabonis en la ACB, habían sacado bases tan interesantes como Nacho Rodríguez y se habían colocado en finales de Copa y Liga. De cualquier modo, aún les faltaba alzar un gran título. Garbajosa pensaba que podía terminar siendo aquella pieza. 




La noticia es recibida con una alegría inmensa por parte del equipo blanquiverde. Es el golpe definitivo de un conjunto que tiene entre sus filas a nombres como Walter Herrmann, Berni Rodríguez, Risacher, Fran Vázquez, Carlos Cabezas, etc. A pesar de las expectativas creadas, el inicio en el campeonato doméstico es mucho más discreto de lo que hubieran pensado los entusiastas fieles al Martín Carpena. 


Una paulatina mejoría les llevó a la Copa del Rey sin excesivos alardes. No obstante, Scariolo y su staff técnico se mostraban confiados para la cita de Zaragoza. También Garbajosa, quien cada vez se entendía mejor con compañeros como Bremer, mientras veteranos de lujo como Zan Tabak comenzaban a carburar para dar mayor poderío interior a una entidad que había sido creada en 1992 y ahora aspiraba a dejar su rol de eterno aspirante. 



Solventado el primer duelo ante el Etosa Alicante, el Unicaja sobrevivió a las semifinales gracias a un Walter Herrmann que se coló en el corazón de los aficionados malagueños por sus espectaculares 30 puntos ante un poderoso Pamesa Valencia. "Garbo" había estado bien, pero sin despuntar del todo. El último escollo sería el del morbo, un Madrid renacido de la mano de Boza Maljkovic (antiguo entrenador del Unicaja), Moustapha Sonko (otro ex, muy apreciado por su entrega en la cancha) y Louis Bullock, uno de los grandes ídolos del Martín Carpena, ahora militando en el enemigo. Desterrando viejos fantasmas, una bandeja de Garbajosa confirmaba que los de Scariolo anotaron sus 8 primeros tiros de campo sin fallo. Incluso la técnica al entrenador italiano parecía una declaración de carácter, de que no se iban a dejar avasallar. 




Fue un partido duro, como no podía ser de otra manera. De la mano genial de Bullock y con la fuerza de presencias como Felipe Reyes, el Madrid de Boza volvió al partido en tromba. Fue el instante esperado por un Jorge Garbajosa que mostró que ya no era el joven talento de Vitoria, sino un capitán consolida, un jugador franquicia. Sus triples, inteligente defensa y compañerismo le llevaron a ser nombrado MVP de la Copa como ya lo había sido en Italia. Tras muchos problemas personales, Herrmann inmortalizaba aquella gesta colgándose del aro para cortar las redes. Málaga era una fiesta y pocos podían estar más contentos que el jugador de Torrejón. 




Habían roto la maldición. Vendría una Liga posterior y una clasificación para la F4, pero, convendremos, que la primera vez tiene algo especial. 











LOS MORDISCOS DE LA SERPIENTE: UNA NOCHE EN CALIFORNIA

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Era una jugada intrascendente. Carlos Boozer lanzaba un tiro al hierro tras un rebote ofensivo. El balón no entró, poco importaba a falta de siete minutos del final y con los Lakers recibiendo un severo correctivo a manos de los Houston Rockets. De hecho, la refinada grada del Staples estaba más preocupada por la lesión de Julius Randle, el novato más prometedor de una campaña difícil para los de púrpura y oro. 





Kobe Bryant intentó agarrar el rechace, solamente para toparse con el muro de Dwight Howard, apodado Superman, la gran esperanza texana (junto a James Harden) para lograr hacer algo grande este año en la conferencia Oeste. Competitivo como pocos, el dorsal 24 de los angelinos intentó robarle la cartera al pívot adversario, quien movió los codos para recuperar la posición. El movimiento de los poderosos brazos por poco acaba impactando en el rostro del escolta estrella de Hollywood, algo que fue determinante para que volviéramos a recordar el mote de Kobe, con resonancias tarantinianas: Black Mamba. 




Un cruce de miradas, sonrisas poco cómplices y encaramiento de unos con otros. Poco disimulo, mientras árbitros y compañeros les separaban. Costaba pensar que hacía un año compartían vestuario. Se hablaba de que Steve Nash, Kobe, Gasol y Howard serían los 4 Fantásticos que harían la proeza de igualar el número de anillos de los Boston Celtics. Hoy, el base canadiense sufre una terrible lesión que lo mantiene alejado del lugar donde nos hace felices a los amantes del basket; Pau se encuentra en Chicago y Howard se pasó a un rival directo del Far West. Únicamente Bryant se mantiene en un puesto exigente, la única franquicia que ha conocida en una brillante y polémica carrera en la NBA. 


