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EL PRÍNCIPE CALLEJERO Y SUGAR RAY: UN DUELO EN LAS ALTURAS

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Promoción del 96, los mejores en lo que hacían... 



A primera vista, las coincidencias son asombrosas. Uno utiliza Allen como nombre; el otro, de apellido. Ambos salieron escogidos en posiciones muy altas del magnífico draft de 1996 (Kobe, Stojakovic, Fisher, Nash...). Allí, Allen Iverson fue la elección número 1 de los Sixers de Filadelfia. Apenas cuatro plazas debajo, Ray Allen vestiría la zamarra púrpura y blanca de Milwaukee. De hecho, debutaron el mismo día en partido oficial, en un encuentro que midió a las dos franquicias que los habían acogido y, en muy poco tiempo, los adoptaron como ídolos absolutos.



Una jornada ya un poco lejana en el tiempo que dejó la tarjeta de presentación de cada uno. Allen Iverson no entendía de condición de novato y se disparó a los 30 puntos, dejando alucinada a la parroquia de la Ciudad del Amor Fraternal. Algún crítico señaló al jugador de primer año por abusar de sus lanzamientos y ser muy individualista, aunque la gran mayoría de los que pagaron la entrada obviaron cualquier consideración de ese tipo, habían asistido al inicio de una era en Philly. Ray Allen no armó tanto ruido, sobrio y eficaz, firmó 13 puntos y ayudó a su equipo a ganar a lo que parecía un ejército de un solo hombre. De hecho, una de las pocas críticas que se le podían hacer al chaval es que con su buena mecánica de tiro no había lanzado todo lo que debía. 



Estaba claro que, cada uno a su estilo, serían noticia. Iverson se convirtió en el dueño y señor de su nuevo equipo por méritos propios, incluyendo la proeza de ser capaz de superar en un uno contra uno al mismísimo Michael Jordan. Todo corazón y entrega, su difícil infancia y problemas con la justicia quedaban relegados en el cariño de sus fans por su emotividad en pista. Pese a tener menos profundidad de plantilla que otros mercados, su mera figura bastaba para que una escuadra histórica soñase con reverdecer viejos laureles; eso sí, si The Answer no se auto-inmolaba en el proceso. Por su lado, Allen tomaba una carrera muy sobria y ordenada, aumentando progresivamente sus galones y haciéndose imprescindible para su cuerpo técnico a la hora de hacer jugadas ofensivas.  



A pesar de su cara de no haber roto nunca un plato, Ray también se iba haciendo un nombre mediático, no solamente por sus apariciones en el All Star, sino por escapadas al séptimo arte como la película He got game (1998). Co-protagonista con Denzel Washington, su trabajo comedido y sin ser un profesional de la actuación le valió muy positivas críticas. El tirador era justo lo que la sociedad quería ver, a lo que se aspiraba. Iverson era un genio endemoniado que no obedecía a ninguna clase de orden, quemando etapas de su vida con la velocidad de un relámpago. A la altura de 2001, las vidas de ambos hombres se cruzaron cara unas Finales de Conferencia Este que permanecerían en la retina de los buenos aficionados. 



Todo el mundo coincidía en que los entrenadores fueron claves en el éxito de Bucks y Sixers aquella campaña. George Karl, míster de los primeros, era saludado por la grada casi con más entusiasmo que sus propios jugadores. No tenemos noticia de que tuviera problemas para hacer comprender a su fino base Sam Cassell y Glenn Robinson de formar una muy interesante trinidad con el hábil triplista. Por el contrario, de la época de Iverson a las órdenes de Larry Brown en Filadelfia se podría escribir una novela que aspirase a ser bestseller. Dos temperamentos fortísimos, una gran pasión por el basket, aunque una visión muy distinta de cómo lograr la ansiada victoria. 



De cualquier modo, el matrimonio a la italiana que formó el pequeño talento de Georgetown con el severo y sabio Brown cogió su mejor forma en tiempo de postemporada. Superando a los temibles Pacers de Reggie Miller y vencedor Iverson de un impresionante duelo anotador con Vince Carter, solamente los Bucks les separaban de medirse a los Lakers de Kobe y Shaq en las Finales. Tras una durísima eliminatoria contra Charlotte, Ray Allen y sus compañeros se dispusieron a medirse a un jugador que defendía título vigente de MVP, aunque también ha sido denunciado (y con no poca justicia en algunos de los partidos de esta serie) el trato poco favorable que la escuadra de Milwaukee recibió del estamento arbitral ante una mega-estrella que en aquellos días tenía el mismo impacto mediático (si no, más) que los propios Kobe Bryant o Shaquille O´Neal.


"Dios mío, ¿por qué no han entrado así antes". Eso pensó en silencio Ray Allen durante un sexto partido en el Harris Bradley Center en el que los Bucks se jugaban ante su afición seguir vivos en el Este, puestos contra la espada y la pared por el 3-2 de los Sixers. Probablemente, todo espectador medio sabía que Allen Iverson había sido el MVP del All Star de aquel año, co-liderando junto con Marbury una memorable remontada de la conferencia Este; sin embargo, el triunfó en el concurso de triples de Ray Allen pasó más desapercibido. Sin suerte en aquellas Finales, el exquisito tirador formado en la universidad de Connecticut empezó a coger su ritmo, ante la perpleja mirada de Larry Brown y su lacedemonia defensa. 



Uno tras otro fueron cayendo en ráfaga, mientras compañeros como Tony Scott se animaban ante la exhibición del dorsal 24 de Milwaukee. Con el tiempo, dejó de ser noticia, acostumbrados a sus recitales ante los Lakers en las Finales o su triple de dibujos animados ante los San Antonio Spurs, pero aquella vez era la primera. X-Ray, Sugar Ray... los motes empezaron a sucederse en aquella noche gloriosa. Por momentos, los Sixers estaban siendo superados por más de 30 puntos. Allen se disparó a su tope en postemporada, nada menos que 41 puntos. 



Con un séptimo en casa, muchas mega-estrellas hubieran pedido el cambio y confiado en lamerse las heridas para la vuelta. No obstante, Allen Iverson podía tener toda la indisciplina del mundo en los entrenamientos, pero jamás se echaba para atrás ante nadie en una cancha. Con sus tácticas guerrilleras de robos imposibles de balón y entradas suicidas que fueron mermando sus tobillos con el paso de los años, el genial jugador de poco más de 1´80 empezó a martillear a sus oponentes. En ocasiones, provocaba la falta, erraba el tiro libre y agarraba su propio rebote para anotar la suspensión. El bueno de D. Mutombo, mastodóntico pívot de los de Brown, solamente debía esperar en la pintura a que le llegase el balón, porque el resto del mundo estaba vigilando a The Answer. 



"Nos parecía que era imposible pararlo", admitía Ray Allen ante los micrófonos. Aquel día, Iverson no fue objeto de polémica por sus tatuajes o estilo callejero, tampoco se pudo hablar de que lo mandasen muchos a la línea de tiro libre, simplemente, jugó como los más grandes lo hacen. Precisamente Ray fue quien tranquilizó a su grada con algún triple salvador y su legendaria eficacia en las personales. Todo se decidiría en el séptimo día, ante una gran expectación. ¿Quién repetiría hazaña? 



Ambos hicieron gala de su carácter, con y sin balón. Ray hizo otro partido sólido, elegante y sacrificado, aunque sin la chispa de la racha del sexto. Iverson, endemoniado y en la ciudad que mejor lo ha entendido, llevó en volandas a los suyos, volviendo a pasar de los 40 tantos y llevando al éxtasis a sus compañeros y la grada. Incorporando la filosofía de Brown a sus míticos cross-overs y suspensiones, AI dio momentos de gloria a los Mutombo, Raja Bell, Eric Snow, etc. Iverson entraba en la leyenda por la puerta grande. 



Con el tiempo, su estrella decaería por el maltrecho físico y la mala cabeza, pero nadie podrá quitarnos aquellos años en los Sixers. Su compañero de draft también voló a las Finales, hasta en 4 ocasiones, nada menos. 2 anillos para un tirador exquisito que ha dejado decenas de jugadas imborrables y muchos, muchos partidos impresionantes. Con la retirada de AI de rabiosa actualidad, en un Celtics-Sixers, X Ray no lo dudó: "Es triste pensar que sea el último enfrentamiento. No solamente por él, también por mí, es como una generación que desaparece. Creo que aún le queda pasión y baloncesto en su sangre, aún puede aportar mucho"


FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 









http://boston.cbslocal.com/photo-galleries/2011/02/10/ray-allen-3s-through-the-years/



http://no-phd.blogspot.com.es/2009/11/allen-iversons-retirement-has-ray-allen.html


LOS DOS REYES Y LOS DOS LABERINTOS

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La mayoría de las veces perdemos el norte con esto del deporte profesional. Un juego, honesto entretenimiento y rato ocioso que, de repente, empieza a ser tratado como algo donde nos fuera la vida a todos. La Copa América de 2015 de fútbol no pasará a la historia por la vistosidad de la circulación del esférico, aunque ha dejado cosas muy interesantes. Sampaoli y su cuerpo técnico salen muy reforzados por la labor hecha con la selección anfitriona, una Chile que fue justa campeona y revindicó a figuras como el meta Claudio Bravo, ganador de 4 de 4 trofeos posibles este curso, o el denostado Vidal, sobrepuesto de un polémico accidente automovilístico para ser reconocido como una de las piezas básicas de un triunfo largamente trabajado por el combinado chileno, el cual ya venía de cuajar varios Mundiales competitivos. 



Menos agradable será recordar la expulsión de Neymar en una irreconocible Brasil, lejos de lo que significa la canarinha desde siempre para este deporte, así como la excesiva dureza con la que se han empleado casi todas las defensas. Con todo, en Never Shall Me Down, siempre inclinados a los aros y tableros, nos dejamos caer por la batuta de Ginóbili, crack argentino de la bien llamada Generación Dorada de los Juegos de Atenas 2004, quien llamó al orden por el huracán desatado el último mes alrededor de la figura de Lionel Messi. 



Advertía el brillante escolta de los Spurs acerca de la delgada línea que marca la separación entre ganar y perder. No en vano, "Manudona" afirmó en una célebre ocasión: "Honestamente, si llega a entrar ese triple de Robert Horry, hubiera tenido que adelantar mis vacaciones a Cancún". En un tipo tan triunfador y que lo ha logrado prácticamente todo a nivel de clubes con la albiceleste, fue de agradecer un toque de cordura y Zen con licencia de Phil Jackson. Y es que Argentina es un país que vive como pocos esto de darle patadas a un balón. 

  

La final de Brasil y la de Chile han sido dos estocadas para una AFA que vive a medias entre el escándalo FIFA y la decepción de no estar explotando a uno de los mejores talentos que han tenido sobre el césped desde los días de Diego Armando Maradona. Y ese es el eterno problema. El doctor J y Michael Jordan. Michael Jordan y Kobe. Kobe y Lebron. Pareciera que somos incapaces de disfrutar de un prodigio sin correr a hacer comparaciones y listas. Los símiles pueden ser divertidos u odiosos, y la que planea sobre los dos dorsales 10 de la tierra de Mafalda se ha recrudecido, ayudado todo también por una inesperada salida de banco del autor del gol más bello de México 86 (quizás de todos los Mundiales). 



Los incondicionales de Leo se centran en su casi inmejorable palmares de clubes, siendo hoy, a pesar de su corta edad, considerado por una gran mayoría del público culé el MVP de una institución con más de cien años de antigüedad y plagado de grandes figuras a lo largo de su historia. Los maradonianos o seguidores de otros ídolos (viene aquí a la mente el mítico Pelé y sus 3 campeonatos del Mundo) acusarán con el dedo su falta de triunfos con la absoluta. Cada Mundial ha recrudecido la virulencia de algunos medios e hinchada, generándose un debate sobre si el astro es un "pecho frío" o dudas de si realmente siente la camiseta sudamericana. 



Y aquí surgen voces como la de Manu, que vienen a respaldar lo ya apuntado por César Luis Menotti. Messi es Messi. Pelé fue Pelé. Diego era Diego. Cada uno con su personalidad, genialidades, defectos, etc. Metamos también en nómina aquí a don Alfredo di Stefano, símbolo del mejor Real Madrid, al Cruyff de los 70 o al Zidane que se echó a una selección gala mermada en 2006 para rozar una machada. El Messi del torneo chileno parecía haber enterrado viejos fantasmas con exhibiciones de pases como la firmada ante Paraguay en semifinales, pero una final perdida en penales justificaba que volviera a surgir todo un debate nacional en la tierra presidida por Cristina Kirchner. 


Puede ser un problema de transmisión, quizá un tipo con el liderazgo y la gesticulación de Javier Mascherano aluda a unos valores que muchos hinchas argentinos piensan que no lucen en Messi, aunque fuera un pibe que eligió la celeste y blanca sobre la española. Burrito Ortega, mito de River Plate y ex jugador del Valencia, recordaba este aviso a navegantes: ¿Se imaginan que hubiera podido ser de la selección de los Casilla, Iniesta, Xavi, Ramos, Villa... más Lionel Messi? No obstante, Masche y Leo son muy buenos amigos y ambos parecían igual de destruidos tras chocar con el eficaz entramado defensivo chileno (añadiendo que el combinado de Sampaoli no se limitó a atrincherarse, privaron a los de Martino del balón en muchos compases de la final). 



Por eso fue tan bonito el gesto de dos muchachos chilenos al acercarse a un Messi postrado en el césped. Se trató de un pequeño gesto que significaba mucho, una lección de fair play de aficionados del ganador, un reconocimiento que ya tuvieron algunos cracks alemanes tras el tiempo extra (dicho lo cual no quita que fuera muy discutible e injusto el trofeo al mejor jugador de La Pulga, muy lejos de su mejor nivel físico y anímico). Ahora que ya se ha confirmado que no irá al próximo amistoso, avisos como el de Ginóbili alertan de que algún día podría ser para no volver. 



Nos hablaba el maestro Borges de dos monarca y sendos laberintos. Ya sabemos lo mucho que consiguió Maradona en su camino, también no pocos sinsabores. Pero la historia del Messi que reina incontestablemente en Barcelona con Argentina aún debe encontrar su final y, sinceramente, mal harían en apostar contra el fenómeno de Rosario. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.webnoticiasntn24.info/noticia/la-historia-de-los-ninos-que-consolaron-a-messi-tras-la-derrota-de-chile-a-argentina-en-la-copa-59081



http://www.ole.com.ar/argentina/Messi-Maradona-puro-abrazo_5_277822216.html



https://twitter.com/univisionsports/status/488444577037430784

CELTICS PRIDE: BOSTON, PLAYOFFS 2010

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"Gracias por una asombrosa carrera. Habéis dejado por el camino a los Heat de Flash Wade, los Magic de Superman Howard y los Cavaliers del Rey Lebron. Y casi a los Lakers de Kobe y Pau". Así se resumía, con brevedad pero contundencia el rendimiento de la temporada 2009/10 de los orgullosos Celtics. El texto está traducido de una placa conmemorativa que algunos artistas de la ciudad de Boston dedicaron a su equipo, protagonista de una de las postemporadas más increíbles de los últimos años. "Este ha sido el grupo más unido y loco en el que he estado nunca", afirmó Doc Rivers en su última rueda de prensa en Los Ángeles aquel curso, quizá tras haber firmado su mejor trabajo como técnico.



Tras el anillo de 2008, Danny Ainge era un gerente satisfecho. El Big Three que había formado (Ray Allen, Paul Pierce y Kevin Garnett) funcionaba en un conjunto veterano y sumamente aguerrido en defensa, acompañado de jóvenes talentos como el base Rajon Rondo o rocosos pívots como Kendrick Perkins. Todo iba sobre ruedas y con un porcentaje de victorias-derrotas que asustaba... hasta una fatídica jornada de febrero en Utah. Allí, un alley-hoop acabó con el tobillo derecho de Garnett diciendo basta. Aunque no parecía tan serio al principio, fue el germen de un malestar físico que privó a los defensores del título de su líder en las barricadas. Boston pudo con Chicago en una épica serie a 7 encuentros, mas no repitió hazaña ante los Orlando Magic de H. Turkoglu y D. Howard, cayendo con honor a muerte súbita y con Kevin mirándolo todo de paisano. 



"Doc Rivers me ha preguntando cuándo me van a llegar las alas. Le he dicho que están de camino". El training camp de 2009 trajo a un Big Ticket reluciente, Garnett volvía con hambre de gloria, según había afirmado al legendario Bill Russell, icono de los todopoderosos Celtics de Red Auerbach. A pesar de quedarse en semifinales del Este, jóvenes como Rondo o "Big Baby" Davis habían dado un paso al frente y con las tres mega-estrellas sanas, el cielo parecía el límite. Pierce, Allen, Rivers y Garnett viajaron a Detroit para reclutar a Rasheed Wallace, astro de los Pistons y uno de los mejores defensas interiores de la NBA. Los siete primeros partidos de aquel curso mostraron una escuadra sólida y que logró asaltar la mismísima fortaleza de The Q, guarida de un Lebron James que ganaría uno de sus premios MVPS aquel mismo año.



En un ataque de osadía, algunos llegaron a hablar del inolvidable récord de 72 victorias de los Chicago Bulls. Por supuesto, eso fue antes de que comenzasen las pesadillas. Garnett volvió a resentirse del tobillo, apareció aparatosamente vendado en algunos encuentros. Tras un inicio muy prometedor, Rasheed fue olvidándose de la defensa y a obsesionarse por los triples, sirviendo de escaso rendimiento durante el nudo de la fase regular, con apenas chispazos de clase. Para colmo de males, los despachos traspasaron al carismático Eddie House, gran tirador y pieza clave en el anillo de 2008, por el talentoso y errático Nate Robinson. Muchos culparon a Ainge de haber dinamitado la química del "ubuntu" (grito de guerra ideado por Doc Rivers, con raíces en África). Tras el All Star, el equipo céltico fue de mal en peor, rondando el 50% de balance triunfos-derrotas en lo que quedaba de curso.


El sueño de los 17 anillos parecía un mal chiste, una broma cruel de un equipo descompuesto. Rivales como los Ángeles Lakers de Kobe Bryant estaban en plena eclosión, a la par que otros candidatos como unos poderosos Orlando Magic. Tras una pírrica victoria en el Staples, Doc Rivers pidió 100 dólares a cada integrante de la plantilla. Convenció a un empleado de los vestuarios californianos de esconder el dinero en un falso techo. El mensaje fue claro: Si queréis recuperarlo, tendréis que estar jugando aquí en junio por un campeonato.



A medida que acababa la Liga, todo parecía un juego entre unos veteranos extrañamente seguros y unos medios de comunicación que los situaban eliminados tras la primera ronda. El primer rival fue Miami. A pesar de ganar en el Garden, una estupidez de Garnett le costó la expulsión para el siguiente día. Era la hora de Glenn Davis, un individuo con aspecto de todo menos de jugador de basket, excedido de peso y más conocido aquel año por haberse perdido el comienzo de la temporada por una pelea a puñetazo limpio con uno de sus mejores amigos, dentro de una amigable reunión de parejas. Era sabido que una bronca de Garnett el anterior año había terminado con "Big Baby" llorando ante las cámaras de todo el país. Lo que todo el mundo tendía a olvidar era que aquel "gordito" jugaba muy bien al basket cuando estaba centrado.



Ante la satisfacción del sancionado, quien parecía un maestro exigente satisfecho porque el alumno superaba la prueba, el atípico ala-pívot se impuso a los Haslem y compañía. El tercer día, una canasta sobre la bocina de Paul Pierce fue la piedra angular para colocar un 3-0 casi inapelable. Solamente las genialidades de D. Wade prolongaron la serie, pero el quinto día se acabó todo en el feudo de los pupilos de Red Aerbach. Aquella contundencia ante unos Heat jóvenes y prometedores, no cambió ninguna quiniela. Automáticamente, todo el mundo predijo que los Cleveland Cavaliers iban a despedazar a los Celtics, contando Lebron con la colosal presencia de un envejecido (pero aún imponente) Shaquille O´Neal.



El primer día en The Q confirmó esos vaticinios. Pareció que el rey de la NBA y los suyos podían jugar con sus oponentes y dejarlos KO cuando quisieran. En las duchas, un enfurecido Kevin Garnett habló largo y tendido con Rasheed Wallace. Amigos y rivales durante años en el Far West de principios del nuevo milenio, la agresividad de Big Ticket accionó algo en el interruptor de un Sheed que había sido un espectro de sí mismo los últimos meses. Hasta ese momento, foros de internet de los orgullosos verdes bromeaban con si era Wallace el peor fichaje que nunca había hecho la franquicia. La siguiente noche, tras recibir L. James su segundo premio MVP, el antiguo genio de Portland y Detroit salió con cinta en el pelo y rictus serio. Anotó todos sus lanzamientos menos uno, estuvo en dobles-figuras y marcó la senda para robar la ventaja de campo. Los internatuas no volvieron a cuestionar la importancia que podía tener aquel guerrero forjado en Philly para luchar por el anillo.


   
La resurrección anímica de Wallace era un factor que desestabilizó los esquemas de Mike Brown, especialmente con Anderson Varejao. El corajudo interior brasileño hacía muy buenos números y agarraba muchos rebotes en sus duelos contra Boston. Si bien lo siguió haciendo, ahora cada canasta costaba un mundo. Los hábiles sistemas defensivos de Tom Thibodeau iban aislando más y más a Lebron, quien, aún así, se bastó para pulverizar a los Celtics en el Garden el tercer día. Fue su último triunfo aquel año. El cuarto día, Rajon Rondo cogió las manijas del juego y confirmó lo que muchos habían pensado desde fuera: él debía ser el jugador franquicia. "Anteriormente, Rajon jugaba para Kevin, Ray y para mí. Ahora debemos comprender que debe ser al revés", se sinceraba un Pierce irregular aquellos Playoffs, pero decisivo en el quinto duelo y capitán modélico para los suyos y arrogante verde para los rivales. "Nos vemos el año que viene", dijo maliciosamente a los encargados de The Q tras robar el factor cancha en un clinic de trabajo coral. 



Lebron se dejó el alma para evitar la eliminación, pero sus heroicidades fueron inútiles. La prensa empezó a airear rumores de un romance entre su compañero Delonte West con la madre del astro, Gloria James. También se sacaron otros trapos sucios, casi todos con el mismo rigor, es decir, cero. Boston parecía complacido con que muchos focos no prestasen atención al nivel de confianza que habían cogido. Jugadores como Tony Allen eran muy infra-valorados, pese a sus dotes de marcador de la estrella adversaria. A la hora de hacer pronósticos, las casas de apuestas colocaron un rotundo 4-0 para unos Magic que llegaban imbatidos a las Finales del Este.  



De regreso a su tierra natal, Orlando, Doc Rivers y su staff se percataron de que Stan Van Gundy había aprovechado muy bien en las dos primeras rondas la atención que generaba Howard para usar a sus excelentes triplistas (R. Lewis, J. Williams, etc.). El truco, nada fácil, era no necesitar excesivas ayudas contra Superman. Perkins y Wallace dieron sendas lecciones de pundonor, cada uno a su estilo, convirtiendo el camino de Dwight en un infierno. Ray Allen y Paul Pierce se combinaron y hasta turnaron para mantener el ritmo de anotación de una rotación escasa (sobre todo porque el fichaje de última hora de Michael Finley, tremendo jugador y excelente en sus años con los Mavericks, no había salido bien) pero muy segura. 



Y Rondo hizo el resto para colocar un 3-0 que enloqueció al grande. Estrella atípica y poco hábil con los medios, confesor de no haber visto muchos partidos de mitos como Michael Jordan o Wilt Chamberlain, el heterodoxo base sin tiro (hablando, por supuesto, a nivel de súper-élite) dio lecciones constantes, logrando varios triples-dobles de mucho mérito. Con todo, Orlando robó el cuarto con un fallo inesperado del infalible Pierce. El quinto día, hartos de su etiqueta de blancos, los Magic devolvieron cada golpe multiplicado por cinco. Marquis Daniels y Big Baby recibieron codazos en la cabeza y otras lindezas de un enrabietado Superman. La NBA, siempre amiga de la épica, empezó a sondear qué bonito podría ser que Orlando forzase un séptimo y remontase un 3-0, hazaña nunca antes hecha (los Porland Trail Blazers de 2003 la rozaron la yema de los dedos). 


Sin embargo, la magia del nuevo TD Banknorth Garden no consintió aquella posibilidad. Triples como dagas de Paul Pierce y, cuando nadie lo esperaba, sacar fuerza de una flaqueza. Las molestias en la espalda de Rajon Rondo dieron entrada a un Nate Robinson que apenas jugaba aquella postemporada. Pero Doc Rivers ya se había percatado del buen rendimiento que podía dar llegado el caso, puesto que exprimió sus escasas oportunidades en Orlando. Triples y una lectura de juego muy hábil del pick and roll, unido todo a su temperamento explosivo, sirvieron para cimentar un colchón que permitió el pase a las Finales, justo cuando los pupilos de Van Gundy podían haber aprovechado la ausencia del multi-usos Rondo. 



Aquellos milagros del Leprechaun no sirvieron tampoco para ablandar opiniones. Muchos daban varios cuerpos de ventaja a los Ángeles Lakers de Kobe Bryant y Pau Gasol, un auténtico equipazo donde el único problema eran los perennes problemas de Andrew Bynum, un pívot colosal que siempre estaba a menos de un 50% de su potencial por sus problemas físicos. El primer día en el Staples confirmó aquello, gracias a un Pau Gasol sediento de quitarse la injusta etiqueta de blando que muchos le adjudicaron en las Finales de 2008. En su mejor momento mental y físico, el ala-pívot español superó ampliamente a Garnett. Con mucha malicia, la prensa sensacionalista adulteró las educadas y respetuosas respuestas de Gasol sobre el juego de su Némesis, haciendo parecer lo contrario de su intención. Sin embargo, aquella confusión animaba mucho a Rondo: "No puedo esperar a ver a Kevin en el siguiente partido"



Pero quien apareció fue primero un Ray Allen que alternaba exhibiciones (en Cleveland y Orlando, fundamentalmente) con problemas de salud de su familia que le exigían el máximo de su profesionalidad. Cuando los de Doc Rivers más le necesitaban, con Kobe y Pau amenazando con poner un peliagudo 2-0, X Ray se disparó a los 9 triples (récord en unas Finales) y, junto con un Rondo que hacía todo lo demás, pusieron un empate a uno que convertía el eterno duelo céltico-angelino en una verdadera batalla de igual a igual. Paul Pierce osó pronosticar que la serie no volvería a LA. 



No debió hacerlo. Su colega de brazalete, Derek Fisher, fue la pieza clave, por encima del mismísimo Bryant, para lograr la primera victoria en el Garden en postemporada contra el Big Three de Rivers por parte de los laguneros. El show y valentía de Fisher incluyó entradas a canasta imposibles ante junglas de brazos y un uso ejemplar del tablero. Emocionado y con lágrimas, el capitán de púrpura y oro no bajó el pistón y se negó ante los micrófonos a excusar la arrogancia de The Truth. Ahora, se rumoreaba que las Finales se acabarían en Massachusetts porque LA iba a dominar los dos siguientes duelos. Tampoco debieron hacer eso. 


El cuarto día, justo cuando los visitantes podían dar un golpe de estado y ponerse 1-3, se produjo un hecho atípico en un combate por el título. Con un 90% de los suplentes iniciando el último cuarto (Robinson, los dos Allen, Davis y  Rasheed), el quinteto de Phil Jackson fue incapaz de dominarles. Davis hizo uno de los mejores partidos de su carrera, a ambos lados de la cancha e incluyendo movimientos al poste para el recuerdo. Tony Allen no se separaba de Bryant y Wallace hacía lo propio con Gasol. En un acto de valentía, los propios Garnett y Pierce pidieron a Rivers que mantuviera aquella formación que rompió todos los esquemas del Maestro Zen. Finalmente, con poco más de dos minutos, Pierce surgió para cerrar el partido definitivamente. 2-2 y las televisiones norteamericanas frotándose las manos con el futurible share. 



Un escenario demasiado bonito para que no aparecería Kobe Bryant. El genio de los Lakers sostuvo a su equipo, por momentos, pareciendo un ejército de un solo hombre. Con un Garnett absolutamente rejuvenecido en todos los encuentros en casa, Pierce decidió dejar los chispazos y atacó el aro desde el pitido inicial. Su duelo con un enemigo íntimo como Ron Artest fue uno de los más bonitos que se recuerdan a estas alturas del campeonato. Agarrones, suspensiones, golpes, fintas, ferocidad y trash talking entre dos guerreros dispuestos a todo por llevar a los suyos a la tierra prometida del anillo. No fear for snakes fue el titular al día siguiente, el trabajo en bloque pudo con la temible Black Mamba. Ya nadie se atrevía a decir en voz alta que Boston era un rival más fácil que Orlando o Cleveland aquel curso.  



Doc Rivers, recordando sus años en New York y la lucha por el anillo con Houston, advirtió que el viaje a Los Ángeles iba a ser muy largo. Y vaya sí lo fue. Todo empezó mal para los orgullosos verdes con la gravísima lesión de Perkins. A riesgo de una técnica para ser sancionado, el tosco pívot había dado una lección de pundonor y auto-control, sin entrar en ningún pique y centrándose en brindar rebotes e intimidación a ambos lados de la cancha. Mientras, en la cancha, los dueños del Staples hicieron un partido impresionante ante unos Celtics que solamente podían ver pasar a aviones como S. Brown, mientras que Kobe Bryant encadenaba preciosas suspensiones. Pau, muy acorralado en el Garden, dio a Garnett y Wallace de su propia medicina de dominio. Todo pendiente de un séptimo que, para todos aquellos que no exigen 100 puntos para que un partido sea bueno, merece entrar en los Annales de la leyenda. 



"Te lo voy a dar todo mañana. Siento que ya está todo hecho". La frase en el pasillo del hotel californiano convenció a Rivers para que Sheed entrase por Perkins. Jugador genial y sospechoso habitual de la NBA por sus formas, Wallace dio equilibrio, puntos, tapones y problemas a Pau hasta que su espalda dijo basta. Rondo y Garnett recuperaron su conexión, mientras un inspiradísimo Ron Artest tocaba la guitarra con un Pierce que defendía a su franquicia, aunque había empezado siendo un mucho en Inglewood que emulaba el Showtime de Magic. Decenas de historias en apenas 48 minutos, un triple de Fisher que llevó al éxtasis a la grada más Hollywoodiense, mientras los orgullosos verdes lograron tres triples consecutivos para poner en pleito el desenlace hasta el final. 



Un espectacular cierre para dos equipazos que terminó con el anillo para LA. Sin embargo, como los célebres comentaristas italianos, Falvio Tranquillo y Federico Buffa comentaron en pleno y fratricida último cuarto: "Honor para vencedor y vencido hoy. Si Boston Celtics no gana esta Final, por organización, preparación técnica y pizarra, en mi corazón serán también campeones". No importaban algunas decisiones caseras propias del factor cancha (falta en una entrada a Garnett, pasos de Pau en un impresionante lanzamiento, dobles de Artest...), también hubo polémicas de uno y otro lado en encuentros anteriores. "No hay un ojo seco en este vestuario hoy. Hay que darle mérito a los Lakers, han jugado de una forma terrorífica", cerró Doc Rivers, junto con Garnett, uno de los más emotivos en una rueda de prensa sin tapujos y formalismos. 



Los célticos habrán de esperar para levantar el anillo 17, pero, como bien apuntó Miguel Ángel Paniagua, hicieron algo aún más memorable, honrar una camiseta de baloncesto cuando salían a la pista. Celtic Pride. 




FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.marca.com/2011/07/28/baloncesto/nba/1311866102.html



http://niketalk.com/t/208323/john-hollingers-2009-10-nba-forecast-the-complete-list



http://www.zimbio.com/Rasheed+Wallace+Kevin+Garnett/pictures/pro



http://clipperblog.com/2015/03/07/clippers-sign-nate-robinson-to-10-day-contract/



http://www.nba.com/celtics/news/sidebar/053110-rivalry-features-matchup.html



ENLACES A VÍDEOS:



Kevin Garnett, 7 partido contra los Lakers 2010



JUGADAS DESTACADAS BOSTON PLAYOFFS 2010



UBUNTU

CUANDO DOS GENERACIONES DORADAS SE ENCONTRARON

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A veces, Dios no juega a los dados con el universo. Estaban destinadas a toparse la una con la otra. ¿Qué ocurre cuando un objeto inamovible recibe el impacto de un misil imparable? Durante años, habían tenido vidas paralelas. Unos presumíamos de Pau Gasol y su salto al Olimpo de la NBA. Los otros habían hallado a su Maradona de las canastas en la figura de Manu Ginóbili. En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 se habían enfrentado. La espléndida victoria de los Garbajosa y compañía se empañó en el recuerdo, porque España cayó en cuartos de final ante el show de triples de S. Marbury. Argentina, en cambio, olvidó su derrota en fase de grupos con el oro olímpico más celebrado, aquella camada de pibes robó el fuego de los dioses, arrasando a Italia en la finalísima. 



De cualquier modo, Japón 2006 resultó ser un punto de inflexión vital. Aquel Mundobasket en tierras niponas resultó uno de los más especiales, porque pareció existir la sensación de justicia poética. Los cuatro combinados que llegaron a semifinales estaban invictos. Habían sido lo mejores y no se podía discutir que merecían pelear cada una de las tres medallas disponibles. La Grecia de Papaloukas, el primer y aún inacabado proyecto de Jerry Colangelo de Estados Unidos, la España comandada por Pepu Hernández y la albiceleste. Por juego, los hispanos parecían tener un peldaño de favoritismo sobre el resto, al haber arrasado a todos sus oponentes, que incluían a luminarias como la Alemania de Dirk Nowitzki. 



Con todo, incluso en la oleada de entusiasmo que se había generado sobre el combinado español (al estilo alegre y desenfadado de su ataque había que sumar el clima creado en las retransmisiones por el añorado Andrés Montes, Juan Manuel López Iturriaga y "Lagarto" de la Cruz), aquel duelo en Saitama fue diferente a todo lo visto en el torneo. Antes, aquella mañana había amanecido con Papaloukas y sus guerreros logrando el milagro de vencer a USA en un partido para el recuerdo. Nadie en su sano juicio quería vérselas con los estadounidenses enrabietados por el bronce. Se presentaba una oportunidad única para disputarse el oro contra los helenos del dragón Yannakis. 



Sergio "La Oveja" Hernández era un entrenador atípico para climas tensos. Sorprendía verlo preguntando educadamente a sus jugadores si habían quedado claros los conceptos tras un tiempo muerto. Bajo su escasa barba y tono plácido, se escondía un competidor al estilo potrero. Los sudamericanos habían visto al conjunto de Pepu Hernández arrasar a casi todos sus rivales aquel 2006: triples de Navarro, rebotes de Felipe, mates de Rudy... Nada de eso iba a ocurrir en Saitama. Argentina salió a comerse la pista e impuso un feroz estilo, agresivo e inteligente. Luis Scola y Fabricio Oberto debían ser la sombra de Pau Gasol y cumplieron su rol a la perfección. Cada canasta era celebrada con emotividad, especialmente por Andrés "El Chapu" Nocioni, alguien que ya se había hecho célebre en un torneo internacional por encararse con el mismísimo Kevin Garnett.



El aro se iba haciendo cada vez más pequeño a muchos de aquellos supervivientes del recordado triunfo en Lisboa. Únicamente un guerrero curtido en mil batallas como Andrés Jiménez parecía entender el ritmo pausado y venenoso que querían sus oponentes, especialmente bajo la batuta de un maestro en esa clase de lides, Pepe Sánchez. Pepu Hernández, en su primer año como seleccionador de la absoluta, buscó en su fondo de armario y encontró a un, por entonces, jovencísimo Sergio "El Chacho" Rodríguez, formado en la cantera inagotable de Estudiantes. Con su descaro y creatividad, el canario puso unas revoluciones que se salían del guión establecido. Los 6 puntos de ventaja sabían a muy poco para los campeones olímpicos, mientras que España estaba convencida de que en ningún cuarto le podría haber salido la cosa peor. Ir perdiendo de tan escaso margen era un auténtico síntoma de resurrección. 



La inercia había cambiado y hasta los duendes de los aros mudaban de bando. Un agónico gancho de Pau Gasol terminaba entrando tras bailar por la canasta, mientras el marcador señalaba un apretado 22-24. El trepidante ritmo defensivo de los argentinos provocaba que sus hombres clave se fueran  cargando de faltas personales. Pablo Prigioni y Carlos Delfino salieron a aportar lectura de juego y calidad, pero la sangre inyectada en los ojos había pasado a un Gasol que logró repetir un tiro casi idéntico, incluyendo fortuna en los botecitos, para poner a los suyos 31-30. Tirando ambas escuadras de casta, se fueron a los vestuarios con un 38-38 que lo decía todo. S. Rodríguez había cogido el disfraz de Magic, aunque quedaba un mundo de 20 minutos donde nadie se atrevía a pronosticar nada.