Y es que fue un año duro. Las tremendas expectativas generadas acabaron en un fuerte descalabro que Kobe evitó que acabase sin playoffs. Prácticamente en solitario y con exhibiciones anotadoras, uno de los natural born killers más impresionantes que ha visto la Liga, logró meter en una competida octava plaza a los suyos. El esfuerzo se cobró un peaje terrible, tendón de Aquiles roto. El único consuelo para el dolorido astro fue no presenciar en pista el severo correctivo que sus enemigos habituales (San Antonio Spurs) infligieron a sus compañeros (4-0). 




Antes de que el agente de Dwight sellase el trato con los Rockets, mucho se había escrito acerca de la mala relación del exterior y el interior. La habilidad contra la fuerza. En el pasado, habían sido amigos, Howard bromeaba cuando era un rookie en Orlando y Bryant le hizo un mate de concurso. Se conocían de la selección y del All Star. En cierto sentido, uno era un veterano consagrado y el otro un prometedor aprendiz. Pero la convivencia de más allá de unos fines de semana o meses fue una prueba excesiva. 





Las virtudes y defectos de uno y otro eran reconocibles, pero no estaba Phil Jackson para imponer sus sortilegios Zen y la promesa de un anillo. Bynum y Gasol, centers discretos y hábiles, habían sabido sobrellevar la tremenda presión de estar con uno de los tipos más agresivos del campeonato a nivel de auto-exigencia y crítica a los compañeros. Únicamente gente como Kevin Garnett o Pete Mickeal podrían ser puestos a la altura. Howard, risueño por naturaleza y con fama de gran potencial e indolencia (de momento, ni Patrick Ewing ni Hakeem Olajuwon han conseguido mejorar su juego en el poste bajo para pasar de la élite al dominio absoluto bajo tableros) no parecía destinado a comulgar en exceso con el jefe indiscutible de los Lakers, pese a las buenas palabras de acogida de Mitch Kupchak. 


"No hay que derramar una sola lágrima por su marcha". Tales fueron las palabras tras un año de convivencia. Bryant dedicó hace pocos días cariñosas palmaditas a Nash por su baja tras forzar la máquina, también lanzó guiños a Pau Gasol y su futuro en Chicago. Sin embargo, con el ganador de concurso de mates y varias veces defensor del año hay guerra fría. La que tuvo con otro big fella, Shaquille O´Neal, hasta su reconciliación, aunque, claro, cuatro Finales y tres anillos ayudan a hacer extraños compañeros de cama. La derrota fue la piedra de toque para quemar las naves. 




Hablaba Phil Jackson (ahora cabeza de operaciones en New York) que los Ángeles gustaba al jugador Disney de impecable sonrisa y difusión evangélica, pero que le había echado para atrás saber que, para lograr hacerse un nombre en la fiebre amarilla, le quedaban muchos más años de convivencia con Kobe. A un lado, los Derek Fisher, Gasol, Luke Walton y cía. Aguantaron la tempestad y fueron campeones. En el otro, Howard no es el único nombre. Aún se rumorea que muchos agentes libres se cuestionan esa parada porque allí únicamente hay un soberano. Hoy por hoy, las acrobacias de un rejuvenecido Bryant no impiden un doloroso 0-4 de balance, si bien él se deja la piel cada día. Si sobrevivió a 2004, podrá con cualquier cosa. Pero Howard tiene motivos para lucir la saludable sonrisa que mostraba a su interlocutor cuando lo llamó blando (curioso insulto a un hombre que podría partir en dos al 88% del resto de la NBA) y otras lindezas. 





Como Garnett y Ray Allen (aunque fue más culpa del primero el que no hubiera protocolo), no esperamos un cordial saludo o abrazo en el preludio del próximo duelo en Houston. Sin embargo, es una pena. Hablaba Stephen Smith de que se podía considerar poco ganador a Dwight, pero únicamente comparado con Bryant, puesto que el narcisista y espectacular 24 es de lo más parecido a la eterna sombra de Michael Jordan en las canchas estadounidenses. 




Algo perdieron y algo ganaron en aquel momento. No preocupa tanto el enfado de un lance puntual (quién no haya dicho mil tonterías y blasfemias en un partido de solteros contra casados es un embustero) como la frialdad en las posteriores ruedas de prensa. Shaq ya es amigo, pero hay un nuevo hombre alto ante quien Bryant querrá lucirse. Howard no perderá la dentadura perfecta. 



Si David Stern siguiera por estos lares en activo, agradecería el favor. Ya sabe que duelo poner por Navidad... 
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