El tercer tiempo fue absolutamente de España. La inyección de juventud de Rodríguez y Rudy se unía a la ferocidad de un Pau multiplicado a ambos lados de la cancha. Garbajosa comenzaba a conectar sus tiros, aunque Argentina tenía el haber de tener muy controlado a un Juan Carlos Navarro en uno de los mejores momentos de su fecunda trayectoria deportiva. De cualquier modo, el último cuarto sería el Apocalipsis. Cada rebote fue un sufrimiento para defensores y atacantes, así como unos colegiados obligados a multiplicarse. Justo cuando parecían enterrados, triples de Sánchez y Ginóbili sumados a una feroz entrada a canasta de "El Chapu" colocaron un 69-67 que hizo a Walter Herrmann apretar el puño desde el banquillo. Competidores indomables, la Generación Dorada quería seguir reinando a falta de poco más de tres minutos. Quedaba dilucidar si la prometedora España de los últimos tiempos (plata en el Eurobasket de Suecia 2003) podía dar el salto de calidad.



Pero el destino sonrió a los héroes de Atenas. Luis Scola sacó una falta en ataque al infalible Carlos Jiménez (un titán capaz de llevar apenas dos faltas personales sin haberse dejado de emplear a fondo bajo tableros ante fieras como Oberto). Sin embargo, la penetración de Manudona no entró y sí un tiro imposible de Juan Carlos Navarro a apenas 120 segundos del final, llorando el aro y de alegría contenida los de Pepu Hernández, aquellos 4 puntos de colchón eran un mundo. Todo podía cambiar en un instante. Y volvió a hacerlo. La afición de todo un país paralizada cuando Pau Gasol caía y no podía sostenerse en el poste bajo.



Conteniendo las lágrimas, el ala-pívot de Sant Boi tuvo la entereza de anotar sus dos tiros libres antes de cojear hasta el banquillo con su hermano Marc. Menos de un minuto para que sus compañeros luchasen el pase a una final que él no podría jugar. Pero ese margen era molto longo ante una irreductible albiceleste, un triple de Sánchez de inmediato colocó el cartel de suspense (73-70). Deidades mortales acostumbradas a hacer milagros para los suyos, una penetración suicida de Ginóbili y dos tiros libres de Luis Scola colocaron el empate tras un tiro libre convertido por el base extremeño José Manuel Calderón.



Símbolo del mejor Tau Cerámica de Ivanovic y acostumbrado a competir con aquellos porteños hasta en los entrenamientos en Baskonia, nuevamente fue Calderón a la solitaria línea de tiros libres. El aro escupió uno y aceptó el otro. Con todos los ojos puestos en el terror que inspiraba Ginóbili, el estelar jugador de los Spurs rectificó (quizás con pasos) para pasarla a Andrés Nocioni en la esquina. Un lanzamiento mil veces hecho por el admirador del héroe creado por Roberto Gómez Bolaños. El disparo salió errado y la fotografía acompañaría la taquilla, por aquel entonces en los Chicago Bulls, del hoy jugador del Real Madrid. Rudy se quedaba con una bola que valía por la primera final en un campeonato del mundo de la selección masculina absoluta de basket.



Gasol ya no pudo contener las lágrimas aquel día de septiembre. Sus amigos y el habían superado la asignatura pendiente más importante de todas y ante el mejor profesor posible.



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://ucienf.blogspot.com.es/2006_09_01_archive.html



https://www.youtube.com/watch?v=5K8XbLVXQ_g



http://www.gettyimages.es/detail/fotograf%C3%ADa-de-noticias/pau-gasol-of-spain-in-action-against-argentina-fotograf%C3%ADa-de-noticias/71766602



PARTIDO COMPLETO:



https://www.youtube.com/watch?v=Fe1u4sv9mZ8

EL DOLOR MÁS GRANDE

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"Ningún dolor más grande

que acordarse del tiempo dichoso 

en la desgracia; y tu guía lo sabe."

-Dante Alighieri. (La Divina Comedia. Canto V, versos 121 al 123).


Agosto suele ser un mes intenso para las selecciones de baloncesto. Mientras otros descansan, es el momento en que los combinados internacionales se miden en apasionantes duelos. Volvemos a estar en ello, ansiosos por el comienzo de este Eurobasket. Sin embargo, el epílogo estival trae también a los aficionados el sabor de viejas batallas, esos duelos que vieron al alba o de madrugada, por internet o en la comodidad de la televisión junto al sofá de su casa. Con todo, pocos agostos me resultan más agridulces que el producido en los Juegos Olímpicos de 2004, donde Atenas presenció el auge y la caída de nuevos dioses. 



La cita en la capital helena vivió no pocas ironías. La España comandada por Mario Pesquera hizo una primera fase brillante, justo para recibir la "recompensa" de medirse a Estados Unidos en cuartos de final y quedar apeados por el iluminado día de Stephon Marbury desde la línea de tres puntos. El conjunto norteamericano, comandado por Larry Brown, vivió una pesadilla en un torneo irregular. Si bien contaban con nombres como Tim Duncan o Allen Iverson, no supieron funcionar como equipo salvo con intermitencias, siendo batidos hasta en tres ocasiones en dicha Olimpiada, afrenta casi nacional para un país tan orgulloso de su rendimiento bajo los aros. Pero es que, si bien nos fascinaban sus nombres, muchos pensábamos que el verdadero Dream Team de aquella competición se llamaba Lietuva. 



Lituania había ido creciendo ante los ojos de público y medios como un proyecto cada vez más sólido. Las nuevas generaciones tras aquel genio llamado Arvydas Sabonis recogieron el testigo con una brillante participación en Sydney 2000, con un bronce que supo a gloria, puesto que se obtuvo dicho objetivo perdiendo de apenas dos puntos contra USA en semifinales, teniendo la última posesión, además de obtener el metal ante la mismísima anfitriona, Australia. Ya en el europeo de 2003, comandados por un Sarunas Jasikevicius en la plenitud de su juego ofensivo, los bálticos obtuvieron el oro en un torneo inmaculado, logrando vencer en la final a una España que ya contaba con talentos como Pau Gasol o Juan Carlos Navarro.



El conjunto báltico presentaba jugadores que habían captado la atención de la mismísima NBA. Arvydas Macigauskas era un escolta en plenitud de sus facultades, el cual había hecho méritos para resultar indispensable en las peticiones del ambicioso Tau Cerámica de José Antonio Querejeta. Por su lado, Saulius Stombergas era una máquina de anotación y jugar con eficacia, en 2004 se hallaba en el pico más alto de su trayectoria. Sin querer alargar más la nómina, decir que Ramûnas Siskauskas era comparado con los expertos como una especie de Scottie Pippen europeo. Una orquesta con todos los instrumentos y los mejores músicos posibles. 



Los lituanos tardaron poco en mostrar su candidatura al oro. Abatieron a los mismísimos Estados Unidos, en una jornada donde Jasikevicius vivió unos momentos mágicos que se inmortalizaron en el 3+1 que logró frente a Lamar Odom. Incluso la anfitriona Grecia, comandada por Papaloukas, pudo hacer poco ante semejante torbellino de anotación. La defensa zonal de Antanas Sireika no era la de los Bad Boys de Detroit, pero la fluidez en ataque de su pizarra garantizaba exhibiciones. Por momentos, los verdes volaban en pista, siendo un muy mal negocio mandarlos a la línea de tiros libres por sus espléndidos porcentajes en tales lides. 



Yao Ming, colosal pívot de China, no pudo evitar quedar apeado en los cuartos de final ante los campeones de Europa, quienes se medirían a Italia en las semifinales. Los transalpinos habían tenido una andadura incierta. Habían logrado machadas como apabullar a USA en un partido amistoso, pero su fase de grupos resultó accidentada y con derrotas. Habían logrado dejar en la cuneta a la sorprendente Puerto Rico de un gran Carlos Arroyo, pero no pocos dudaban de que Lituania era el gran candidato para medirse a Argentina en la final. De todos los supervivientes del torneo, se trataba de la única selección invicta. 



Pero, como la maravillosa canarinha de 1982 podía atestiguar, la azzurra la peor pareja de baile en estas lides, especialmente si vienen tocados. Carlo Recalcati era un técnico muy astuto que supo poner piel de cordero a sus lobos. Lituania comenzó como siempre, apabullante y con una gran flexibilidad de su juego exterior. Por dentro, hombres como Lavrinovic ponían corazón y alma. Pero los transalpinos no iban a bajar los brazos, hicieron la goma y esperaron la oportunidad que tardó poco en llegarles. Concretamente, en el segundo cuarto. 



Individuo por individuo, aquella Italia no estaba nada exenta de talento. Gianluca Basile era uno de los tiradores de más perfecta mecánica en aquel torneo. Más allá de su cara aniñada, Massimo Bulleri era un jugador harto de ser actor protagonista en partidos importantes de Euroliga. Otro tanto podía decirse de un Marconato que se sabía todas las artimañas existentes en la lucha por el rebote. Y, ante todo, eran un equipo. Nadie ejemplificaba mejor aquello que Gianmarco Pozzecco, quien gozaba de la confianza de Recalcati y ponía toda la carne en el asador en una cancha. 



Con la sapiencia del boxeador inteligente, los italianos fueron dando estocadas a la autoconfianza de Lituania. Stombergas se puso en problemas de faltas, se cerraba cualquier rebote ofensivo fácil, se imponía un ritmo físico al partido, etc. Pequeños disparos que iban abriendo la armadura báltica. Un triple de Pozzecco igualaba la contienda y los suyos terminaron yéndose arriba por escaso margen antes del descanso. Justo lo que Recalcati quería. Los lituanos eran los favoritos y ahora tenían toda la presión del mundo sobre sus hombros. 


Giacomo Galanda y su festival de tiro exterior, acompañado de su emotivo puño apretado en cada celebración ejemplificaron la revolución que estaba aconteciendo ante la perplejidad del pabellón. Al final del tercer cuarto, los lituanos estaban groggy y sin encontrar respuesta de sus figuras, 10 abajo. Como si nada, la maquinaria de Sireika remontó en pocos minutos lo que sus oponentes habían trazado minuciosamente en el resto del encuentro. Una canasta milagrosa de Stombergas disparaba a Lietuva, mientras la azzurra hacía lo que siempre debe recomendarse a un equipo al que están remontando: no perder los nervios y seguir haciendo aquellas cosas que te habían funcionado ese día. 



El hermoso intercambio de golpes duró hasta que quedaban menos de tres minutos, con todo igualado, el talento de Basile empezó a decantar la balanza. Agazapado en la posesión y esperando,  la pelota traviesa dudando entre un lado y otro, mas sería Gianluca quien fusiló buena parte de los sueños del Dream Team báltico. A los lituanos les quedaba su mago, el hombre que siempre estaba allí cuando hacía falta, pero ese último cuarto sería infernal para Saras, quien no supo adaptarse al juego de contacto de sus marcadores, expertos en el arte de entorpecer pases y desviarlos. Reclamando constantemente faltas (algunas más que evidentes, todo sea dicho) no pitadas, Recalcati suspiraba tranquilo. Jasikevicius enfrentándose a los colegiados era mucho menos aterrador que dirigiendo a los Songalia y compañía frente a su defensa. 



Con corazón, Lietuva siguió remando para ver lo inevitable, que Italia había hecho su mejor encuentro en el momento más decisivo. La dolorosa derrota se agravaba porque en una versión muy reducida de lo que sabían hacer, habían estado a punto de pasar a la final contra unos italianos infalibles. Ninguna de las selecciones conocería de nuevo el triunfo en aquella Olimpiada. Argentina superó a Basile y compañía por el oro, mientras que los Estados Unidos ganaban con mucho trabajo un disputado bronce. 



Años después, en la segunda fase de grupos del Eurobasket 2007 de España, Sarunas Jasikevicius daba pequeños botes a mitad de pista, justo hasta escuchar el silbato que marcaba el final del encuentro y la pírrica victoria de una Lituania que seguía su camino al medallero (alcanzarían un meritorio bronce con graves problemas de lesionados). ¿El rival que les había complicado tanto aquel día? Italia, por supuesto. Saras hizo rebotar el balón con violencia en mitad de pista hasta hacerlo volar. Era algo más que una celebración, se trataba de un exorcismo. A buen seguro, recordaba aquella jornada de Atenas, ese sueño de llevar el primer oro olímpico a un país que respira basket. 



Como no podía ser menos, ambos combinados terminaron abrazados. Habían vuelto a bailar juntos al borde del abismo. 



FOTOGRAFÍA EXTRAÍDA DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://pippenyjordan.files.wordpress.com/2014/09/8.jpg



http://www.gettyimages.es/detail/fotograf%C3%ADa-de-noticias/emanuel-david-ginobili-and-ruben-wolkowyski-of-fotograf%C3%ADa-de-noticias/51227639



http://www.gettyimages.lu/detail/news-photo/italys-denis-marconato-and-team-mate-massimo-bulleri-try-to-news-photo/51228206



http://www.tifosibianconeri.com/forum/topic/131112-basket-gianluca-basile/



VÍDEOS DE INTERÉS:



LITUANIA-ITALIA (EUROBASKET 2007)



ITALIA-LITUANIA (SEMIFINALES ATENAS 2004)



POZZECCO RACCONTA

VIEJAS DEUDAS

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Recientemente, una entrevista concedida al diario El Mundo Deportivo, Claudio Bravo volvió a confirmar que es un tipo sensato y respetuoso. El guardameta chileno habló con calma y educación de su futuro rival en un duelo apasionante de la tercera jornada de Liga, el Atlético de Madrid. Tampoco alzó la voz al afrontar su pulso con un rival de puesto tan joven y ambicioso como Ter Stegen. Con mesura, el cancerbero se mostró orgulloso de su éxito en la Copa América, sin olvidar su cariño a Javier Mascherano y Lionel Messi, compañeros en el Fútbol Club Barcelona, rivales aquel día en su país por el entorchado. Como buen deportista, Bravo no rehuyó encarar de frente los retos. 



Pero hubo una pregunta que me pareció la más curiosa de todas. Víctor Valdés. Un nombre que parece estar cubierto de cierta neblina en el Nou Camp. A pesar de haber sido el arquero titular indiscutido durante muchos años en tres palos tan difíciles como los culés, nuestro protagonista no salió bien de la Ciudad Condal. En parte, tampoco nos engañemos, por él mismo y su particular carácter, uno que ya le llevaba siendo un recién ascendido del filial al primer equipo, a retar al mismísimo Louis Van Gaal.



Justo cuando muchos culés se empeñan en recordar que no se le echa de menos por las buenas prestaciones de Stegen y el propio Bravo, el entrevistado recordó las hazañas de Valdés con esa camiseta y la admiración que él ya sentía por su predecesor cuando se enfrentaban, militando Claudio en la Real Sociedad. El chileno deseó lo mejor a su antiguo rival, de quien recordaba que sus aficionados debían estar muy orgullosos. Un toque de sensatez del que Víctor y su ex hinchada deberían aprender.  



Gracias a un espectacular Informe Robinson descubrimos hace unos años que el ahora jugador del Manchester United (aunque su relación con Van Gaal, su primer gran valedor, es tirante y con momentos de hielo) fue el portero que no quería serlo. Es algo que cuesta entender, pero no ha sido el único caso de gran deportista en lo que hace, si bien aborrece su demarcación. Diego Latorre rememoraba como Gabriel Omar Batistuta, el gran goleador de la selección argentina, no disfrutaba del fútbol, lo que él realmente había querido de niño era estudiar y sacarse una carrera. Igual que en el caso de Bati, no tener el corazón en su labor no impidió a Valdés ser, sencillamente, el portero más exitoso en la historia del Barça. 



París puede dar fe de ello. Allí consagró su nombre en una galopada increíble del mejor Henry que se recuerda, como símbolo del Arsenal, siendo frenado en varios mano a mano con el joven descarado que tan bien manejaba la pelota con los pies. Aquel día en la capital frances, Henry pudo con el mismísimo Puyol en duelos individuales, pero se chocó con aquellos reflejos. Años después, lo harían Cristiano Ronaldo y su Manchester en Roma. Y, coincidiendo con la baja de Iker Casillas (única causa de que Víctor no haya sido titular indiscutible con la Roja es haber coincidido con este hacedor de milagros futbolísticos de santoral), nuevamente en la antigua Lutecia, haciendo varias intervenciones imposibles ante la Francia de Ribery, salvaguardando la clasificación de los pupilos de Vicente del Bosque. 



Temporadas increíbles y muchos grandes momentos, como aquel pase que inició el tanto decisivo de Pedrito en las semifinales de la Champions ante el mismísimo Real Madrid de Mourinho. En un campo cubierto de lluvia, Víctor dio un pase digno del mejor centrocampista. No es, por desgracia, lo único que marcó su pasó por la entidad blaugrana. Enfados y carácter, un tipo con una personalidad complicada y que, al fin, ha reconocido que su despedida no fue la deseada. Lo hizo a su manera, la de una persona que si tuviera una máquina del tiempo cambiaría sus designios para ahorrarse tantos momentos de sinsabores antes de saltar a la fama. 


Más de 500 partidos defendiendo esos colores merecían otro adiós. No ayudaba su celo, tampoco el entorno mediático, ese que convierte a héroes en villanos con una facilidad pasmosa. De cualquier modo, intentos de hacerle caer en el limbo terminarán fracasando porque la afición tiene memoria y han sido muchos los servicios prestados. Frustrado su fichaje por el Besiktas, más de un culé cruza los dedos porque le salga bien la cosa en Manchester y pueda volver a demostrar su calidad. 



Quiso un cambio de aires por sus motivos personales. Rechazó una generosa oferta para renovar estando ya lesionado, cierto es que resulta una decisión curiosa, cuanto menos. Pero este Barcelona que ha coleccionado tantos trofeos sigue teniendo una deuda con el hombre que puso fin a un debate muy fuerte que existía en la entidad desde que la debacle de Atenas marcó el final de la larga etapa de Andoni Zubizarreta como el dueño de los guantes azulgranas. 



Gracias por todo, Víctor, especialmente ese mano a mano contra ese titán llamado Didier Drogba. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.zimbio.com/photos/Victor+Valdes/Barcelona+v+Chelsea+UEFA+Champions+League/L97KLBGZtPw



http://www.elconfidencial.com/deportes/futbol/2013-03-27/valdes-frena-a-francia-y-demuestra-que-el-suyo-tambien-en-un-guante-de-santo_659572/



http://www.sportskeeda.com/slideshow/football-lionel-messi-xi-10-best-teammates

EL PRÍNCIPE DE LOS QUERUSCOS: DIRK NOWITZKI Y EL BASKET ALEMÁN

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El Duque de Wellington odiaba profundamente a Napoleón Bonaparte. Para su pensamiento conservador y de fiel servidor de la Corona Británica, "el ogro corso" era una abominación revolucionaria, un déspota y mal a erradicar. Sin embargo, el militar que terminó batiendo al temible Bonaparte en Waterloo (1815), no dudaba en afirmar que: "Su mera presencia equivale a 40000 efectivos más para su ejército". Si bien su modelo de conducta victoriano recelaba ante las exhibiciones de carisma y megalomanía de Napoleón, Wellington era demasiado inteligente para no percatarse de la inyección de moral que esa actitud daba a las tropas galas. 



Esa sensación la tuvieron en el presente Eurobasket muchos de los rivales de Alemania. A pesar de haber sido un combinado bien escogido, con un buen staff técnico y jugadores muy interesantes, pocos dudarán que su aura la da la decisión de volver a enfundarse la elástica bávara de Dirk Nowitzki, símbolo de los Dallas Mavericks y uno de los mejores jugadores nacidos en Europa de todos los tiempos (para algunos, entre los que me incluyo, el mejor). El conjunto teutón es más con ese Robin Hood de 2´13 metros de altura, quien puede botar el balón, subir el esférico y elevarse para un triple frontal. 



De la lista de milagros de este Bonaparte del basket puede dar fe la selección española. La inteligente defensa de Jorge Garbajosa no pudo impedir un mortífero disparo del ala-pívot que valía por el pase a la final del Eurobasket de 2005. En esos encuentros entre alemanes y españoles, Nowitzki y otro referente como Pau Gasol se ensarzaron en apasionantes duelos, donde el talento al poste bajo, la inteligencia para encontrar al compañero y el liderazgo se pusieron a prueba. Ambos genios trasladaron aquellos pleitos a la mismísima NBA, cimentando una sana rivalidad de admiración mutua.


Tal vez el apogeo fue en 2001. Gracias a la magia de Hego Turkoglu, Alemania hubo de abandonar su sueño del oro para pelear un disputado bronce con España. El combinado hispano se lució en tierras otomanas, Juan Carlos Navarro explotó, Gasol se disparó a los 31 puntos y... en frente, Nowitzki. Los que vieron aquel encuentro creyeron que el ala-pívot pareció levitar. Un plástico mate superando la defensa del incombustible Carlos Jiménez, triples de ciencia ficción y liderazgo para hacer más grandes a Marko Pesic, A. Okulaja, Patrick Femerling y cía. Los nuestros se enfundaron el oro, pero todos tuvimos la sensación de ver a alguien que podía alcanzar el nivel de Maradona en México 86 o Michael Jordan en sus años dorados en Chicago. Dirk hacía mejor al resto y acaparaba todos los focos a su alrededor.



Aquel día, el angelito se fue a los 41 puntos. Mejoró aún el registro en Japón, evitando que los suyos sufrieran su particular angolazo. Ante la exuberante selección africana, Nowitzki firmó 47 para su casillero, incluyendo un lanzamiento de dibujos animados para forzar la prórroga, ¿imposible? No con él en cancha. Más reciente, en 2011, también quedaría en la videoteca del buen aficionado su 10 de 14 en tiros de campo frente a Israel en otro Eurobasket. Independientemente de nuestra nacionalidad, simpatías o fobias, los disparos imposibles de Nowitzki forman algunas de las estampas más imborrables en nuestra retina de aficionados al baloncesto.



Lo sentimos en su segunda jornada de fase de grupos, cuando con su ametrallamiento exterior puso muy nerviosa a una ultra-favorita como Serbia. Y es que desde que decidió volver al ruedo, ha servido para recordar a otros mitos como N. Galis, el insuperable anotador heleno. Toni Parker y el teutón han hecho que el antiguo astro del Aris Salónica volviera al candelero, mientras amenazaban un primer puesto en la tabla de anotadores europeos que parecía inviolable. Es lo que tienen los genios, suelen ser batidos por otros de su misma condición e idéntico fuego competitivo. Los vitoreados tiros libres frente a Italia eran un homenaje doble al heleno y al bávaro, unidos en la leyenda.



"España ha marcado mi carrera con la selección". Lo dijo con pleno conocimiento de causa. Aunque sabíamos que el grupo era complicado, no pensamos que alemanes y españoles se iban a jugar el pase a la segunda ronda en la última jornada. Volvió a saludar a Pau, nos dejó algún lanzamiento para el recuerdo sobre Mirotic, pero dio la sensación de que Robin Hood estaba un poco cansado. Schröder llevó las manijas de unos bávaros que nunca perdieron la comba al encuentro, haciendo la goma. Todo un entrenador como Pepu Hernández decía ante las cámaras que parecía extraño que el balón no pasase ni una vez por las manos del dorsal 14 en algunas posesiones.



Nowitzki en el banquillo en el tercer cuarto. Dirk perdiendo balones en pases errados. Robin Hood viendo como Pau Ribas le birlaba la cartera. Times aren changing, diría Bob Dylan. De cualquier modo, por un momento, volvió a parecer lo de siempre, que el mito no nos quería dejar. El príncipe de los queruscos al rescate en Teutoburgo. Tras un tiempo muerto, el 14 nos regaló un triple sutil que no tocó ni aro antes de bajar por la red. Después llegaría otro más y el carrusel de tiros libres, donde Sergio Llull certificó que el duelo fratricida iría para los pupilos de Sergio Scariolo.



Nuestro protagonista no pudo coger el rebote ofensivo del tiro libre de Schröder. Este cuento se había acabado. Muchos seguidores en España celebramos el pase a octavos de final, pero no sin dejar de mirar por el rabillo del ojo al jugador más grande que nunca han tenido (y tendrán) los Dallas Mavericks. El próximo enfrentamiento que tengamos contra Alemania bajo tableros será distinto, con diferente sabor. A los buenos magos se les aplaude al terminar, pero los más grandes, son aquellos que dejan la pista enmudecida cuando desaparecen.



No tengo ninguna duda de a qué condición pertenecen Pau Gasol y Dirk Nowitzki. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.gigantes.com/nowitzki-anfitrion-del-eurobasket-regresa-tras-4-anos-de-ausencia-se-enfrentara-con-los-gasol/



http://www.dmavs.net/2015/05/dirk-nowitzki-se-plantea-jugar-el.html



http://www.gettyimages.ae/detail/news-photo/dirk-nowitzki-of-germany-talks-with-his-headcoach-chris-news-photo/486986662

A CONSTAMMENT PESÉ: EL EUROBASKET MÁS DULCE

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Dentro de muchos años, personas aficionadas al basket coincidirán en alguna agradable taberna gala; quién sabe, tomarán un buen vino y empezarán a hablar del hermoso paisaje y cuánto les está gustando la visita a Francia. Cuando surja el tema del deporte, de jugadores y jugadoras que les marcaron como aficionados, alguno se animará a decir: "Yo vi en directo a Pau Gasol en Lille". Como en los tiempos de Napoleón, los otros no dirán nada, pero sus gesto indicará que están ante un valiente y un gourmet de las canastas. 



Hay actuaciones individuales que se elevan a los altares. Maradona en México 1986. Nowitzki a lo largo del Mundial de Indiana en 2000. Michael Jordan en la década de los 90, etc. Pau Gasol firmó en aquellas semifinales el sueño de toda una generación. Abatir a uno de los Dream Team mejor ensamblados por el conjunto bleu, bajo la dirección del mismísimo Tony Parker, futuro Hall of Game. Fue una noche eterna, ratificada en una prórroga de dos conjuntos que querían ganar el acceso a la final del Eurobasket 2015. 



Uno cierra los ojos y siente que vuelve a ver el triple de ciencia ficción de Batum para forzar el tiempo extra. También la inteligente defensa planteada por Scariolo y su staff para entorpecer la vida del dinámico Parker, quien aprendió latín en San Antonio y siempre exhibe el compromiso con su selección. Incluso los errores llegaban en el momento ideal para prolongar el suspense. Rodaba Sir Alfred, parecía. Y Pau Gasol era Cary Grant, la gran estrella del cartel. Las exhibiciones anotadoras se recuerdan, pero las efectuadas ante grandes rivales son las que se hacen inmortales.



Ya habíamos visto al power-forward disfrazarse de Rasheed Wallace ante Polonia en octavos (exhibición de triples para sacar del interior a los Gortat y compañía), también del mítico Tim Duncan frente a la invicta Grecia (nueva ovación para el cuerpo técnico por la excelente manera de mimizar a alguien imparable como Spanoulis) y otras varias exhibiciones anotadoras. Es lo que tienen tantos años guerreando con Kevin Garnett, Chris Webber, Karl Malone y esa nómina de monstruos, todo ello provoca que para Gasol no hay nada nuevo en una cancha. De hecho, Pau ha coronado su actuación superando al legendario Nikos Gallis en el ránking de máximos artilleros del Eurobasket. Pero volvamos a las semis ante el conjunto dirigido por Vincent Collet. 



Por momentos, los anfitriones habían levitado. Estaban invictos y ya sabían lo que era ganar en buena lid al conjunto hispano. Muchas cosas estaban a su favor, incluyendo una grada que no paró de espolearles. Cada canasta de gente como De Colo o la colosal presencia interior de Gobert espoleaban y daban alas. Ni siquiera hacía falta una exhibición de un súper clase como Boris Diaw. La distancia superó la barrera de los 10 puntos. Pero, si algo bueno ha tenido para los de Scariolo este torneo ha sido que hasta el último momento nada se ha decidido, ni para bien ni para mal. Contra Alemania, la generación ÑBA había traspasado todos los límites del infarto para el corazón.  



Kevin Durant, que algo parece que sabe de baloncesto, ya advertía que si había alguien diferente en Europa, se llamaba Pau o Dirk. Fue una labor de diplomático bizantino la que llevó al ala-pívot catalán a castigar el potente juego interior galo. Vicent Collet advirtió que el arbitraje les había perjudicado, que no les habían dejado defender a ese fenómeno. Una pena. Tampoco me gustó la histeria general que pareció existir en algunos mentideros por España al jugar en feudo rival. El cuerpo arbitral tuvo errores, algunos más enervantes que otros. Pero no determinó el encuentro, bajo mi modesto punto de vista. La presión fue muchísima y los colegiados bastante tuvieron con mantener los ánimos.  



Prefiero quedarme con la generosidad de Collet cuando, habiendo eliminado con su brillante planteamiento al conjunto de Orenga en cuartos de final del pasado Mundial, ovacionó a Pau por su trayectoria. Ahora, las tornas se habían cambiado y la revancha de Gasol se consumó. No es meter el dedo en el ojo a nadie, el conjunto comandado por Tony Parker es una delicia y ha merecido cada uno de sus éxitos. Por eso, este "Maracanazo" sabe tan bien, porque se ha obtenido más allá de 40 minutos de sangre, sudor y lágrimas, frente al mejor adversario posible. De Colo, escolta exquisito, terminó incluido en el quinteto ideal de la competición.



Más allá de un Pau que ha acaparado (con justicia), todos los focos, debe rendirse un sentido tributo a una selección menos potente sobre el papel que otros años, pero más capacitada que nunca para trabajar con humildad y altruista para aprovechar a su estrella en estado de gracia. El núcleo duro del Real Madrid de Laso (Llull, Rodríguez, Reyes y Rudy) han transmitido a sus colegas ese toque de varita mágica que han tenido todo el curso, campeones de cada una de sus competiciones, insuperable. El escolta mallorquín se ha sobrepuesto a graves molestias de espalda para estar, mostrando una gran madurez. 





L´Equipe, prestigioso diario francés, no dudaba en afirmarlo con la humildad de los grandes. "Pau Gasol, a constamment pesé", una pesadilla, un dolor de muelas cada vez que recibía la pelota en la pintura. Conocemos a la perfección esa sensación de dolorosa pero honesta admiración de un jugador adversario. Nos ha pasado muchas veces con Parker, Diaw, Batum y la compañía. Nos tocó a nosotros en Lille porque dios decidió disfrazarse de jugador de baloncesto otra vez. Pero no lo hizo solo, así lo demostró el pase final de Claver para que el referente se disparase a los 40 puntos, cuando pudo tirar él. "Toma, queremos que seas tú", parecía decir un deportista muy atizado en las redes sociales, pero que ha sido una pieza básica en un proyecto que ha vuelto a campeonar. 



Quedaba Lituania, esa Lietuva que nunca está en las quinielas y acaba siempre sin coger las maletas el último día. Una nación que respira baloncesto y da constantes muestras de deportividad. Jonas Kazlaukas ha sido un modelo de técnico con una escuadra verde en plena transición, pero que logró la hazaña de batir al ogro del Eurobasket, la intratable Serbia, dos escalones por encima del resto hasta aquellas fatídicas semifinales. Era complicado repetir milagro ante los de Scariolo. El primer cuarto confirmó las sospechas de la diferencia de veteranía, pero en el segundo volvieron a mostrar por qué terminaron siendo plata. Si España hubiera subestimado a los bálticos, se había hecho muy largo, pero durante 40 minutos, los Pau Ribas, Mirotic y cía bajaron el culo a defender, no sintiéndose con el oro hasta el pitido final. 



Todo terminó como deben acabar las finales. Con el vencedor negándose a lanzar la última posesión con todo decidido. Primero y segundo abrazándose en la pista. Ambas aficiones aplaudieron a Gasol en su viaje al banquillo. Reyes, acaparador de títulos, esperaba con sonrisa de Gary Cooper que le permitieran alzar la copa. Lo habían hecho todos, el papel de no ser favoritos les había venido genial. Existía un largo recorrido desde aquel día en Lisboa, donde empezó a escribirse todo, a malcriar a una generación que incluso comete la osadía de pensar que lo de las medallas es fácil.



Este tercer Eurobasket puede haber sido el más sufrido. Por ellos y por los que ya estuvieron (Jiménez, Garbajosa, Navarro, etc.), ha sido el de sabor más dulce  

  


FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.periodistadigital.com/24por7/baloncesto/2015/09/17/un-pau-gasol-heroico-doblega-a-francia-y-mete-a-espana-en-la-final-del-eurobasket-2015.shtml



http://www.efe.com/efe/espana/deportes/80-75-pau-gasol-hace-magia-para-llevar-a-espana-la-final-y-rio-2016/10006-2715410



http://bleacherreport.com/articles/2568604-spain-vs-france-score-and-highlights-from-eurobasket-2015-semifinal



http://www.republica.com/2015/09/20/espana-campeona-de-europa-tras-no-dar-ninguna-opcion-a-lituania-en-la-final-80-63/






TORNEO CON SABOR A TINTO DE VERANO

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El deporte tiene algo maravilloso. A pesar de la profesionalización extrema, el endiosamiento absurdo o los sueldos desorbitados, entre otros males parece incapaz de desprenderse de una magia que hace que, noche tras noche, dos personas o un par de conjuntos se reten y, pese a la diferencia de presupuestos o aptitudes, sea impredecible saber quién va a ganar. El torneo pre-Olímpico del FIBA Américas dio un resultado sorprendente: Venezuela campeón. Inesperado antes de iniciarse el campeonato, es decir, en nuestras quinielas. Distinto han sido seguir el torneo, donde los pupilos de Néstor García fueron haciéndose más fuertes cada jornada. 



Un robustecimiento cimentado, precisamente en las derrotas previas, las cuales les permitieron mantener el aplomo ante toda una potencia como Canadá (con 9 jugadores de calibre NBA entre sus filas), triunfo agónico que les permitió disputar la final ante Argentina, merced apenas a un tiro libre de ventaja. Y en dicho duelo por el título, Argentina llegó a dominarlos por 11 puntos. No fue suficiente para la albiceleste, la cual se vio obligado a jugarse el todo por el todo en un final apretado, decido en un último cuarto de infarto. 



Fue en esos instantes de incertidumbre donde Campazzo decidió dar un paso adelante para el combinado dirigido por Sergio Hernández, con varias penetraciones valerosas para no agotar la posesión y poner a prueba los nervios venezolanos. Un buen intento que no evitó el 76-71 final, ya que los "vinotinto" no perdieron el aplomo. Ya lo habían demostrado en los primeros diez minutos, cuando pudieron cortar la sangría que les estaba haciendo un maestro como Luis Scola, merced a un triple in extremis de Graterol, el cual se persignó con el gesto del torero concentrado ante un temible adversario. 


Y es que Argentina llegó metiendo miedo al Palacio de los Deportes de México. Lo había dicho pocas horas antes Andrés Nocioni, en semifinales habían logrado toda una gesta, la propia de la Guardia Imperial de una Generación Dorada acostumbrada a todo. Los Chapu y cía lograron privar a la selección anfitriona de disputar el premio gordo en su feudo. Para colmo de males, Cory Joseph logró que Canadá fuese bronce. Una lástima para un conjunto mexicano que ha merecido más. Sin embargo, la frontera entre ganar y perder es borrosa a estas alturas de competición, por lo que se le intuye un futuro muy prometedor. 



Encuentro final, eso sí, poco generoso en cuanto a anotación. El entrenador venezolano y su staff técnico nos han acostumbrado a admirar su disciplina y preparación, no tanto así su efectiva pero, a veces, embarrada forma de hundir la fluidez del juego, propio y ajeno. Quisieron llevar a los argentinos a un tanteo bajo, el plan les salió a la perfección. Barricadas que permiten ser efectivos cuando se tienen jugadores talentosos y sólidos como John Cox o Heissler Guillent. Será un placer tenerlos en Río de Janeiro y disfrutarlos. 



Hablando de Brasil, Luis Scola logró superar a todo un icono en el imaginario popular del basket en América Latina, del baloncesto mundial, mejor dicho, Oscar Schmidt, aquel artillero canarinho tan especial que tuvo un duelo digno de OK Corral con un tal Drazen Petrovic en una final europea. Este FIBA Américas ha estado repleto de momentos inolvidables y ha dejado un campeón que ha sabido sufrir y crecer. 



Hay nombres propios que nos vendrán a la mente al rememorar esta edición. Particularmente, Jorge Gutiérrez ha demostrado que puede romper tobillos con la misma eficiencia en los Bucks o con su selección, siendo el socio ideal de un Gustavo Ayón que brindó duelos de intensidad y altura contra otras parejas de baile de la talla del ya citado Scola. Los desenlaces apretados hasta el último suspiro han redundado en la emoción de cada jornada.



Las aficiones se contagiaron de ello y, especialmente en las rondas eliminatorias, es una gozada escuchar el murmullo en cada vídeo que se podía conseguir o ver en la red. Una verdadera fiesta para este deporte que tanto nos gustas, tan agradecidos a la campeona Venezuela como al resto de participantes. Ganó algo más que la vinotinto, también lo hizo el deporte, entendido como algo exigente y duro, pero también noble en su sacrificio.



Seguro que joyas de la Corona como Manu Ginóbili hubieran preferido sentirlo en la pista que vestidos de paisano. Estaba algo más que un boleto olímpico directo. Se trataba de mostrar que por aquellas latitudes se saber a jugar al baloncesto... y muy bien. Y vaya sí lo lograron unos y otros. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.sport.es/es/noticias/baloncesto/venezuela-arrebata-argentina-fiba-americas-4503754



http://www.fibaamericas.com/default.asp



http://visualsports.com.mx/en-18-segundos-gutierrez-da-a-mexico-triunfo-sobre-venezuela

FO, FO, FO...

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New York, 1985. La Gran Manzana solamente habla de una cosa: Patrick Ewing. Estrella universitaria de Georgetown, el joven y talentoso pívot había sido ganado en una afortunada lotería del draft para los Knicks (de hecho, las franquicias que lo codiciaron y se quedaron compuestas y sin novio, señalaron con el dedo acusador a David Stern por ello). Su debut oficial en la NBA sería en el Madison, frente al potente conjunto de los Sixers. Prácticamente en la primera jugada, Ewing se abrió paso entre los pívot rivales para acabar en un feroz mate el tiro errado de un compañero. Toda la grada estalló en aplausos, acababa de comenzar una era. 



Sin embargo, un maduro caballero no estaba de acuerdo. Moses Malone apretó los dientes y decidió enseñarle a aquel rookie de qué pasta estaban hechos los viejos rockeros de la pintura en la mejor Liga del mundo. "Moses tardó poco en ponerme en mi sitio", bromea un risueño Ewing, quien sufrió toda la dureza y potencial ofensivo de una de las presencias más aterradoras bajo tableros del campeonato. Los Sixers ganaron y Moses recordó que quien tuvo, retuvo. 



Aquella misma campaña, los todopoderosos Boston Celtics de Larry Bird sufrieron idéntico castigo. Asociado con uno de sus mejores compinches, el fino estilista doctor J, además de un joven con tendencia a engordar y ansía por rebotes llamado Charles Barkley, Malone brindó una noche para el recuerdo, disparándose a los 38 puntos y 24 rebotes, ante la algarabía de la Ciudad del Amor Fraternal. Fue una de esas noches donde uno cree que vivirá para siempre. 



Para todos los que tuvieron la suerte de verle jugar, Moses fue un hombre-roca, o mejor dicho, una roca de hombre, la clase de pívot que hace suspirar de alivio a sus bases y tener sudores fríos a los contrarios. Su fallecimiento a los 60 años, demasiado pronto, demasiado joven, nos vuelve a traer aquella imagen de tipo duro que reflejaba en pista. Sixto Serrano, uno de los pioneros en el periodismo castellano sobre la NBA, recuerda como Malone alternaba una agradable complicidad para dejarse hacer fotos por los reporteros y un frío distanciamiento al no conceder entrevistas. Con el tiempo, una fuente fiable le dio la respuesta al periodista español. La estrella se avergonzaba de su falta de estudios, rara vez concedía excesivos monólogos a los micrófonos, menos aún con gentes del extranjero. 



Palabras las justas y necesarias. "Fo, Fo, Fo..." su simple respuesta en los pronósticos de los Playoffs de 1983, clara referencia al 4-0 que pensaban infligirle a todo osado que se pusiera en medio del camino al anillo del doctor J y sus otros camaradas. Únicamente cedieron un encuentro, teniendo la más dulce de las revanchas en unas Finales donde se vengaron de los Lakers de Kareem y Magic, quienes sufrieron un correctivo pocas veces visto con aquel dueto en cancha para los de púrpura y oro. Julius levitaba y Malone te mataba, en un dueto que sacó la escoba a pasear. 



Antes de Philly, Moses ya había llevado a la tierra prometida a los Houston Rockets, aunque solamente para comprender cuánto costaba vencer a los orgullosos verdes de Red Auerbach, quienes les cerraron las puertas al título. Tras los Sixers, donde brilló a la altura de los mejores, Malone peregrinó por varios equipos, incluyendo un curioso intento de convertirlo en un veterano de lujo en Atlanta, donde compartió vestuario con Dominique Wilkins. 


King of Boards. Pocas veces ha existido un mote más certero. Moses, al igual que otro ilustre tocayo de apellido, era un maestro en hacer su faena con efectividad mortífera. A veces no era el más fino estilista del mundo, pero hubiera podido ganarse la vida dando cursos a centers de todo el mundo acerca de cómo colocarse por un rebote, sacar la posición, esperar el resbalón, dar el empujón disimulado... En cuántas ocasiones logró alcanzar esa bola que iba a otras manos. 



Por fortuna, antes de sufrir esta prematura muerte, Malone ya tuvo varios reconocimientos en vida de lo que había significado para toda una generación de espectadores, el superviviente de la ABA que terminaba convirtiéndose en uno de los reyes de la Liga en plena transición al advenimiento de Magic Johnson y Larry Bird. Uno de los mejores piropos se lo dio aquel muchacho "gordito" que pasó una época inolvidable en Filadelfia con él, dándole los suficientes consejos para convertirlo en Sir Charles: "Hoy ha muerto el hombre al que llamaba papá"



Octavo mejor anotador de la NBA, quinto en capturas de rebotes, tres veces MVP... Un pívor de la vieja Escuela, aquel tipo fuerte y callado, a lo Gary Cooper, como hubiera dicho Tony Soprano. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.phillyvoice.com/hall-fame-sixers-center-moses-malone-passes-away/



http://www.thesportsfanjournal.com/columns/ed-the-sports-fan/30-years-ago-moses-malone-made-a-bolder-declaration-than-anything-lebron-james-could-imagine/



https://www.youtube.com/watch?v=niA1HKj2OfQ



ENLACES DE INTERÉS:



MOSES MALONE VERSUS CELTICS



MEJORES JUGADAS DE MOSES MALONE

EL DESPERTAR DE UNA SONRISA

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Fue un instante, sin embargo, para una afición significaba mucho. Carlos Arroyo mandaba un preciso alley-oop que Lawal finalizaba en un furioso y coordinado mate. Una jugada hermosa y que se hacía en un bonito escenario, el Martín Carpena de Málaga. Se resumía así un fin de semana feliz, donde el Barça Lassa de Xavi Pascual lograba la Supercopa, el primer título oficial del curso en la Liga Endesa. Hubo un tiempo en que la exigente parroquia blaugrana daba pocas cuentas a esta clase de mini-torneos, mal acostumbrada por el buen rendimiento de su sección. 2014 y 2015 fueron una bajada a la realidad que ha permitido festejar el evento con alegría y humildad. 



Antes pasaron muchas cosas. La locura del calendario obligó al Real Madrid a desembarcar recién llegado de Brasil, donde disputó dos encuentros que certificaron la condición de ultra-favoritos de los de Pablo Laso, de largo, el equipo que mejor ha jugado en la Euroliga los últimos tres años. Sin embargo, todos los merecidos credenciales no escondían que los merengues estarían cansados y Rudy Fernández no disputaría el choque por molestias graves de espalda. Junto con él, nombres como Felipe Reyes, Llull o Rodríguez venían con todo un Eurobasket a cuestas. 



Joan Plaza lo sabía y jugó sus cartas con inteligencia. El Unicaja de Málaga fue el primero en robarle el fuego a los dioses, en devolver a condición mortal a quienes son, sin duda, el rival a batir en el Viejo Continente. Los malacitanos fueron llevados en volandas por una afición increíble que quería sumar la Supercopa a sus vitrinas. Los verdes encontraron siempre el recurso preciso. Thomas levitó en los triples, Gabriel y Vázquez no se dejaron intimidar por el carisma de Reyes y Nocioni, mientras el técnico malagueño sembraba su pintura de trampas y músculo para patrullar la zona ante las osadas penetraciones de los vigentes campeones. 


En si, la derrota blanca no arroja ninguna duda sobre su proyecto. A pesar de las bajas de Slaughter o Bourousis, la plantilla madridista sigue dando miedo y nadie en sus cabales puede cuestionar su condición de favorito. Lo que si arrojó el triunfo de los locales en semifinales es que el Unicaja sigue teniendo licencia para soñar. El curso pasado, donde deslumbraron el primer semestre y se desinflaron bastante después, es un recuerdo que un míster inteligente como Plaza mantendrá en su mente para evitar con todas sus fuerzas que se repita. 



Antes, el Barcelona había superado un duelo trampa. Siempre lo son ante el Gran Canaria, más si está comandado en la banca por un zorro de los banquillos como Aíto García Reneses. El excepcional acierto desde la línea de los tres puntos dio alas a una plantilla con muchas caras nuevas. El depresivo año anterior exigía comenzar a recuperar desde el salto inicial las viejas sensaciones perdidas. Se estrenaban nombres como Pau Ribas, quien terminó alcanzando la distinción de MVP de esta Supercopa. El Eurobasket ha sido un excelente doctorado para este emblema del Valencia que ya sueña con hacerse igual de querido en el Palau. 



Ninguno de los dos oponentes especuló. Carlos Arroyo ha demostrado lo que dicen sus valedores, que es un hombre de una calidad excepcional, manejo de balón y lectura de encuentros. El único debe es lo que pone en su carnet de identidad y que hace dudar que llegué fresco al trimestre más exigente. De momento, llevó con mano firme la batuta de una orquesta que no se puso nerviosa con el atinado arranque de los locales, siempre llevados en volandas por las entusiastas gargantas del Carpena. 


Dentro del apartado individual, Jaycee Carroll, clinic constante de cómo cuadrarse y lanzar tras salir de un bloqueo, logró imponerse a sus rivales en el concurso de triples. Habiendo tenido el privilegio de poder verle en directo, doy fe de la perfección que ha alcanzando el madridista en esta faceta, hasta el punto de ser una de las armas más efectivas del staff técnico de Pablo Laso. Todo el mundo sabe qué va a hacer y, sin embargo, lo logra con unos niveles de acierto impresionantes. 



En otro orden de cosas, sigue molestando la costumbre de tener a un referente como Juan Carlos Navarro vestido de paisano, aunque a buen seguro disfrutó de la buena labor de sus compañeros, quienes mostraron una química impropia en el corto torneo, como si llevasen jugando puntos más tiempo del que en realidad lo han hecho. Como fuere, incidentes como el de Diagne en la celebración alertarán a Pascual y los suyos de que deberán estar ojo avizor. Muchos adversarios en Euroliga y Liga Endesa tienen ya esa tarea de conocerse hecha. La Supercopa es un excelente arranque, pero les queda lo más difícil, ser un equipo durante todo un año. 



Unos y otros convivieron el fin de semana para despedirse hasta el reencuentro en el campeonato doméstico. ¿Todo? No, al Real Madrid le aguardaba un apasionante duelo contra los legendarios Boston Celtics. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.sport.es/es/noticias/baloncesto/barcelona-lassa-gana-sexta-supercopa-espana-4560205



http://www.unicajabaloncesto.com/



http://piratasdelbasket.net/pau-ribas-mvp-orange-de-la-supercopa-endesa/

DUELO EN LAS ALTURAS

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Independientemente de nuestros colores, un Boston-Celtics-Real Madrid es algo especial, una cita marcada en rojo en el calendario. No es solamente un encuentro disputado entre un conjunto NBA y otro europeo. Se trata de dos instituciones con aura legendaria. Evocan anillos y Copas de Europa, así como jugadores luminosos de la talla de Bill Russell, Fernando Martín, Larry Bird o Arvydas Sabonis, entre muchos otros.



La pasada semana, la capital española volvió a recibir a los orgullosos verdes. El 96-111 resultó un curioso guiño del destino a aquel primer duelo que ya tuvieron en aquella época donde Drazen Petrovic ya había puesto su ambicioso talento con el objetivo de cruzar el charco para medirse todos los días a figuras como Kevin McHale o Robert Parish. No era lo más importante el marcador, si bien Brad Stevens volvió a demostrar lo prometedora que es su pizarra defensiva, capaz de secar a toda una maravilla del tiro tras bloqueo como es Jaycee Carroll.



Aquella noche, A. Bradley acabó como máximo anotador, merced a sus 17 tantos. Antes, Sergio Rodríguez (ex NBA) tiró de orgullo y ritmo vertiginoso para marcar la senda a sus compañeros. Los de Pablo Laso resistieron muy bien los dos primeros cuartos. La segunda parte resultó infernal para un conjunto con un calendario desquiciado (viaje a Brasil, dos partidos, Supercopa, visita de los Celtics y debut liguero ante un conjunto de la tenacidad del Valencia).



A pesar de las bajas notables (Rudy Fernández), el amistoso no deja de constatar una tendencia de los últimos años. Con el surgimiento de la generación dorada, los ÑBA, la Lituania de Saras o la Grecia de Papaloukas, hubo un muy interesante recorte de distancias siderales entre la producción baloncestística de USA y el resto del mundo. Tras la revolución de Jerry Colangelo, Mr. K y su staff, vuelve a intuirse un nuevo avance del dominio impuesto por los profesionales NBA al resto. 



Los Celtics son un buen equipo joven con ambiciones de Playoffs en su Liga. Dieron la cara ante los Cleveland Cavaliers de Lebron James. No obstante, ocupan un lugar mucho menos destacado en la actualidad de la auto-proclamada mejor competición del mundo que un Real Madrid que ha marcado tendencia en el campeonato doméstico y Europa. Pablo Laso habló de la falta de costumbre de las escuadras de este lado del charco a disputar 48 minutos. Le asiste toda la razón, a ello deberíamos añadir las mayores distancias del triple. Ahí es donde están edificando buena parte de sus ventajas los jugadores estadounidenses. 



Decía Andrés Nocioni que es cómo jugar con reglas distintas. Totalmente cierto y, muy astutamente, el beneficio cae para el mismo lado. Los tiradores de media distancia de buen rango en la NBA no tienen ningún problema con la distancia de los tres puntos para la FIBA. Al buen físico que siempre les ha caracterizado, se debe sumar una mejora técnica de fundamentos muy interesante. Thomas no solamente es un gran penetrador, tiene capacidades y liderazgo que lo alejan de un talentoso pero alocado prodigio de Playground. En Euroliga deberían tomar buena nota, estos señores nos están cogiendo mucha ventaja. 


Afortunadamente, a nivel de organización no hubo nada que envidiar al espectáculo procedente de USA. El pabellón madridista lució las mejores galas posibles, además de incluirse toda la parafernalia y ornamentos que son de recibo en tales ocasiones. Supervivientes de lujo de aquel primer enfrentamiento de 1988 como Fernando Romay acudieron al evento con sus mejores sonrisas para el homenaje. 



Viendo las acrobacias y mates en los preludios, uno no podía rememorar con nostalgia a Dayyl Dawkins, tristemente desaparecido hace muy poco, un matador con la capacidad de hacer retumbar el aro como un trueno. Lo único positivo es el equipazo bajo tableros que se va a formar en el cielo, ahora que lo van a juntar con Moses Malone. Por su lado, David Lee hizo el mejor homenaje a Dawkins con un machaque espectacular tras superar la defensa de Gustavo Ayón. 



Todos nos quedamos esperando que no pasen tantos años para que estos míticos conjuntos vuelvan a encontrarse.  



PRÓXIMA SEMANA: UNA ODISEA EN MINNESOTA: ANNA CRUZ



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.sweethoops.com/se-confirma-los-boston-celtics-jugaran-contra-el-real-madrid-el-proximo-8-de-octubre458/



http://www.hispanosnba.com/noticias/2015/10/08/celtics-dominan-real-madrid-repitiendo-resultado-1988



http://www.vavel.com/en-us/nba/551203-avery-bradley-shines-as-boston-celtics-ease-past-real-madrid-in-preseason-111-96.html

UNA ODISEA EN MINNESOTA: ANNA CRUZ

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Esta es una historia de tenacidad y esfuerzo. Se trata del episodio de Anna Cruz, uno de los más bonitos que ha vivido nuestro baloncesto. Sin embargo, la andadura comenzó mucho antes, quizás cuando un caballero llamado Fernando Martín decidió dar un salto oceánico y dejar de ser uno de los mejores para tener que ganar cada centímetro bajo tableros en un campeonato que no regalaba nada a los foráneos. Hoy, todavía tenemos resaca del brillante anillo obtenido por las Minnesota Lynx. De cualquier modo, sin tener nada en contra de la tierra de los hermanos Coen, este trofeo es más especial por la figura de Anna Cruz, quien ha logrado tener una contribución muy significativa en el éxito. 



En efecto, una española tuteando a las mejores jugadoras del mundo sin que se notase ninguna diferencia. Maya Moore, la espectacular anotadora, ha sido el buque insignia de una escuadra combativa, disciplinada y muy bien entrenada. Moore ha sido el estallido, el talento capaz de anotar 40 puntos en los Playoffs, cuando todas las demás manos tiemblan. Cruz no ha tenido ese foco cara al aro, pero, como bien recordaba Amaya Valdermoro, que de esto algo sabe, no es casualidad que su técnico haya colocado a la hispana en la marca de las estrellas contrarias. 



Trabajo de barricadas, esfuerzo ingrato buena parte del año... que ha arrojado el mejor de los frutos a la hora de la verdad. Por el camino se quedó nada menos que Marta Xargay, otro exponente de lo bien que se están haciendo las cosas en el basket femenino peninsular; la jugadora de las Phoenix Mercury vio como su equipo no logró frenar la fiebre de las de Minnesota, con el huracán Moore y un cohesionado bloque dispuesto a bancar a su jugadora franquicia en todo momento. 


Una serie dura contra Phoenix. No podía ser menos. Pero el plato fuerte se reservaba para la final. Es conocido en todos los rincones, en el resto de estados... es solo baloncesto. Cuando se supo que las Indiana Fever eran quienes disputarían el último asalto con Minnesota, a nadie pudo sorprenderle que se decidiera todo en el quinto encuentro a muerte súbita. Se esperaba exactamente eso de dos escuadras competitivas, más con el impulso que regalaban unas aficiones entusiastas y sedientas de la codiciada joya que inmortalizó Tolkien. 



Shenise Johnson y Marissa Coleman fueron la pesadilla de la defensa de Minnesota, bien que lo sabe Cruz. Lo mejor de este tipo de encuentros no aptos para cardíacos es la cantidad de chavalas y chavales que abran estado robándole horas a la madrugada del reloj para disfrutar de una de las drogas más sanas del mundo: la NBA y la WNBA tienen no pocos defectos, en alguna entrada hablaremos de ello, pero son unas fábricas de ilusión con un balón en manos difícilmente superables. 



El listón que habían dejado Pau Gasol y Amaya Valdemoro tendrá una nueva muesca en el revólver, otro nombre escrito con letras de oro. El Target Center sufrió un poco menos de lo esperado en la partida decisiva, el 69-52 no reflejaba la igualdad en la Final. Nuevamente, Cruz hizo feliz a su staff técnico, quien la premió con veinte minutos en pista. 4 rebotes por aquí, 1 recuperación, una asistencia, un triple clave por allá, etc. Muchos intangibles para sumar a lo que estaban dando las Renee Montgomery, Sylvia Fowless, Seimone Augustus... 


Si algo han tenido las Lynx en esta andadura es mucha personalidad. No se pusieron nerviosas ni con dos viajes a Indiana con la ventaja de campo perdida en su contra. Reaccionaron como campeonas y de forma inmediata. "Le dije a mi madre que ya me podía morir tranquila", afirmaba con honestidad brutal la heroína, una pionera en un lugar donde cuesta mucho hacerse un sitio y ella lo ha logrado. La taquilla de la 51 está allí por derecho propio. 



Igual que Larry Bird o Cheryl Miller, Cruz ha encontrado el Santo Grial en el sacrificio estival, cuando muchos rivales se toman un merecido descanso. Compromisos con la selección y su andadura estadounidense la han llevado a un bienio sin prácticamente descanso, hecho que resaltaba con acierto José Ignacio Huguet en su crónica de la jugadora de Badalona para Mundo Deportivo



Abran paso a la campeona. 



PRÓXIMA SEMANA: HOMENAJE A FLIP SAUNDERS



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.mundodeportivo.com/baloncesto/otros/20150928/201912230673/anna-cruz-gana-marta-xargay-minnesota-lynx-mercury-phoenix-final-wnba.html



http://www.sport.es/es/noticias/nba/anna-cruz-las-lynx-jugaran-anillo-wnba-cara-cruz-4581110



http://wane.com/2015/10/06/indiana-falls-in-game-two-wnba-finals-now-even/




FOREVER IN MY HEART... HOMENAJE A FLIP SAUNDERS

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A veces, Kevin Garnett no cae todo lo bien que debería. Súper-estrella con mayúsculas de la NBA, competidor increíble, su explosivo carácter le ha granjeado el odio de algunos rivales y comentaristas, aunque sospecho que entre los aficionados el veredicto es claro: el ala-pívot de los Wolves tiene pellizco y alma cuando salta a una cancha de baloncesto. Lo ha demostrado muchas veces. La pasada semana lo confirmó fuera del pabellón, con una emotiva fotografía donde rendía tributo a un entrenador y, mucho más importante, a un amigo: Flip Saunders. Apenas 60 años de edad, maldito cáncer, una de las plagas de nuestro siglo. 



Retrocedamos en el tiempo varios años. Campaña 2004/05. Tras haber sido finalistas de conferencia Oeste el año anterior, Los Minnesota Timberwolves son uno de los favoritos al anillo. El año es terriblemente decepcionante. La plantilla pierde la química, no se renueva a jugadores clave y Garnett, en una emotiva entrevista a TNT, no duda en mostrarse con lágrimas en los ojos por 365 días de pesadilla deportiva. Uno de los más señalados es Flip Saunders, el entrenador que había hecho crecer a la franquicia. Garnett, interrogado por la noticia, no duda en lanzar una sentencia: "Por Flip iría a una guerra"



Era una visceral respuesta a una relación que fue más allá de ganar o perder un encuentro. Cuando aterrizó desde el instituto, la revista Sports Illustrated hizo una portada con un espigado y fibroso muchacho que sostenía tímido un balón de basket: "Ready or not...". Pero el chico estaba preparado. Eso lo notó de inmediato Saunders cuando lo cogió bajo su batuta. Los Wolves eran una escuadra joven y que acogieron aquel proyecto de crack como agua de mayo. Saunders, quien no solía descuidar la faceta personal, afirmó: "El chico cumple todas las expectativas. Pero hay que controlarse. A veces, tengo que frenarme y pensar que le estamos colocando demasiado peso encima de sus hombros"



Tras Kevin Garnett y los Wolves, llegó la gran oportunidad de Saunders como entrenador. Campaña 2005/06, Detroit Pistons. Un vestuario que daba miedo nada más entrar. Chauncey Billups, RIP Hamilton, Taysaun Prince, Rasheed Wallace y Ben Wallace. Un quinteto que el Palace se sabía de memoria y que había hecho el doctorado con un maestro como Larry Brown. "Muchos otros entrenadores se hubieran contentado con dejar las cosas como estaban. Pero Saunders trajo sus sistemas y aprendimos mucho de él; él también de nosotros", recordaba Big Ben Wallace. Durante varios meses, fue el mejor basket que los seguidores de la Ciudad del Motor hemos podido disfrutar. 



Era la primera vez que el vocacional técnico se alejaba de su querida Minnesota (tiene todavía varios récords en la universidad de dicho estado) y no pudo empezar con mejor pie. Los Pistons coquetearon con el récord de 72-10 de los Chicago Bulls de Michael Jordan, fueron campeones de su división y primera plaza de la Liga. Sin embargo, la genial puesta a punto que Pat Riley hizo de los Miami Heat, la inesperada lesión en el tobillo de Sheed y los coqueteos de Ben Wallace con fichar por otro equipo provocaron que la segunda generación de Bad Boys se quedasen a dos victorias de ir a por sus sus terceras Finales consecutivas. 



Detroit siguió en la élite, pero aquel 2006 fue la gran oportunidad de Saunders de luchar por el anillo en la última estación. La marcha de Big Ben, la lesión de Chris Webber, la grandeza de Lebron James y, paradojas de la vida, su gran amigo Garnett (convertido en el estandarte del Big Three de los Celtics) le cerraron las puertas del título a unos Pistons que siguieron siendo referencia, tanto por sus magníficos jugadores como por su míster. Andrés Montes, con la labia que le caracterizaba, hablaba de "cortefiel" Saunders, por lo elegante de las maneras del técnico y sus buenos modales ante la prensa. 



Tras su etapa en Washington, Flip tomó rumbo a Minnesota, puesto que siempre es muy grato volver a casa. Allí, como amantes del baket español, le estaremos eternamente agradecidos por la confianza que depositó en Ricky Rubio, incluyendo la fase de su lesión, amparando siempre al creativo y talentoso base. Como no podía ser menos, Rubio agradeció al fallecido como había sido su principal valedor y defensor en aquellos momentos de adaptación. Su partidazo en el Staples iba con dedicatoria. 



Tristemente, a muchos nos ha venido a la mente otro día negro en el Metrodome, la muerte por accidente de tráfico de Malik Sealey, uno de los mejores amigos de Kevin Garnett. Aunque por circunstancias distintas, ambas desapariciones dejan el amargo sinsabor de una despedida antes de tiempo. Un recordatorio de nuestra fragilidad y de que en mundos tan hiperbólicos como el del deporte profesional, bien nos iría recordar lo que realmente importa. Gracias a su excelente labor como técnico, la noticia de Saunders tiene eco, aprovechemos ese efecto para honrar su memoria y recordar a la gran cantidad de personas que fallecen por esa maldita enfermedad en el anonimato. 



Por último, un recuerdo del carácter afable que siempre caracterizó a nuestro protagonista. Durante tres años, dirigió a uno de los más geniales y temperamentales Pistons de todos los tiempos, Rasheed Wallace. Tras todo un verano de rumores sobre supuestas peleas verbales entre el ala-pívot explosivo y el educado técnico, cortefiel sorprendió en una época de respuestas insulsas y políticamente correctas ante los micrófonos. "Sí, he tenido y tendré problemas con Sheed. Él es muy pasional y muy inteligente, a veces, demasiado para su propio bien. Pero sé que al día siguiente no habrá problemas entre nosotros". Genio y figura, el maestro Sanders. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 






http://www2.ljworld.com/photos/2005/nov/01/



http://www.eurosport.es/baloncesto/nba/2015-2016/fallece-flip-saunders-entrenador-de-los-timberwolves-de-ricky-rubio_sto4965723/story.shtml

KOBE AND KARL MALONE´S FEUD: EL PLEITO ETERNO

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Don Nelson acudió a aquella rueda de prensa con semblante preocupado. El experimentado técnico de los Dallas Mavericks, vigentes finalistas del Oeste, había visto a Cuatro Jinetes del Apocalipsis arrasar a sus muchachos (que incluían luminarias como Steve Nash, Michael Finley o Dirk Nowitzki) en el Staples Center. Nelson afirmó que, aunque pareciera imposible, los Ángeles Lakers de Phil Jackson habían mejorado. Al dúo mortífero (Kobe Bryant y Shaquille O´Neal) se le habían unido dos veteranos con ribetes de Hall of Fame: Gary Payton y Karl Malone. Corría el curso baloncestístico 2003/04. 



A pesar de aquel glamour, se rumoreaba en los mentideros californianos que la química del vestuario estaba en el alambre. Solamente el manejo psicológico del Maestro Zen de los complicados egos de Kobe y Shaq, junto con una inteligente política de adquisición de jugadores experimentados (Robert Horry, Ron Harper, Hora Grant...) mantenían un conjunto angelino espectacular en la pista pero con una cobertura mediática que era un arma de doble filo. Malone y Payton desembarcaban para mantener satisfecha el ansía competitiva de O´Neal y Bryant, en momentos diferentes de su carrera. Pronto, Shaq hizo buenas migas con los recién llegados, mientras Kobe hacía lo propio, con una especial predilección por Malone, apodado el Cartero por su eficiencia en la entrega de los pases de sus compañeros (sobre todo por su ex base en Utah, un tal John Stockton que se las sabía todas). 



Bryant, introvertido por naturaleza en aquellos años, pareció cuajar muy bien desde el inicio con Malone (quien solamente estaba por detrás de Kareem Abdul Jabbar en el ránking de anotadores históricos de la NBA), el cual se convirtió en una especie de mentor o hermano mayor del escolta. Incluso años después y frustraciones mutuas, Malone no duda en admitir que considera a Bryant uno de los mejores atletas que nunca han existido en el basket. Pero aquellas sombras no estuvieron presentes cuando un año que se intuía de cuento de hadas se iría tornando en pesadilla. 


Hacemos referencia en este punto al lamentable proceso de investigación que involucró a Bryant. Un asunto turbio y sobre el que la prensa sensacionalista se frotó los manos, especulándose incluso con la posibilidad de que el afamado jugador acabase cumpliendo condena en presidio. Un hotel de lujo en Colorado había sido el lugar de encuentro de Kobe con una mujer 6 años menor que él, la cual levantó cargos contra él por presunta violación. Aunque se retiró la acusación, un halo sombrío se generó alrededor de aquel asunto que hizo que 2004 fuera el más tenso jamás tenido por el escolta. Como fuere, su imagen pública quedó muy salpicada porque el hecho implicaba una infidelidad de su protagonista contra su esposa, Vanessa. 



Aquello provocó muchísimas tensiones en el vestuario. La hija de Phil Jackson había sufrido una agresión sexual a manos de uno de los deportistas de su campus universitario, enésima demostración de lo depredadores que podían volverse algunas personas en una posición de privilegio. La proyección que hizo el técnico de su escolta (debe matizarse, como hemos dicho con anterioridad, que Bryant salió absuelto y varios reconocimientos médicos se inclinaron por relaciones consentidas) enturbió más un vínculo que no era ya muy sólido de por sí. O´Neal, forzado a declarar por una fiesta en la que participó Kobe en casa del pívot, empezó a hartarse de aquello. Muchas veces en el pasado habían tratado de limar asperezas, pero aquello era el colmo en unos instantes donde el Sol naciente (Bryant) empezaba a impacientarse por el lento declinar del descendente (O´Neal). Estuvieron a punto de acabar a golpes en un entrenamiento de no haber sido por la mediación del resto de la plantilla, con el escolta acusando al center de no haber estado a su lado en ese momento de crisis. 



Por el contrario, su afecto por Malone parecía reforzado. Ambos eran muy complementarios en la pista y, con más de dos décadas a la espalda, el Cartero tenía poco interés en los focos, más preocupado de colocarse un anillo que era el único gran premio que le faltaba a su carrera. Su defensa silenciosa y sacrificada ante mega-estrellas jóvenes como Tim Duncan o Kevin Garnett fue básica para que, con toda aquella locura de problemas fuera de la cancha, los Lakers volviesen a reinar en el Oeste. Parecía que, pese a todo, la película de Hollywood tendría final feliz. 


No obstante, Malone, al igual que Bryant, más allá de su increíble rendimiento deportivo, tenía sus propias sombras en su biografía. En su caso, se trataba de paternidades no reconocidas y negación de ver a dicha prole (aunque corrigió esa faceta, excepto con su hijo Demetrius, quien se negó a ver a un progenitor que lo había desatendido por completo en su niñez y primera juventud), una conducta más que reprobable y que comparte, curiosamente, con otros iconos de la dimensión de Larry Bird. La imagen edulcorada que la NBA quiere vender de sus mitos es irreal y conviene recordar que estamos ante seres humanos de carne y hueso con sus debilidades y equivocaciones. Ese pasado le iba a estallar al Cartero en el momento más inoportuno. 



En una época de hip-hop y trajes que rayaban la frontera entre el lujo ostentoso y el mal gusto, Malone era un tipo de predilección campestre, con varios efectos, algunos tan estimables como el gusto por la naturaleza o curiosos como su uso de la la moda cowboy en vestimenta. En otras facetas, lo atávico de su carácter (que incluía ventajas como ser un profesional muy aplicado y que se cuidaba al máximo hasta el punto de no perderse en ninguna campaña como profesional la postemporada) le llevaba a ser un cazador activo, defensor de una política norteamericana belicista al más puro estilo Bush (da igual padre que hijo en este caso) o declaraciones de la Edad de Piedra en la década de los 90 cuando dio su (poco atinada) opinión sobre Magic Johnson y que fuera portador del virus del SIDA (enfermedad que, recordemos, tenía además el sambenito de la homofobia de la época, vista casi como un castigo divino y otro tipo de consideraciones de igual miopía intelectual que moral. En honor a la verdad, las desatinadas reflexiones de The Mailman eran las imperantes en la sociedad de aquel tiempo). 



Pero sus demonios parecían silenciados por su sacrificio al servicio del Staples, por el que había inmolado incluso a su devota afición de Utah (la cual le perdonó tiempo después con la retirada de su camiseta y una estatua para acompañar a la de Stockton). Incluso se había abrazado con Magic, declarando el mito californiano que el dorsal 32 podía ser bajado para él (Malone declinó amablemente la generosa oferta por respeto a lo que significaba el base para aquella grada). Todo cambió con un encontronazo con la mujer de Bryant, Vanessa. Según versión de la aludida, había preguntado a Malone (con su indumentaria a lo John Wayne entre tanto pijería de la parte noble del Staples) qué se disponía a cazar. Acorde con esta versión El Cartero habría afirmado que iba tras la búsqueda de mexicanitas de la frontera. 


De haber sido así el comentario, aparte de una falta de respeto evidente, iba cargado con bala por las propias raíces étnicas de Vanessa Bryant, una de las esposas con más carácter de la NBA con diferencia. Siempre se había rumoreado que su prematuro matrimonio con Bryant sin separación de bienes fue uno de los motivos de distanciamiento de Kobe con sus padres durante años, a la par que ella misma ha tenido declaraciones "curiosas" (por decirlo suavemente) acerca de que solamente estaría casada con un "ganador" y no un "perdedor" (esa parte de la cultura estadounidense tan enfermizamente resultadista, genialmente denunciada en el teatro de A. Miller, especialmente en Muerte de un viajante), aunque, afortunadamente, la propia interesada corrigió tal afirmación. 



Kobe, en el ojo del huracán de aquella incierta campaña 2004/05, rompió términos con el Cartero, aireándolo ante la prensa, justo con unos vientos que mandarían a O´Neal a Miami, Phil Jackson al retiro y Gary Payton a buscar nuevas aventuras donde enrolarse. Pero, un momento, ¿y aquel anillo de 2004 que tanto se había vaticinado? Pues era ya por aquel entonces propiedad de los Detroit Pistons, quienes, comandados por Larry Brown en los vestuarios, habían dado un baño de juego en equipo a los Cuatro Magníficos, con Chauncey Billups como MVP de las Finales. La frágil convivencia de Bryant y Shaq se cimentaba en los títulos y la sapiencia de Jackson, ahora, ante ese revés, solamente quedaría uno de los vértices del triángulo (no me refiero al de Tex Winter), el que más proyección de futuro tenía... y también inmadurez. 



Shaq recordaría aquella derrota ante Detroit como una de las más duras. "Si Karl no se hubiera lesionado, podríamos haber ganado esa serie y yo me habría retirado siendo un Laker". Indudablemente, durante los dos primeros partidos con el Cartero, los angelinos tuvieron muchos problemas para frenar a los dos Wallace (Ben y Sheed). Con las molestias físicas de una roca como el antiguo ariete de Utah, los interiores de los Pistons camparon a sus anchas y sacaron toda la gasolina posible a O´Neal. Sin embargo, si nadie duda que fue una baja vital, el comentario también caracteriza la hybris con la que los de púrpura y oro enfilaron aquel posible cuarto anillo de la era Shaq-Kobe: jamás se tomaron en serio a Detroit y los Bad Boys aprovecharon admirablemente tal regalo, cediendo solamente un triunfo por un milagroso triple de Bryant. 



A pesar de intereses tan serios como el de los San Antonio Spurs (movimiento que contaba con la bendición de Tim Duncan), aquello era demasiado para un Malone cansado, quien no quiso entrar en el juego de dimes y diretes bizantino de la prensa de LA. Todo se magnificaba para lo bueno y para lo malo, ahora, quedaba una amarga retirada. Pasado el tiempo, se lo vería bromear en la TNT con su ex compañero O´Neal, mientras que aquellos meses se emborronaban; por su lado, Kobe continuaba su leyenda. Superado el mismísimo Michael Jordan en el ránking de anotadores, el legendario MJ animó a Black Mamba a ir a por Karl. Comedido y con la cabeza más centrada, el escolta agradeció el piropo y elogió a los jugadores que habían hecho historia antes que él. Todo parecía en paz, en un distante respeto. 



El Rubión volvió a cruzarse en una entrevista a un Malone que dijo muchas cosas. Afirmó lo excepcional que fue compartir equipo con O´Neal, elogió la profesionalidad de Derek Fisher y dijo que Kobe era uno de los mejores competidores que nunca había visto. Por supuesto, tardó poco salir el tema de la polémica y la Vieja Escuela salió a relucir, en una mezcla de John Wayne con toques a lo Tony Soprano: "Estamos bien. Si Kobe Bryant tiene algo conmigo es por culpa de Kobe Bryant consigo mismo. No quiero problemas. Estoy en paz pero preparado para la guerra. No soy un tipo difícil de encontrar. Soy un hombre adulto y Kobe también lo es. Que venga un día sin cámaras y lo resolvemos". Los medios más sensacionalistas concentraron algunas de estas perlas y suprimieron otras para lograr un titular más propio de la lucha libre que de un ex jugador hablando de otro. 



Personalmente, creo que, si bien es muy mejorable el discurso, Malone quería mandar un mensaje más que una provocación. Aquel verano de 2004, el músico country fue evaporado por los flashes de Hollywood que Kobe tan bien maneja (lleva toda su vida profesional en LA, lujazo para los seguidores del Staples que han disfrutado de uno de los mejores jugadores de siempre). Ante la oportunidad, Malone estableció su feudo para el pleito, la Vieja Escuela de aquellos tipos fuertes y callados. Si bien tiene ya sus años, hay que tener mucha moral para querer acabar a puñetazo limpio con uno de los power forward más temibles de la NBA. Picadura de Black Mamba, aviso de correos con sello rojo. 



Sería lamentable que alguno de los dos cometiera la estupidez de llevar a cabo semejante duelo de gallitos, recordando el culebrón escabroso que acabó con la salida de un mito por la puerta de atrás y muchos silbidos al joven icono. Paradójicamente, Shaq, uno de los ejes del relato, ha acabado bien con ambos. Por algo es el Gran Aristóteles. En el pasado, Bill Russell logró que Kobe y O´ Neal se dieran la mano en el círculo central cuando parecía imposible. Tal vez algún día Diesel lleve de la manita a los dos díscolos gruñones a un hipotético armisticio... sería mil veces más estimulante y un digno cierre a un pleito que es indigno de los méritos deportivos de ambos.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.sportal.co.nz/basketball/news/michael-jordan-to-kobe-bryant-go-get-karl/eggyjf50vh7x1be2wud4aehyt



http://www.slamonline.com/nba/michael-jordan-kobe-bryant-go-get-karl-malone/#kTzD8BbKgVbXEaWb.97



http://www.sikids.com/photos/27104/rare-photos-of-karl-malone/17



http://foros.acb.com/viewtopic.php?t=448402&start=150



http://bleacherreport.com/articles/1298936-2013-lakers-will-be-nothing-like-2004-lakers-karl-malone-gary-payton-disaster


A LA HORA SEÑALADA

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Hay lecturas pendientes que apetecen mucho. En otro orden de idolatría, hay citas con la biblioteca ineludibles. El lanzamiento en castellano de Cuando éramos los mejores suponía una de las mejores noticias para las personas amantes del basket en España. La crónica en primera persona, a través del hilo narrador de Jackie MacMullan, de Earvin "Magic" Johnson y Larry Bird se adscribe a la segunda categoría. Una mirada en la distancia sobre su apasionante rivalidad en la cancha. Aquel recelo y admiración que comenzó en las canastas universitarias y terminó revitalizando (bien que lo celebró David Stern) una NBA inundada de problemas de audiencia y con estrellas plagadas de polémica (no olvidemos el impacto terrible que tuvo la droga en la liga en aquellos instantes). 



Reconozco que lo único que me mantenía un poco escéptico con el libro era su posible carácter hagiográfico. Supone un ejercicio de honestidad que los dos astros (las décadas curan las heridas y tienen la suficiente inteligencia para hurgar en su pasado sin morbo pero con honestidad) dedicar espacio a algunos de los aspectos menos luminosos de su trayectoria. Así, el mítico 33 de los Celtics no pasa de puntillas por instantes tan dolorosos como el suicidio de su padre, su primera y frustrada experiencia universitaria o el fracaso de su primer matrimonio, incluyendo una prolongada desocupación de la hija que tuvo. Magic tampoco oculta su ritmo desenfrenado en California, las infidelidades o el doloroso rechazo que sufrió por parte de compañeros y rivales que lo veneraban al saberse que era seropositivo. 



Que no se lleve a engaño ningún lector. No hay nada sensacionalista o de crónica rosa en todo ello, simplemente, se aporta el contexto biográfico que permite ver a estos dos personajes tan míticos (el base de más de 2 metros que recorría la cancha con una gran sonrisa y dejaba solos a sus compañeros; el espigado alero rubio que anotaba triples y pases picados de espaldas a sus socios de un frontcourt devastador) en su humanidad. Verdaderamente, el libro se consume con fruición y sin descanso. 



Especialmente, los capítulos dedicados a la rivalidad que protagonizaron en la NBA. El sueño hecho realidad para los fans de todo el globo. Uno estaba en Boston y el otro en Los Ángeles. No podían conceder una entrevista sin que saliese el nombre de la Némesis por alguna parte. Johnson y Bird dirigieron a dos equipazos eternos a tres finales apocalípticas. Los ganchos de Kareem, el juego de pies de McHale, las corajudas luchas de Rambis bajo tableros, etc. Y en las bandas dos estrategas obsesivos y talentosos, Pat Riley y KCJones. El mejor guión del mundo no podría haberlo hecho algo más apasionante que aquella realidad, y la pareja de héroes que abanderó aquellos partidos de leyenda.



Lo que les distinguía de otros míticos duelos de killers era su generosidad en cancha. El Pájaro de los orgullosos verdes podía dar un brillante pase en la última posesión en el Forum de Inglewood para que anotase Dennis Johnson. Magic, por su lado, no tenía ninguna dificultad en controlar un encuentro de Playoffs sin lanzar un solo tiro en todo el partido. Hombres-orquesta, su generosa concepción del reparto del balón exigió a sus compañeros asimismo una concentración máxima. Danny Ainge bromeaba en los concursos de triples con sus adversarios del All Star, "¿Veis a Larry? Pues yo tengo que aguantar esto todos los días del año"



Junto otros protagonistas, destaca la labor de P. Riley y Red Aerbach para potenciar a sus muchachos. El primero logró reconvertir al equipo del inimitable Abdul Jabbar en la maquinaria del Showtime de Magic, mientras que el patriarca del trébol resultó el seguro de vida para la confianza de Bird,, a quien siempre protegió y llegó a colocar por encima del mítico Bill Russell en su lista de jugadores preferidos. Unos duelos por la hegemonía baloncestística mundial donde el tesón, la inventiva y el sacrificio se pusieron a prueba.  


Más allá de revivir esas batallas inolvidables, esta nueva obra arroja luz sobre aspectos menos conocidos hasta la fecha. Por ejemplo que, antes incluso del mítico duelo entre los Spartans de Michigan y los Hoosiers en la final NCAA de Salt Lake Ciry, Magic y Larry ya habían compartido escuadra durante un breve verano, donde ambas promesas arrancaron aplausos de una grada los escasos minutos que les confiaba su entrenador. 



También se dan más detalles de la entrañable amistad que Johnson compartió con Isiah Thomas y Mark Aguirre, quienes acompañaron al dorsal 32 angelino durante una noche de derrota en Boston (junio de 1984). Camaradería y vacaciones compartidas de Magic con Isiah que se perdería para siempre, una historia fascinante de amistad y de triste final que algún día convendría contarse con detalle. A la par, se muestra como su antiguo enemigo fue clave para que Bird accediese a viajar a los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona 92. 



Muchos menos detalles teníamos de la agridulce experiencia del legendario base cuando decidió convertirse en entrenador de sus queridos Lakers, o los exitosos y efímeros tres años de Bird dirigiendo a los Indiana Pacers. Historias, desencuentros y alianzas, amigos que se tornaron en fieles camaradas, dos personalidades únicas y BALONCESTO, mucho baloncesto de quilates para hacer las delicias de legiones de fans. 



When the Game was Ours (título original del trabajo espléndido de MacMullan) es traducido al castellano con resonancias a una de las más míticas canciones de Loquillo, incondicional de los aros, por cierto. Por ello, emulando al "Pájaro Loco" que decía Epi, nos citaremos con estas apasionantes páginas "a la hora señalada".   



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES: 









LAS COMPARACIONES SON ODIOSAS

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No era necesario ver la prórroga. En ocasiones, ocurre. Durante todo el encuentro en la cancha de los Golden State Warriors, el conjunto de los Brooklyn Nets se había mostrado superior, más fresco, decidido y sabiendo qué debían hacer. En un desenlace apretado, Andrei Iguodala lanzó un triple imposible y con oposición. La daga surtió su efecto. En la respuesta antes de expirar el último cuarto, tuvieron la chance en un palmeo que salió mal. Brook López, Jarrett Jack y Bojan Bogdanovic no daban crédito a tan mala suerte.  



El Oracle Arena enloqueció. Sus muchachos seguían invictos incluso con un Stephen Curry en niveles humanos. Ahora, todos los staff técnicos de la NBA rebuscan en sus libros, tratando de mimizar a un talento explosivo que no habíamos visto antes, un jugador irrepetible, ni mejor ni peor que sus ilustres predecesores, es algo aparte. No hubo un Iverson antes de Iverson. Ocurre lo mismo con este pequeño mago que cada día lanza desde más lejos. Pero el MVP (aunque en las Finales se lo llevó el propio Iguodala) es únicamente la flecha dorada del amplio carcaj del que dispone Steve Kerr. 



Con un impresionante arranque, los vigentes campeones están en el ojo del huracán mediático para los aficionados. Todo el mundo quiere análisis de la influencia que tiene Draymond Green para la eficacia de un conjunto que golpea con la belleza estilística que no recordábamos desde que los Sacramento Kings y los Phoenix Suns nos deleitaban. Por supuesto, la condición inmaculada trajo algunos comentarios y recuerdos de viejas escuadra míticas. Y, entre tales leyendas, escasas se pueden comprar a lo que supusieron los Chicago Bulls de Michael Jordan, los cuales, contando con estiletes del calibre de Scottie Pippen o Ron Harper, lograron un imponente balance de 72-10 en triunfos-derrotas. Precisamente Harper salió a la palestra sobre el tema.


"Ganaríamos con un 4-0". Era el resumen de quien fuera extraordinario escolta en los Cavaliers y luego, tras lesiones, supo convertirse en un jugador vital de equipo para los Bulls y, posteriormente, Lakers (no es casualidad que con su mentor Phil Jackson en ambos casos en el banquillo), acerca de un hipotético (y temporalmente imposible) duelo entre el Chicago de la década de los noventa y los vigentes campeones. Sorprendió el tono, no tanto porque sea legítimo que piense que su escuadra fuera mejor, sino por lo innecesariamente tajante de la misma.



Lo que ha hecho Golden State en el principio de la campaña ha sido impresionante. Justo después de haber logrado sobrevivir a Lebron James y Cleveland, los Curry y cía han carburado para dar recitales como el mantenido ante los Memphis Grizzlies. Uno de los gallitos del Oeste fue apabullado 119-69 en un día donde los Warriors vieron el aro como una piscina gigantesca. Nada nuevo para un Curry que venía de hacer lo propio con los Pelicans (ante quienes firmó 53 puntos). Un descarado que ha hecho que algunos coqueteen con la idea de que van a superar las 72 victorias. No recomendaría alzar las campanas al vuelo tan pronto.



82 partidos son muchos e imprevistos como lesiones o traspasos de última hora pueden alterar la hoja de ruta de los embalados campeones. Harper no optó por esa paciencia y sacó los laureles de su extraordinario pasado en la Ciudad del Viento para provocar debate entre los aficionados de la NBA actual y los defensores de los viejos tiempos. Lo importante para la ciudad de Oakland es que Bogut ha alcanzando la madurez física y mental para ser una referencia constante por dentro, que Harrison Barnes vuela y que las defensas contrarias no pueden, de momento, evitar que estos chicos corran y nos diviertan todos.



Un ritmo acelerado y... tranquilo. Vayamos, por un instante, a cierto encuentro disputado en el Staples este mismo noviembre. Podríamos haber jurado ver a los pupilos de Doc Rivers levitar. Chris Paul lo anotaba todo, AndreDe Jordan hacía feroces mates, Griffin superaba a quien fuera en el uno contra uno. ¿Cuál fue la respuesta del entrenador interino Luke Walton? "Lo único bueno de este primer cuarto es que nos deja mucho tiempo para reaccionar". Sonaba a chiste pero era real. Quedaban 36 minutos para hacer la machada, amparándose en que Klay Thompson (una máquina de anotar, jugadorazo) nunca descansa y que Curry tiene fe en sus compañeros para que le tapen una noche donde no da bien los pases, sabían que tendrían su oportunidad, gracias al curro impagable de los Ezeli y cía.



Curry, que es una maravilla andante en pista, comete errores durante los encuentros. Pero no se desespera. Con dos faltas personales en el comienzo del choque, veía con una sonrisa discreta y admirativa el festival de su Némesis, un Paul que es de los pocos que pueden disputarle el puesto. Paulatinamente, los Warriors fueron haciéndose más y más grandes, mientras todos aplaudían, incluso un elegantísimo Blake Griffin, caballero en la derrota. ¿Todos? No, Sir Charles Barkley también aprovechó para subirse al carro de los hipotéticos enfrentamientos en los dominios de Cronos: "Hubiéramos destrozado a los Warriors".



Hacía referencia el bueno de Barkley al estilo físico imperante en los 90, mucho músculo y con barricadas tan inaccesibles como la de los Detroit Pistons o los New York Knicks de Pat Riley. Haciendo oídos sordos, los Warriors ganaron en casa un partido trampa ante Toronto. Mucho ojo, así van a hacer todos sus encuentros en lo que les queda. Automáticamente, salvo cuando jueguen con trasatlánticos como los Spurs o los Cavaliers, Golden State es favorito ante quien juegue. Eso se traduce en rivales motivados hasta el extremo y dispuestos a aparecer en los libros de Historia de la NBA por cortar el ritmo de esta máquina de ganar.


La obra maestra terminó en Colorado. Los Denver Nuggets lo intentaron pero no tuvieron suerte en aplicar el antídoto. Los Warriors volvieron a hacer un homenaje a este deporte que tanto nos gusta. Washington y Houston abrían sus puertas con los brazos abiertos para recibir a la tercera franquicia con mejor arranque en los inicios del curso. ¿Unánime tributo? Tampoco. Dennis Rodman, uno de los mejores defensores que nunca han existido, se subió al carro de la nostalgia agresiva: "Me da igual si acaban con 81-1. Nosotros éramos mejores". Se refería el irrefrenable Gusano a que, a su juicio, en el tiempo presente hay menos rivales de nivel. 



No es mentira que Rodman ayudó sobremanera a unos Bulls en unos años donde había oponentes de la talla de los Utah Jazz de Stockton-Malone, los Sonics de Gary Payton y Kemp, los Rockets de Olajuwon, etc. Sin embargo, ¿alguien se olvida que Golden State está compitiendo en una época donde hay nombres como Kevin Durant, Lebron James, Tim Duncan, etc.? Parece como si hubiera necesidad de andar siempre con estos juegos mentales, cuando es mucho más importante ver el perfecto acoplamiento de Shaun Livingston a este engranaje ganador. 



Y es que, a pesar de tener dos pistoleros incomparables, Luke Walton mantiene con sabiduría la senda de Kerr, compartir el balón, dar muchos pases, que tire el hombre libre, correr en cuanto sea posible y tenga sentido para hacer daño al adversario. No sé cuándo terminarán esta racha. Lo único claro es que las comparaciones son odiosas... y estos Warriors un pedazo de equipo con mayúsculas. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.mercurynews.com/warriors/ci_29119965/warriors-survive-nets-upset-bid-win-107-99



http://www.elmundo.es/deportes/2015/11/03/56386cc222601da8658b457c.html



http://www.bigplay.com/klay-thompson-trashes-clippers/



http://martinezgazette.com/archives/3411

LA LISTA DE MOHAMMED

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Hay cosas que requieren su tiempo. Indudablemente, la NBA disfruta de una cobertura mediática sin precedentes que ha cimentado su éxito. No obstante, muchos de sus protagonistas no se privan de recurrir a tópicos monosilábicos cuando dan respuesta a un micrófono tras un partido. En su descargo, afirmar que no debe ser nada fácil para ellos salir de una durísima batalla de 48 minutos para ponerse a pensar cómo citar oportunamente a Schopenhauer. Por ello, la reciente columna de Nazr Mohammed ha sido recibida como agua de mayo para los amantes del baloncesto también por escrito. Y es que su texto no tiene desperdicio. 



En él, este veterano curtido en mil batallas y trota-mundos de la NBA (Spurs, Bulls, Thunder, Bobcats...) se toma su tiempo para sentarse y reflexionar sobre algunos de los compañeros de profesión que más trabajo le han dado. Con 2´08 metros de altura, primera ronda del draft y casi dos décadas en una liga feroz y exigente, no son muchas las cosas que deban sobrepasar a este experimentado profesional. Sin embargo, hay parejas de bailes que no se olvidan. 



Personalmente, mi momento favorito de Mohammed fue su contribución a San Antonio en las Finales del Oeste de los Playoffs de 2005. Ante un rival excelente (los Phoenix Suns de Nash), Mohammed mantuvo su inteligencia defensiva para subir también en anotación, haciendo una tarea encomiable para ayudar a los de Popovich. Sus años en Texas debieron de traerle noticias de las heridas de guerra que había dejado un tal Shaquille O´Neal en esos pleitos eternos de Lakers y Spurs. 



Símbolo de los poderosos Lakers de comienzos del siglo XXI, O´Neal, como el propio Mohammed recuerda, era el jugador más fuerte del campeonato. Pero no es solamente es ese el factor que explica que sea el número 1 en la lista de sus admirados enemigos. Recuerda el improvisado articulista como O´Neal fue capaz de aprender a pasar la bola para potenciar más todavía su juego, hasta el punto de que, si se permitía un nivel demasiado físico por los árbitros, era virtualmente imposible detenerle. "Es el center más dominante que he visto. Pertenece a una especie única". Justo tributo a una fuerza sin precedentes desde los días de Chamberlain. 


Más sorprendente puede resultar, sobre todo para los incondicionales de las estadísticas, la inclusión de Rasheed Wallace. La opinión de Mohammed es particularmente interesante en este punto por haberle sufrido en las Finales de 2005, así como luego fueron compañeros en Detroit Pistons durante una campaña. Subrayando la incomodidad de defender a un ala-pívot con capacidad de lanzar desde cualquier punto de la cancha, se subraya en el texto lo inesperada que le resultó la hospitalidad de Sheed cuando compartieron vestuario. 



Odiado por árbitros, gradas rivales y parte de la cúpula políticamente correcta del campeonato en los despachos, siempre ha sido curiosa la excelente reputación de Wallace entre sus pares y, especialmente, quienes le han tratado en las distancias cortas. "Es una persona completamente diferente cuando salta a una cancha, como si fuera su otro yo. Lo que no quieres es enfadarle. Cuando lo haces, resulta imparable". Esto cimenta la teoría que todavía hoy muchos mantienen de que una parte no desdeñable de los merecidos premios de defensa de Ben Wallace tiene como destacado culpable a un líder heterodoxo pero que siempre ha aumentado la confianza de quienes están con él en pista. Cuesta pensar en el anillo de 2004 para la Motown sin el factor etiqueta negra. 



Mención aparte merece en su repaso Dirk Nowitzki, sobre todo, por su originalidad. Nadie ha jugado como el alemán antes de irrumpir en la Liga. Tampoco tendrá sucesor directo. Habrá mejores (pocos) y peores (prácticamente, el resto de los mortales) en su puesto, pero el dorsal 41 de los Mavs es, aparte de una pesadilla gore para sus marcadores, impredecible por sus fundamentos y fusión de virtudes de hombre alto y tirador. Los Clippers puede dar buena fe de que, cerca de la cuarentena, este veterano de lujo sigue teniendo intactas las virtudes que impresionaron a Mohammed años atrás. 



De un europeo ilustre, a un pívot chino que dejó sensación de sinfonía interrumpida en el mejor compás. Hubo un tiempo en que la pregunta era cuán lejos llegaría Yao Ming. El recuerdo del antiguo Spur por la muralla de los Rockets es un justo tributo, puesto que la evolución de Yao fue constante y prometía venir para marcar una era. Las molestias físicas dijeron basta, lo cual no empaña el recuerdo del tipo de juego que estaba desarrollando a la altura de 2009, cuando se rompió en una postemporada que se intuía inmejorable para su franquicia desde los días de Olajuwon.


Dos platos igualmente fuertes quedan para el final. Tim Duncan y Kevin Garnett. Sobre el primero, su antiguo compañero no duda en deshacerse en elogios. Nada raro, puesto que, incluso desde la distancia, el público intuye que este ala-pívot inteligente, respetuoso y callado es igual como líder de una plantilla: sensato, docente con sus compañeros y poco amigo de algaradas innecesarias. Parece acertado el diagnóstico de Mohammed de que el IQ del genio de las Islas Vírgenes le daría para ser un sobresaliente entrenador, aunque duda que sea el objetivo de esta delicia de power forward, capaz de salir bien parado en duelos estadísticos y sentimentales con iconos de su puesto como Karl Malone o Bob Petitt.



Los incondicionales de Big Ticket, por el contrario, habida cuenta de las declaraciones en el pasado de otro Spur, Malik Rose (notable jugador por cierto, gran papel en el anillo de 2003), uno se temía que Garnett iba a pagar peaje por su trash talking y su emotividad desbocada. Haciendo gala de una empatía atípica en el deporte profesional, Mohammed analiza la influencia positiva de un rival al que admite haber temido, cuando no directamente odiado, por sus modos en ocasiones. "Hoy en día, solamente puedo quitarme el sombrero ante su trayectoria". Seguro que el icono de Minnesota habrá agradecido sus palabras en lo que valen.



No se olvida en incluir en su listado menciones honoríficas a Antoine Walker y Shareef Abdur-Rahim. Muchos fieles van a echar en falta a nombres como los dos Gasol o perlas como Chris Webber, pero es cierto que Mohammed se basa en sus propias experiencias y no ha coincidido con esos excelentes ala-pívots en épicas batallas por el anillo. Un texto escrito con elegancia, sin acritud y aportando datos novedosos sobre 6 personalidades inimitables en el mundo de la canasta. Puede que haya alguna cabecita más hueca que otra en el deporte profesional, pero Nazr Mohammed dista mucho de encontrarse en dicha categoría.  



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://nba.nbcsports.com/2015/11/17/shaq-tops-list-of-six-toughest-players-nazr-mohammed-defended/



http://s304.photobucket.com/user/nbacardDOTnet/media/zz%20NBA%20Photo%20Gallery/Rasheed%20Wallace/VS/2003-05-04-inside-nowitzki.jpg.html



http://larrybrownsports.com/basketball/tim-duncan-reportedly-hates-kevin-garnett/136241

PANHELÉNICAS: TRIBUTO A PRINTEZIS

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Hace apenas unas semanas, el Laboral Kutxa visitaba el pabellón de la Paz y la Amistad en Atenas. Un partido bronco de Euroliga, el Olympiacos del Pireo se defendió con uñas y dientes para arrancar una sufrida victoria ante los corajudos vitorianos. Nuevamente, muchos ojos se pusieron en el jugador franquicia de los griegos, un Spanoulis que siempre deja destellos, aunque parece todavía sin poner esa quinta marcha que coloca cuando hay títulos de por medio. Sin embargo, los vigentes finalistas de la Euroliga parecieron menos fluidos que en pasadas ediciones, como si a su hábil defensa le faltase una continuación, un nexo con el ataque al aro contrario. No me parece casual que Georgios Printezis viese el encuentro vestido de paisano. 



Sin duda, las entrevistas buscarán siempre al diablo de Larisa, puesto que Spanoulis es uno de esos anotadores de tiros imposibles que tanto gustan a los aficionados. No obstante, seguro que Sfairopulos lamentó mucho la ausencia de su alero atípico, un jugador de rango internacional pero que puede pasar más desapercibido. No en vano, Pablo Laso ya advertía en plena Final Four del año pasado que no solamente valía con frenar al jugador franquicia del Olympiacos, sino que Printezis hacía esas pequeñas cositas que decantaban los encuentros. 



Decía hace años el legendario Red Auerbach que el momento y el equipo importa y mucho para el funcionamiento de un jugador. Hacía referencia el patriarca de los Celtics a los años oscuros de la década de los 90 en Boston, cuando nada parecía funcionar. Citaba a Rick Fox y Brian Shaw, dos excelentes profesionales que pasaron sin pena ni gloria por el mítico Garden. "No pudimos descubrir los buenos que eran". Los entendidos aficionados de Málaga tendrán el mismo sentimiento con este espigado alero de 2´06 metros, quien, sin hacer malas campañas en Unicaja, no llegó a mostrar todo lo que tenía en nuestra Liga Endesa. Su retorno a Grecia era justo lo que su estilo necesitaba.



Si tuviera que explicar a una persona que no lo hubiera visto jugar nunca a Printezis cómo es, creo que elegiría pasarle el vídeo de los cuartos de final del pasado Eurobasket, España-Grecia. Un partido duro, a cara de perro entre dos combinados ambiciosos al ponerse ante el filo del abismo. Mientras que Antetokounmpo y su colosal presencia llamaban la atención y Spanoulis o Calathes captaban los focos por sus triples, el dorsal 15 y su desaliñada barba hacían todo el trabajo de intendencia que tanto gusta a los entrenadores. Rebote ofensivo por aquí, falta personal bien hecha para cortar una contra, tiro de media distancia cuando más despegaba España, etc. 



Muchos intangibles, al más puro estilo Jorge Garbajosa. Claro que también está su otra faceta, la que recuerda al club de Robert Horry, los maestros de la pelota parada. Georgios ha hecho un máster de instantes decisivos. La pasada campaña lo comprobamos con amargura los culés. 68-68 en tierras del Pireo. Con todo el juego interior congestionado por la defensa de Xavi Pascual, con el reloj espirando, el balón fue a uno de los lugares que la parroquia blaugrana más temía. El triple de Printezis fue la daga que envió a su equipo a viajar a la F4 celebrada en Madrid. 



Con todo, la más feliz memoria se encuentra en Estambul. La capital otomana vivió uno de los milagros recientes que todavía se recuerdan entre los incondicionales de este deporte. Durante la primera parte, el todopoderoso CSK arrasó al Olympiacos sin piedad, Teodosic parecía dispuesto a iniciar el festejo de un momento a otro. Pero no a nuestra costa debieron de pensar Spanoulis y cía. Una remontada a cara de perro que terminó con un tiro libre errado de Siskauskas que dejó el suficiente veneno en el mordisco de un Printezis que se sacó un tiro anti-manual, heterodoxo, a la pata coja, un gancho más propio de un perro viejo en una pachanga de colegas que en la máxima competencia continental. Lo importante fue que entró y llevó al éxtasis a gente como Pero Antic, quien corrió a la banda para abrazarse a un tipo insustituible para los atenienses. 


Volvamos al presente, idéntico escenario a donde comenzaba nuestro relato. Ahora, el visitante es el Milán. No juega Spanoulis, aunque los Mantzaris y compañía se ponen el mono de trabajo. Es el retorno de Printezis. Salió de suplente. Importó poco tal hecho. Estuvo en pista más de veinte minutos, firmando un 3/5 en tiros de campo, un 100% en tiros libres y un sentido colectivo del juego que se tradujo en 11 puntos, 3 asistencias y un triple. Se sintió cómodo sin los focos, trabajando bien en la mina, es decir, en el poste bajo, jugando de espaldas y abriendo espacios a sus compañeros, para lograr un trabajado triunfo (73-63). 



Nacido en febrero de 1985, Big Fish es un alero que usa perfectamente su físico para sacar cualquier ventaja. Su imagen es también muy reconocible para el aficionado, debido a su barba mal afeitada, brazos tatuados y aspecto de falso despistado. En esta época gloriosa para su escuadra, auténtica dinastía, Printezis ha disfrutado siendo la daga en las sombras de Spanoulis. Cuando las defensas rivales se ciernen sobre el genial escolta, uno de los que más tajada sacan es él, siempre presto a leer los huecos de los adversarios. 



No tan mediático como otros, siempre tendría un hueco en mi equipo para un tipo así. Un ganador nato y sospechoso habitual de las victorias del Olympiacos. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



http://www.euroleague.net/features/interviews/euroleague-2014-15/i/5y5rkku9fkby68sg/final-four-interview-georgios-printezis-olympiacos-piraeus



http://www.rappler.com/sports/by-sport/basketball/gilas-pilipinas/67848-gabe-norwood-gilas-pilipinas-play-to-the-end



http://www.sillonbol.com/baloncesto/europa/la-vieja-europa-xv

HISTORIA DE UNA CAMISETA

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Lisboa es una ciudad que siempre te deja algo. La asistencia a un congreso internacional en la capital lusa me permitió volver a perderme durante unos días por sus ruas, así como reencontrarme con queridos compañeros y compañeras. Asimismo, a hacer nuevas amistades. Fruto de las sesiones del evento, pude conocer a Luiz Fernando Lopes, compañero doctorando brasileño, quien está realizando sus pesquisas sobre la Inquisición lusa en el siglo XVIII, con especial atención al Santo Oficio de Lisboa (del cual dependían las causas y procesos que se denunciasen en Brasil). 



Como suele suceder con las buenas conversaciones, un tema daba paso a otro como en una partida de billar, volviendo a aparecer de inmediato un asunto previo o, por el contrario, produciéndose un cambio de tercio. Concretamente, hablando de nuestras visitas al campo de José Alvalade o al Estádio da Luz, surgió el tema del fútbol. Sin saber bien cómo, empezó a surgir el tema de las selecciones, los equipos en España y Portugal, la selección canarinha y... Sócrates. Hay nombres que tienen magia casi por sí mismos y este es uno de los casos, pues la decisión de un erudito cristiano maronita de llamar como el célebre filósofo griego a uno de sus hijos iba a marcar para siempre a un club histórico, el Corinthians. 



Sin ser, ni mucho menos, un buen conocedor de las torcidas brasileras, pude comprender perfectamente la fascinación de mi nuevo amigo por aquel mítico jugador de la década de los 80 del pasado siglo, alguien a quien se apodaba el Doutor, no solamente por sus milimétricos pases con el tacón, sino porque, rara avis en el deporte profesional, había seguido con inteligencia los designios de su familia, empeñada que, pese a su destreza con el balón, debía sacarse una carrera universitaria que le permitiera no depender del caprichoso y efímero mundo de la gloria deportiva. Aquel gigantón barbado de 1´91 y apenas 37 de pie, superó las expectativas, puesto que, logrando el objetivo, también cursó estudios de Filosofía, materia que le fascinaba y le aportó un toque humanístico que acompañó su carrera. 



La feliz coincidencia del Mundial del 82 permitía que, generaciones después, un brasileño y un cordobés pudieran compartir recuerdos mientras un autobús los dirigía a la Baixa Xiado. En buena medida, uno de los principales culpables de aquello era mi propio padre quien, como amante del fútbol espectáculo, no había dudado en compartir con su hijo el recuerdo que dejó en el país una canarinha que llegó con una sonrisa por bandera. Decía José Antonio Martín "Petón" que cuando se hace bien, El fútbol tiene música. Durante cinco encuentros repartidos entre Andalucía y Cataluña, Sócrates, Zico, Falcao, Junior, Éder y un distinguido etc. formaron un Dream Team que dejó boquiabiertos a unos anfitriones deseosos de abandonar los mitos de la furia y la testosterona sobre el césped como grandes argumentos para alcanzar la victoria. 



Como Aníbal Barca, la seleçâo que anduvo por la Península Ibérica dejó el recuerdo mítico en el imaginario popular que representan aquellos que no logran el triunfo final pero dejan una serie de victorias que estimulan al resto, perviviendo en el recuerdo. Brasil cayó en el partido más épico que jamás vivió Sarriá, cuyas ruinas todavía lamentan que un celoso juez de línea no permitiera que el quiebro de Sócrates a Zoff para meter un balón imposible a las redes subiera para el 3-3 (semejante celo para sancionar la fascinación de Gentile por agarrar la camiseta del Pelé Blanco hasta romperla hubiera sido un precioso quid pro quo). 



"¿Perdimos? No pasa nada. Y peor para el fútbol", lo dijo el buen doctor, sereno como capitán. Brasil no obtuvo el pase a las semifinales, pero ganó en la batalla de la memoria. Los propios azzurros (futuros campeones, amparados en los goles de un inspiradísimo Paolo Rossi) parecieron compartir ese síndrome de Estocolmo, pues fueron conscientes de que los 22 competidores que estuvieron en aquella cancha del Espanyol compartirían un vínculo eterno. "Era jugar contra marcianos", afirmaba Rossi, mientras que Zoff fue uno de los primeros en lamentar vía Twitter el fallecimiento de Sócrates, el futbolista atípico, capaz de defender en México 86 que el colegiado había anulado un gol legal a Míchel en un España-Brasil. Era la parte de la leyenda que conocía, ahora, en Lisboa, iba a conocer la otra, tan fascinante como el papel de aquel grandullón con pies pequeños en el club de sus amores. 



Se trató de algo de lo que tenía algún eco y parecía remontarse a unos días legendarios: democracia Corinthiana. Igual que el Atlético de Madrid, los New York Knicks y otras filosofías de vida, los torcedores del Corinthians habían aguantado largos peregrinajes en el desierto sin títulos por más de dos décadas, sin que ello hubiera hecho retroceder su gran masa de aficionados. Pero todo ello mereció la pena para llegar a un bienio que se hizo bajo los auspicios de cuatro tetrarcas de la bola: Adilson Monteiro Alves, Zenon de Sousa Farias, Wladimir Rodrigues dos Santos y, cómo no, Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Olivera.   



Con la única excepción de la táctica y los onces titulares, responsabilidad absoluta del entrenador, el Corinthians implantó un sistema asambleario en su estructura, donde el voto era igualitario, es decir, uno de los utileros decidía sobre aspectos de la concentración como uno de los jugadores mejor pagados. El experimento era una metáfora y dardo envenenado al caduco y autoritario sistema miliar que ya declinaba en Brasil, caracterizado por un sufragio muy poco representativo. Mientras los triunfos iban llegando, aquellos héroes del césped se convirtieron en algo más para su hinchada y rivales, puesto que se mojaban en el siempre incierto debate del futuro del país. Como de la mejor película Disney, llegó el desenlace soñado.



Final contra el Sao Paulo, torneo paulista. Los jugadores del Corinthians salieron con un mensaje claro: "Ganar o perder, pero siempre en democracia". Un partido intenso y noble entre dos escuadras emblemáticas, decidido con gol de Sócrates, nombrado mejor Jugador Sudamericano del año. A veces, como diría Andrés Montes, la vida podía ser maravillosa. Ya llegarían las derrotas, el Doutor marcharía a Firenze y el Corinthians abandonó aquel sistema sin precedentes en el deporte profesional. Sin embargo, nadie podría arrebatarles que aquel sueño que fue real. 



Antes de volver a Córdoba, me esperaba una última cena de despedida con algunos amigos. Luiz también acudió, de hecho, lo hacía con una bolsa a la que no presté mayor importancia hasta que, antes de entrar al local, me presentó la que se iba a convertir en una de mis camisetas predilectas de mi armario, junto con la de Nowitzki y la del Barcelona campeón de la Euroliga. Allí estaba el ocho y el color escuro, con aquella palabra DEMOCRACIA en su parte trasera. ¿El dorsal? El 8. Un gesto de amistad desinteresada, un detalle nada atípico en el carácter amable de portugueses y brasileros con los forasteros. 



Desde entonces, no quedaba otra opción. Al fin había encontrado mi equipo cuando viera encuentros de la Liga Brasileña, ya no era posible volver a ser neutral. Eu sou corinthiano. 



"Puedo decir que mi carrera está justificada por haber podido conocer a ese señor [Sócrates]"- Quique Guasch, periodista deportivo.



"Sócrate, além de ser um jogador diferente, também foi um lutador pelos direitos do jugador"- Diego Armando Maradon, de su lista de sus 10 mejores jugadores brasileños de todos los tiempos. 



BIBLIOGRAFÍA:



-PEINADO, Q., "El fútbol (y el mundo" que soñamos", en Futbolistas de izquierdas, Léeme, Madrid, 2013, pp. 89-96. 



FOTOGRAFÍAS EXTRAÍDAS DE LOS SIGUIENTES ENLACES:



https://www.pinterest.com/pin/553450241677526691/



http://www.elconfidencial.com/deportes/futbol/2011-12-05/socrates-el-doctor-brasileno-que-jugo-al-futbol-para-que-no-le-olvidasen_655196/



http://www.otimao.com.br/destaques/page/10/





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